El 22 de marzo de 2016, hacia las 8 de la mañana, hubo 2 explosiones en la terminal de embarque del aeropuerto de Zaventem, al noreste de la capital belga. Se vieron vidrieras rotas, estallaron tuberías de agua y se derrumbó parte del falso techo. El saldo registrado fue de 13 muertos y 35 heridos. Más de otras 10 personas murieron posteriormente como consecuencia de explosiones registradas una hora después en la estación del metro de Maelbeek, en el centro de Bruselas, cerca de los edificios de la Unión Europea.

Según el anexo 9 (instalaciones) de la Convención de Chicago sobre la aviación civil, firmada en Chicago en 1944, de la que Bélgica es uno de los firmantes, un aeropuerto abierto al tráfico internacional debe organizar dos flujos diferentes. El flujo de embarque garantiza el embarque de los pasajeros en los aviones y el flujo de salida de los pasajeros que llegan en los aviones. El flujo de embarque dispone de un dispositivo de control antiterrorista, lo cual multiplica por dos el volumen de actividad, de equipamiento y de efectivos en relación con el flujo de las llegadas, donde se supone que los pasajeros que llegan en los aviones ya pasaron por un control antiterrorista en el momento de su embarque en el aeropuerto de su punto de origen.

El aeropuerto de Bruselas-Zaventem registró un tráfico de 23,5 millones de pasajeros en 2015, con 226 destinos diferentes. En el esquema de flujo de embarques del aeropuerto de Zaventem, en Bruselas, se puede observar que para llegar a las puertas de embarque los pasajeros pasan por un filtro de 16 puntos de control de seguridad. En esos puntos, los pasajeros y sus equipajes pasan controles con equipos de detección con rayos X.

La primera explosión registrada en el aeropuerto se produjo en el área de check-in de la compañía American Airlines. La segunda explosión tuvo lugar un minuto después, junto al café Starbucks, a unos 100 metros de la primera explosión.

Las dos explosiones se produjeron antes de los filtros de control antiterrorista. Los aeropuertos disponen de numerosas cámaras de seguridad que permiten vigilar toda la actividad, desde los puntos de check-in hasta las áreas de estacionamiento fuera del aeropuerto. Cuando un equipaje no identificado se mantiene inmovilizado por un periodo de tiempo bien determinado, el sistema de vigilancia de las cámaras advierte a los operadores a cargo de la vigilancia de la terminal. Los equipos de seguridad del aeropuerto aplican entonces un procedimiento cuya primera acción es alejar a los pasajeros y empleados del equipaje sospechoso. Es por eso que los autores de los atentados, conocedores de esos detalles, optaron por realizar la primera explosión recurriendo a un dispositivo de atentado suicida.

Un aspecto interesante es que el terrorismo-antiterrorismo es sinónimo de dos formas de lucha, ofensiva-defensa, utilizadas en las ciencias militares. Los agentes antiterroristas de los servicios de inteligencia de todos los Estados conocen a la perfección los principios y métodos de acción de los terroristas y tratan de neutralizarlos.

Cuando las estructuras antiterroristas de los servicios de inteligencia, como la CIA, reciben 500 millones de dólares para el entrenamiento de 5 000 terroristas «moderados» para enviarlos a pelear en Siria, ese entrenamiento produce los equipos más complejos y más profesionales del terrorismo mundial. Al Qaeda es otro ejemplo de ello. Existe entonces el peligro de que ciertos individuos miembros de esos equipos resulten imposibles de contrarrestar cuando organizan atentados en cualquier lugar del mundo.