Ha dicho, muy suelto de huesos, el actual presidente del frágil Congreso que vive sus horas finales, Luis Iberico, que los ministros están dispuestos a ir a explicar, uno por uno, lo referido al Tratado Transpacífico y con el propósito que sea confirmado por el Parlamento. ¿No se da cuenta el susodicho que esa tarea, análisis prolijo y meticuloso, en resguardo de la soberanía nacional en todos los ámbitos, corresponde a la representación parlamentaria próxima?
Nadie entiende las prisas apuradas del señor Iberico y del gobierno del presidente Humala en procurar que el Congreso, tan desprestigiado como la administración, “ratifique” lo que nadie conoce, que tiene 35 capítulos y que no puede ser materia de exposiciones o conferencias de señorones que están en el mismo bando. ¡De ninguna manera, el TPP tiene que ser estudiado concienzudamente y aprobado o denegado de manera categórica!
En el pórtico de un proceso electoral que ha padecido inconductas de parte de instituciones del Estado obligadas a guardar imparcialidad y que han hecho todo lo contrario, como es el caso flagrante y vergonzoso del Jurado Nacional de Elecciones, es preciso celebrar la excelente marcha popular en las calles el día 5 cuando se demostró repudio hacia los sectores más conservadores y que añoran tiempos en que la delincuencia era parte “normal” en la vida del pueblo. La ciudadanía expresó que defenderá la voluntad mostrada en las urnas en la primera vuelta y, con mayor razón, si la escalada hacia la segunda, se confirma.
No debe dejar de advertirse que, como parte de un escrupuloso análisis político, las fuerzas conservadoras se aliarán en el Congreso o desde el gobierno, para bloquear todas las iniciativas de revisión de contratos o para que se reforme la Constitución que en su capítulo económico sólo otorga privilegios a las empresas y deja de lado al protagonista sufrido de la historia nacional, el pueblo.
El aspecto reseñado no debe ser obviado por ninguna fuerza política. Sólo se da batalla cuando se tiene la seguridad de poder ganar. De lo contrario será tarea indispensable la construcción, coordinación de las organizaciones populares para la pelea política en las calles, plazas, en el Congreso y ante la opinión pública que debe participar también. Como se sabe el pueblo vota en las urnas, pero también lo hace en las calles cuando marcha por una democracia de pan con libertad y por un Perú libre, justo y culto.
El Perú necesita de renovación urgente. Los gerontes, caciques, reyezuelos de opereta, deben irse a su casa o a la cárcel y dejar paso a las nuevas promociones ajenas al latrocinio, a la estafa contra la cosa pública, diáfanas en su accionar inexperto pero anhelantes de saber y conocer las límpidas y pulcras avenidas de cómo se edifica una nación. Los patibularios, aún dueños de los mal llamados partidos políticos, requieren de juicios urgentes, de cancelación total de sus malas influencias y del piadoso olvido que los sepulte en la vergüenza de sus monras y estafas.
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