Afirmo, con divertida convicción, que el Jurado Nacional de Elecciones es un organismo serio y que el mantenimiento del 5% como valla para los partidos políticos, no tiene nada que ver que uno de ellos, (al menos en membrete), apenas haya superado ese porcentaje. Al país consta que la máxima entidad electoral se expidió con ecuánime criterio durante los meses pasados. Las casualidades son parte institucional de la historia del Perú.
Tampoco es posible musitar que un topo, pagado e instalado en altas esferas, avisó al titular de la fracasada campaña que o se mantenía la valla o volvían a la nada, que es el equivalente real de lo que el pueblo, con universo de 22 millones de votantes, determinó el domingo 10 con algo menos de 900 mil votos. Los guarismos no mienten, son fríos y hay que entenderlos objetivamente.
Perú, le decía ayer a una colega mexicana, es un país con milagros cotidianos y recurrentes. No sé por causa de qué los diversos gobiernos no han tomado contacto con la publicación Guiness para registrar la propiedad intelectual de tantos y numerosos desmanes. Verbi gracia: aquí llueve para arriba; al idiota llaman analista y al líder de juguete, dirigente.
Los pueblos votan con los pies en las calles cuando marchan y expresan su júbilo, su protesta o las dos cosas a la vez. La marcha de pocos días atrás demostró un entusiasmo desbordante y la ecuación de repudio y condena a una era que creíamos olvidada y sepultada. Los resultados del domingo nos han noticiado que las dos opciones más conservadoras, la una autoritaria y la otra tecnocrática, son las que concitaron las preferencias del pueblo peruano. La oposición levantó un significativo respaldo y tendrá que hacer una pelea muy inteligente desde el Congreso con prescindencia de poses y dogmatismos.
Y como aquí cualquier cosa pasa, leí que el señor Alan García Pérez renunció a la presidencia de su entidad. ¿Basta sólo con eso? Tengo la impresión que el alto mariscalato, en pleno, sin excepciones, todos ellos, debían irse a sus casas en gesto de humildad y previo arrepentimiento de sus yerros. ¿Ha ocurrido algo así?
Para don Jorge del Castillo, Alan García debe quedarse como consejero de la juventud. La pregunta ríspida debiera ser: ¿consejero de qué? Perú es un país educado para olvidar y no castigar nunca a los responsables de sus tremebundos fracasos, en lo nacional, y también en lo particular.
¿Quién fue el culpable activo que la campaña de Armando Villanueva del Campo, en 1980, cosechara humillante derrota frente a Fernando Belaunde por más de 600 mil votos? En 1978, con Haya de la Torre, el Apra ganó en todo el país y catapultó al fundador a la presidencia de la Asamblea Constituyente. No había razón para lo que ocurrió poco después.
Desdibujado el aprismo en 1980 perdió en todo el país con excepción de La Libertad, Cajamarca y Lambayeque. Un candidato inadecuado, la sórdida predica divisionista de quien se hizo de una diputación por Lima, luego de haber sido opaco constituyente, y la traumática desaparición el 2 de agosto de 1979 de Víctor Raul, hicieron que el partido encallara y de manera trágica en un marasmo sin norte u orientación. A río revuelto, ganancia de pescadores.
Han pasado los lustros, dos presidencias controvertidas y plenas en denuncias por robos e inmoralidades, desmanes, crímenes y asaltos contra la fe pública. Del voluntarismo se pasó a la derechización más inconfesable de que se tenga memoria en los anales de la traición política. ¿Es esto lo que sugiere don Jorge del Castillo que debe ser aconsejado por el protagonista de estos requiebros, todos proditores, Alan García Pérez?
La humildad honesta y no la impostada es moneda común en los predios alanistas. Pragmáticos, no ignoran que si cae por completo el mayor responsable, los que quedan también comparten la culpa de la catastrófica derrota y la destrucción del partido y por eso, como dicta la teoría del control de daños, plantean “salidas decorosas”, impracticables y afanosas de no sepultar a quien pide a gritos esa clemencia.
Sé que hay plazos desde las bases indignadas, conozco de voces que empiezan a mascullar su amargura con determinación enérgica, puedo prever, tal como está ocurriendo que los mariscales, generales y oficiales del fracaso, no se irán por voluntad propia porque han construido un edificio precario en el que tienen muchos intereses y ganancias.
Y para eso necesitan, aunque sea, el membrete que con el magro 5% puede ser mantenido para fines como hasta hoy inconfesables. Ninguno en favor del pueblo. Eso sí.
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