En los próximos años, el Medio Oriente tendrá que arreglar sus problemas por sí solo. Estados Unidos, país que ha venido imponiendo allí su voluntad desde la Segunda Guerra Mundial, y Rusia, que luchó contra los yihadistas en Siria, no tienen intenciones de seguir desempeñando papeles protagónicos en esa parte del mundo. Los pueblos de la región, a los que las potencias coloniales infantilizaron durante siglos, además de ponerlos a pelear entre sí, tienen ahora que comportarse de manera adulta.

Los Dos Grandes están enfrentando, los dos al mismo tiempo, graves problemas económicos.

Washington, que soñó, en tiempos de George W. Bush, con hacer del siglo 21 un siglo «americano», ya no dispone de los medios necesarios para realizar esa ilusión. Estados Unidos se ha visto obligado a dejar espacio a Rusia y China y ahora tiene que concentrar sus fuerzas en el Extremo Oriente, mientras todavía puede hacerlo.

El presidente Barack Obama y sus colaboradores han concedido larguísimas entrevistas a Jeffrey Goldberg, quien las sintetizó en un interminable artículo publicado en The Atlantic [1].

En esas entrevistas, el inquilino de la Casa Blanca y sus colaboradores exponen los actos medulares de los 7 últimos años de la administración estadounidenses: contener las fuerzas armadas de Estados Unidos y no volver a implicarlas en el Medio Oriente bajo ningún pretexto. El tratado que Roosevelt firmó con Arabia Saudita en 1945 –renovado por 60 años por G.W. Bush en 2005– ya no tiene razón de ser: Estados Unidos ya no necesita el petróleo saudita y está perdiendo su tiempo con wahabitas incapaces de adaptarse al mundo moderno. Ha muerto la doctrina Carter, de 1980, que estipulaba que el Pentágono tenía que controlar los campos petrolíferos del Medio Oriente, doctrina que dio lugar a la creación del CentCom. Aunque siga garantizándose la seguridad de Israel, Tel Aviv no debe contar con la ayuda estadounidense para tratar de extenderse desde el Nilo hasta el Éufrates.

Durante su maratón televisivo Línea directa con Vladimir Putin, el presidente ruso también fue extremadamente claro [2]. Debido a las sanciones occidentales, su país enfrentó el año pasado una recesión de 3,7%, estimada en 1,8% para el año próximo, antes de que logre registrar nuevamente algún crecimiento. Sabiendo que su Banco Central sólo dispone actualmente de 387 000 millones $, Rusia tiene que mostrarse lo más ahorrativa posible para poder sobrevivir a esta tempestad.

Es por esa razón que retiró sus aviones de Siria y que no volverá a enviarlos. Antes de retirar su dispositivo, Rusia dotó al Ejército Árabe Sirio de material de guerra moderno y formó a sus hombres para que sean capaces de utilizar ese material. Según el presidente Putin, Siria dispone ahora de los medios necesarios para reconquistar el terreno perdido.

Lo único que aún mantiene a Rusia en la región es el hecho que necesita –al igual que Estados Unidos– derrocar al presidente turco Erdogan antes de que la política supremacista de este personaje y su manera de manipular el terrorismo lleguen a provocar una catástrofe de proporciones planetarias. Por consiguiente, Moscú y Washington respaldan ahora a los kurdos en contra de Erdogan y si estos últimos entraran en conflicto con Ankara en Siria, ninguno de los Dos Grandes va a meterse en la pelea.

Por muy imprevisto que parezca, la retirada de los Dos Grandes ya es un hecho. Y esta retirada deja huérfano al Medio Oriente. Pero, como se dice, a la naturaleza no le gusta el vacio, así que Arabia Saudita e Irán luchan ahora entre sí por extender su influencia en la región.

Fuente
Al-Watan (Siria)

[1«The Obama Doctrine» (versión en francés en este vínculo), Jeffrey Goldberg, The Atlantic (Estados Unidos), Voltaire Network, 10 de marzo de 2016.

[2«Прямая линия с Владимиром Путиным» (versión en inglés en este vínculo), Владимир В. Путин, Сеть Вольтер, 14 de abril de 2016.