Aunque cueste admitirlo, la estupidez, esa viga maestra connatural a nuestras sociedades, es feraz en la producción de entuertos, ridículos, situaciones límite y no pocos de sus portaestandartes ocupan sillones ejecutivos.
¿Por causa de qué la Sunat, tan eficiente cerrando pequeños negocios y persiguiendo a gente de poca monta, hasta hoy no elabora un gran escalafón nacional para que la estupidez pague impuestos? Como producto no tradicional ayudaría no poco a las arcas del Estado. Aunque, cierto es, hay que evitar que cualquier estúpido angurriento de fondos, los utilice para cometidos innobles.
Escribí en La estupidez es democrática, las siguientes líneas:
“Pocas dinámicas son tan potentes para identificar entre sus integrantes a enormes franjas de hombres y mujeres de todas las razas, de lenguas múltiples, de estaturas diversas, de geografías disímiles, de historias distintas, de trayectorias absolutamente inconexas, como la estupidez. Hay entre sus epígonos, allende y aquende, parlamentarios, per se muy conocidos adalides de la especie; diplomáticos, periodistas, militares, gobernantes, burócratas, intelectuales, los genuinos –unos pocos- o los a la carta al servicio de cualquier ONG que les pague lo que ellas quieren que diga; en palabras breves, la estupidez, con su vasto poder impresionante, es un ámbito en que casi todos compiten entre sí para ver quién empeora la bestialidad de los movimientos del vecino. Ninguna disciplina se libra de esta clase de neumáticas, todas gozan del discutible mérito de tener entre sus cultores a estúpidos más o menos brillantes. ¡Ni qué hablar de gobernantes palurdos y zafios! Afirma Robert Heinlein –y así lo recuerda Giancarlo Livraghi en The power of stupidity, May 2009, p. 11: “Never underestimate the power of human stupidity” .
Un par de ejemplos recientes y desastrosos.
La secta Sodalicio de Vida Cristiana, descubrió por arte de birlibirloque, que su fundador Luis Fernando Figari era responsable de violaciones, atentados contra la salud mental de sus afiliados y ahora es el gran y único culpable. Olvidan a los cómplices y a los seguidores que con la ley de omertá, custodiaron largos años de crímenes y mentiras. Entonces, aprovechando de la estupidez societal que no reacciona como debiera, es decir con indignación militante y fiera, pretenden “reorganizarse” entre ellos, piden –dicen- perdón a Dios y en los entresijos de sus oraciones, se limpian a sí mismos. Día que pasa, día que se descubren sus fechorías y también aparecen sus defensores, fieles palafreneros de un sectarismo desaforado, fascista, lascivo y perverso. Y pretenden que el Vaticano los “juzgue” y no, como debiera ser, en tribunales internacionales y que en el camino a su disolución absoluta y terminal, indemnicen a las víctimas de manera justa como reparación.
En otro caso, éste sí de añicos a la ética y contranatura, ¿no son los alanistas, los mariscales de su atroz derrota, con Alan García a la cabeza, del 10 de mayo, los que ahora quieren convocar a Congreso para ejercer el mangoneo de siempre, castrador y antidemocrático y para que los fautores del fracaso sigan donde están y que nadie los pase por los rayos X de sus cuentas bancarias, propiedades inmobiliarias y como ladrones absolutos de la historia del Partido Aprista que alguna fuera clarín y protesta, bandera tremolante y hombres en las calles luchando por la justicia de pan y libertad? ¿Qué es eso de poner a los gatos de despenseros? ¿No es una mayúscula estupidez condecorar a los atrabiliarios por su mediocridad? ¿Cómo es que existen individuos que pretenden justificar con paños tibios la aberración de su comportamiento electoral y la cancelación del alanismo como la pobrísima opción que siempre fue por destructor de cualquier inteligencia? Los perros aúllan bramando dicterios pero NO pueden argumentar ni rebatir cuanto se les dice. Como si la grosería pudiera, ni aquí ni en la Cochinchina, esconder tanta zafiedad proterva.
En La estupidez no tiene edad (20-7-2009), consignamos:
“¿Cómo se explica la impresionante estupidez que un partido político con más de ocho décadas haya perdido casi toda su influencia nacional y esté constreñido al respaldo que la frívola y racista Lima le da con la derecha que apuesta por el mal menor y que graficara sus guarismos trágicos en el comicio del 2006? Esa dirigencia, hasta hoy no explica los métodos científicos que usó para perder de una manera tan vergonzosa y convertir al antaño movimiento esperanza de los pobres del Perú en una cofradía de oportunistas recién llegados y en búsqueda angurrienta de cualquier puesto con tal de conseguirse un ingreso. No causa pues asombro que a la vuelta de pocos años, los resultados sean los que se observan: falta de respuesta política, putrefacción en el pensamiento y una impresionante carencia de líderes con calidad y educación geopolíticas. La estupidez se nutre de la ignorancia.”
“Escribe con pluma certera Livraghi, The power of stupidity, 2009, p. 13:
When we try to understand stupidity, we are dealing with a subject that is scarcely studied, rarely understood, broadly avoided because it’s uncomfortable and disturbing (as we shall see in chapter 28.) It’s as though we all knew that we are stupid, but we uneasy about admitting it.
Cuando tratamos de entender la estupidez, tratamos con un tema que es apenas estudiado, raramente entendido y ampliamente evitado porque es perturbador y poco confortable (como comprobaremos en el capítulo 28). Es como si supiéramos que somos todos estúpidos, pero no es aquello fácil de admitir.” (La estupidez es democrática)
Si la estupidez pagara impuestos……..
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