Su muy refinado cinismo de miradas condescendientes, arropado por la seguridad de cómplices en muy altas esferas y en el festival de impunidad que caracteriza al Perú desde hace casi 200 años, terminó ayer: Alex Kouri se va a la cárcel por cinco años por el caso Convial.
¿Quiénes más están en la danza? No pocos. Hay elementos en la judicatura, en los bancos, en la política, en el periodismo, que han sido corifeos muy bien aceitados para no emitir opinión condenatoria o puntual sobre el caso protagonizado por Kouri. La coima es una ley no escrita ni consagrada en la Constitución pero tiene vigencia vigorosa desde tiempos inmemoriales.
Es interesante, por vergonzoso, recordar que no ha mucho, el Sr. -6%, anunció alianza con las huestes de Kouri en el Callao. Felizmente la protesta fue rauda y altisonante y ante el repudio, don Alex retiró su candidatura. Pero antes ya había prestado sólidos servicios al Sr. -6% a quien acompañó con sus portátiles en el Día de la Fraternidad que de otro modo hubiera estado más vacío que de costumbre.
¿Qué explicación tiene el Sr. -6% sobre su tan cacareada alianza con Alex Kouri? A pesar de ser un perdedor en el nadir absoluto de su historia sin escrúpulos, el Sr. -6% jamás aventuró postura sobre tan pestilente capítulo.
Ahora que Kouri ha sido encontrado culpable por el caso Convial y se va cinco años a la cárcel, se confirma el dicho: cuando el río suena, es porque piedras trae. ¿Qué, el Sr. -6% no sabía nada del oscuro y siniestro pasado de su amigote Kouri? ¡A otro perro con ese cuento!
¿Cómo es que con descaro mayúsculos hampones de toda laya se unen para conveniencias personales, financieras y crematísticas, sin importar, para nada, los comportamientos públicos? Un país que perdona con facilidad es una nación masoquista aficionada a la estupidez masiva y a la mediocridad.
Cuando Alex Kouri tuvo la pretensión de ser alcalde de Lima, la campaña impugnatoria fue dirigida por el notable penalista Guillermo Olivera Díaz y polémicas al medio, de manera pública y oficiales, dieron como resultado que don Alex se quedara con sus sueños hechos guiñapos. Surgió así la postulación –a la postre victoriosa- de Susana Villarán.
Kouri se rodeó de facinerosos y capituleros e impuso en el Callao, la ley de la selva y la impunidad. Claro ¿quién iba a detener a los pistoleros si sólo cumplían ordenanzas de sus pagantes? No fue respetado nunca, era temido. Los gorilas a su lado, se encargaban de dar cuenta de los muy protestones.
Todo eso y mucho más, se acabó. Tendrá que rumiar un lustro de carcelería y aunque ha anunciado su apelación, él sabe que su posición es muy anémica porque su ética es inexistente. Una biografía más para la historia de la infamia.
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