7 de julio, congreso fraudulento y traidores

Los alanistas, apóstatas e inmorales, seguidores del Sr. -6%, han convocado a lo que llaman congreso, el próximo 7 de julio. ¿Qué tendría que ver una fecha célebre y heroica en que los valientes de Trujillo en 1932, asaltaron el Cuartel O’Donovan, con rábulas y cómplices o apañadores del peor desfalco moral contra el partido de Víctor Raúl Haya de la Torre?

La respuesta es evidentemente que ¡nada! Quienes se presten a este manejo maniqueo son parte de un sainete y de una estafa política mayúscula y sumamente grosera. Desde adentro y de los oportunistas que están listos para subirse al coche.

Derrotados

En el 2016, en la Av. Alfonso Ugarte, sólo reina el olvido y la desviación ideológica fruto de la inconsecuencia, la ignorancia y la ausencia de ética y moral. Hoy, se disputan los restos de lo que fue una monolítica organización al servicio de los intereses del pueblo y como Boabdil, “Lloran como mujeres lo que no supieron defender como hombres”, con perdón de las mujeres.

Parcela privada

Los mariscales de la derrota, pugnan por retener el control partidario como si fuera su chacra, no tienen la mínima vergüenza para dar un paso al costado. Nunca fueron apristas y lo prueba el discurso conservador, reaccionario y entreguista que lucieron en la contienda electoral. Arrastran el peso de haberle dado la espalda al pueblo y traicionado su causa sacrosanta, evidenciando que, ni por asomo, leyeron la doctrina y filosofía creadas por Haya de la Torre y menos aún la historia del Apra heroica y coherente con la conducta sin mácula que ostentó.

Agazapados

Esperaron que falleciera en 1979 su líder indiscutible, para dar rienda suelta a sus ambiciones rastreras y egocéntricas y así aparecer en escena los que dieron muestra de su deslealtad e inconsecuencia durante el tiempo que duró la dictadura militar de entonces.

Pulverizaron al aprismo

Ya no hay apristas, sólo existen alanistas que constituyen la antítesis de lo que fue la auténtica izquierda democrática sostenida por lo que llamó Simón Bolívar el cuarto poder, vale decir, la ética y la moral. Sus actuales dirigentes lograron lo que ni la más cruel de las dictaduras pudo conseguir: deshacer el movimiento que se construyó con sacrificio, privación y sufrimiento; llevándola a su mínima expresión anodina. Esto conlleva afirmar que la reconstrucción del Apra se logrará, sólo sin los alanistas que hicieron de la política “vil negociado culpable”.

Renacimiento

La acción renovadora que reconstruya el espíritu verdadero del aprismo será tarea exclusiva, sin condiciones, de una juventud nueva y desinteresada que recoja el sueño de hombres señeros, honestos y valientes como Bolívar, Martí, Rodó, Darío, Sandino y Víctor Raúl. La enseña de esta pléyade debe ser la vigente admonición de Manuel González Prada: “Los viejos a la tumba y los jóvenes a la acción”. De no ser así, preparémonos para asistir a sus funerales que la derecha reaccionaria saludará con inoculta alegría a su paso.

Cárceles y persecución

Junto a Víctor Raúl, en 1932, se encontraban, muchos apristas, en las ergástulas del dictador Sánchez Cerro; otros estaban desterrados, proscritos y perseguidos sin compasión. Sobre el jefe del Partido pesaba una amenaza permanente de asesinato por el sólo hecho de sus ideas y de su liderazgo inmarcesible de las clases explotadas.

Se vivían momentos de mucha tensión, pero a pesar de ello, la resistencia era notable y heroica, sostenida por hombres y mujeres que habían escogido el camino del sufrimiento por un ideal, sin embargo, la militancia prefirió en palabras de Haya: “El crisol de una realidad dolorosa”, que tuvo la virtud de forjar gente valiente y dispuestos a dar su vida por lo que creían sin dar tregua a la cobardía y a la traición.

Esto permite explicar, por qué aquél 7 de julio de 1932, hombres mal armados se lanzaron a la toma del cuartel O’Donovan en Trujillo, expresión del oprobio y la tiranía. Sentimientos de indignación y justa rebeldía se cohesionaron aquella madrugada derrotando al miedo.

Mística y banderas de libertad

Se convirtieron así, sin saberlo tal vez, en émulos de los que tomaron La Bastilla el 14 de julio de 1879 en París. La revolución, gestada de esta manera, alentó el comienzo de la mística que acompañó al Partido Aprista y lo distinguió de otras agrupaciones políticas que no tuvieron más expresión que el interés personal y mezquino. Sus banderas fueron la libertad y la justicia social, que quienes las hicieron flamear estaban totalmente convencidos de haber abrazado una doctrina de redención para los más necesitados y postergados.

Estas jornadas épicas resultaron un precio muy caro, que el odio y la venganza se encargaron de “reclamar” con el fusilamiento de 6000 apristas en los muros de Chan Chan. Los héroes de aquella jornada nunca fueron olvidados por mi generación, inclusive creamos una cantata que el temor conservador interno censuraba y procuraba ocultar. Aún recuerdo la emoción que sintió Víctor Raúl, cuando la escuchó en su estreno en el Aula Magna de la Casa del Pueblo y la calificó de Melopea. He ahí, la autoridad moral de los jóvenes que hicieron gala de su consecuencia y gratitud, luchando generosamente y con coraje contra la dictadura militar, sin esperar una concejalía, una curul o prebenda alguna.

Hombres valientes

Al recordar la gesta del 7 de julio de 1932, el mejor homenaje será estudiar y reflexionar sobre las motivaciones que sus mártires tuvieron para rendir sus vidas, pensando que, los que venían, no los olvidarían y seguirían su ejemplo. Y como solía decir Haya de la Torre, cada uno en su puesto, sin temor alguno, prestos a combatir, denunciar y expulsar al apóstata, al traidor que vende sus ideales por un plato de lentejas (atentos que se prepara una alianza con el fujimorismo rastrero), al corrupto que se haya enriquecido con dinero mal habido, al frívolo que expone su prosaica actitud luciendo su miseria humana y al cobarde que dé un paso atrás.

¡Gloria y loor a los héroes y mártires de la revolución aprista del 7 de julio de 1932!