Aunque parezca extraño, el «golpe de Estado» en Turquía parecía “organizado” para fracasar. Para Manlio Dinucci, lo cierto es que Washington tenía conocimiento del putsch. Es posible que haya ayudado a los golpistas –para recordar a Erdogan que siempre existe la posibilidad de derrocarlo– pero también es posible que haya ayudado al gobierno. En todo caso, Estados Unidos sigue respaldando la acción terrorista que Erdogan ejerce a través del Emirato Islámico.
Erdogan huyendo hacia Europa en busca de un gobierno dispuesto a concederle el asilo político, golpistas que dicen haber tomado el poder porque controlan la televisión y los puentes sobre del Bósforo, Washington y las capitales europeas –así como la OTAN– sorprendidos por lo inesperado del golpe de Estado. Esas eran las primeras «noticias» que llegaban de Turquía, noticias totalmente falsas. Salta a la vista, en primer lugar, que, hasta en el aspecto más trágico de todo –los cientos de muertos y los miles de arrestos–, lo sucedido en Turquía tiene todo el aspecto de una farsa, más que de un golpe de Estado.
Los golpistas no tratan de detener a Erdogan, quien, oficialmente, estaba de vacaciones al borde del Mar Egeo. Incluso lo dejan en plena libertad de movimiento. Ocupan simbólicamente la televisión estatal, pero no tratan de interrumpir los transmisores privados progubernamentales ni internet, permitiendo así a Erdogan utilizar esos medios de comunicación para lanzar su «llamamiento al pueblo». Bombardean simbólicamente el parlamento de Ankara, donde no había nadie. Cierran los puentes sobre el Bósforo, pero no durante la madrugada sino al caer la noche, en el momento de más circulación –o sea, como para que todo el mundo se entere– metiéndose así en una situación complicada. Pero no ocupan las principales arterias de la ciudad, dejando así el campo libre a las fuerzas gubernamentales.
A pesar de estar destinada al fracaso, el “golpe” exigió la preparación y movilización de miles de hombres, así como de vehículos blindados y aviones. Es imposible que la OTAN no estuviese al tanto de lo que estaba preparándose. En Turquía existe una red de importantes bases de la OTAN, bajo el mando estadounidense, y cada una de esas bases dispone de su propio aparato de inteligencia. En la gigantesca base de Incirlik, desde donde operan la aviación de Estados Unidos y la aviación de los aliados de Washington, hay almacenadas al menos 50 bombas atómicas estadounidenses B-61, que serán reemplazadas por las nuevas B-61-12. En Esmirna (Izmir) se encuentra el LandCom, o sea el mando a cargo de la preparación y coordinación de todas las fuerzas terrestres de la OTAN, bajo las órdenes del general estadounidense Darryl Williams, ex comandante de las fuerzas estadounidenses en África, cuyo cuartel general se encuentra en Italia. A fines de junio, el nuevo Comandante Supremo de las fuerzas de la OTAN en Europa, el general estadounidense Curtis Scaparrotti, visitó la sede del LandCom.
Además de los mandos y bases oficialmente conocidos, Estados Unidos y la OTAN tienen en Turquía una red “encubierta” de mandos y bases conformada en función de la guerra desatada contra Siria y de otras operaciones. Como quedó documentado en una investigación publicada en el New York Times, un flujo incesante de armamento comprado con miles de millones de dólares provenientes de Arabia Saudita y de otras monarquías del Golfo ha estado llegando, desde 2012 y en el marco de una red internacional organizada por la CIA, a la base turca de Esenboga, armamento posteriormente enviado –a través de las fronteras turcas– a los «rebeldes» que operan en Siria, así como a los yihadistas del Emirato Islámico (Daesh).
Y gracias al uso de pasaportes falsos –especialidad de la CIA–, miles de combatientes islamistas han estado llegando a las provincias turcas de Adana y Hatay, en la frontera con Siria, provincias turcas donde la CIA abrió centros de entrenamiento militar.
Es por lo tanto falsa la “noticia” que corrió estos días de que Washington no aprecia un aliado como Erdogan porque este aliado apoya al Emirato Islámico por debajo de la mesa. No hay aún elementos concretos que entender si existe, y en qué grado, alguna fisura en las relaciones entre Ankara y Washington y, sobre todo, cuáles serían los motivos reales de dicha grieta.
Con su acusación contra Fetullah Gulen –quien reside en Estados Unidos desde 1999 y fue aliado de Erdogan hasta 2013–, y al reclamar la extradición de ese personaje, el presidente turco trata de crear una situación que le permita obtener de Estados Unidos y de sus aliados europeos mayores compensaciones por el «papel importantísimo» –así lo calificó Stoltenberg el pasado 16 de julio– de Turquía en el seno de la OTAN.
Entretanto Erdogan va liquidando a sus opositores mientras que la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Federica Mogherini, afirma que si recurre a la pena de muerte, Turquía no podrá ser miembro de la UE, por ser esta firmante de la Convención de Derechos Humanos.
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter