Estados Unidos será estremecido por una potente bomba que mataría al menos 1 mil 800 personas, causará heridas a unas 53 mil y generará daños estimados en 213 mil millones de dólares, estiman hoy científicos.
El estallido de la presión y la energía sísmica acumulada desde hace más de 1 siglo en la falla de San Andrés producirá un terremoto devastador que moverá dos placas tectónicas, las de América del Norte y el Pacífico.
Todos están avisados pero nadie se aventura a predecir cuándo ocurrirá el llamado Big One (el Grande), una sacudida que aunque recreada en películas y documentales, será de tal magnitud que aterra a todos.
Años de observaciones y estudios llevaron a los expertos a predecir el Big One, un fenómeno que es hoy objeto de especulaciones y de las más variadas interpretaciones.
Algunos de los habitantes de la gran metrópoli que es Los Ángeles viven con un miedo interno porque parecen convencidos de que el desastre se acerca en tiempo real, y no seguirá mostrándose como un esquema elaborado por las computadoras.
Los estudios indican que se inició la cuenta regresiva para que ocurra la ruptura de la falla de San Andrés, la que ahora sería mayor que cuando golpeó la región en 1857 con su fuerza de 7.9 grados Richter y caminó por 400 kilómetros entre los condados de Monterrey y San Bernardino.
Algunos expertos consideran que ahora esa monstruosa sacudida puede llegar a los 8.1 grados de magnitud y avanzar unos 700 kilómetros en una región altamente poblada desde el condado de Monterrey hasta Salton Sea, en el norte del estado, donde se asienta una de las grandes economías del mundo y la “ensaladera” de Estados Unidos.
Son muchos los que hablan del sacudión de 8.1 grados, entre ellos, Thomas Jordan, director del Centro de Sismos del Sur de California, quien al igual que otros prestigiosos geólogos alertan de que el despertar del gigante dormido pudiera ser devastador para personas e infraestructuras.
Un reciente informe de un grupo de empresarios y políticos asegura que el punto crítico del estado de California es el Puerto del Cajón, un estrecho sitio montañoso donde la falla de San Andrés pasa bajo vías vitales como carreteras, tramos ferroviarios, acueductos, oleoductos, gasoductos y cables de alta tensión de la red eléctrica.
Si hay una afectación allí, los suministros de ayuda humanitaria a unas 20 millones de personas estarían en peligro al igual que las labores de reconstrucción, indican los expertos.
La sismóloga Lucy Jones, asesora de la comisión de Reducción de Riesgos de Desastres del sur de California, piensa en las formas para paliar las carencias de agua de los afectados por el fenómeno sísmico, entre ellas contar con acueductos de reserva.
Pese a que hace decenas de años se preparan para enfrentar el problema, los californianos vivirán días trágicos, algo que no es una predicción de pitonisos sino la realidad que evidencian diferentes estudios sobre algo que parece inevitable.
Robert Graves, sismólogo estadunidense, considera que el desastre ocurrirá tarde o temprano y que el llamado estado dorado debe actuar en sus vulnerabilidades para limitar daños.
En ese escenario, recientes informes señalan que los latinos son los menos preparados ante un desastre mayor en Los Ángeles y sólo el 38 por ciento de sus hogares reportaron tener un plan en caso de desastre, el más bajo de cualquier grupo racial o étnico.
De acuerdo con el Community Health Assessment 2014 del Departamento de Salud Pública del condado de Los Ángeles, el 48 por ciento de sus 10 millones de habitantes son latinos, por lo que muchos están en peligro.
Los temores aumentaron cuando durante la Conferencia Nacional de Terremotos celebrada en la localidad californiana de Long Beach, los científicos advirtieron que la sección sur de la falla de San Andrés está “cargada y lista” para provocar un gran temblor.
Ese accidente geográfico, que recorre California de norte a sur a lo largo de 1 mil 300 kilómetros fue la causante del devastador terremoto de 7.8 grados que destruyó gran parte de San Francisco en 1906, provocando la muerte de más de tres mil personas.
El evento puede desencadenarse a partir de la ruptura de la parte sur, la que, según Jennifer Andrews, sismóloga del Instituto de Tecnología de California (Caltech), no se quebró en cerca de 3 siglos y durante este tiempo la tensión se acumuló.
No obstante las advertencias, la gran incógnita para todos es cuándo estallará la bomba.
*Periodista de la redacción América del Norte de Prensa Latina
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