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Tres meses después de la decisión de los electores británicos de salir de la Unión Europea, los jefes de Estado y de gobierno de esa entidad –con excepción del primer ministro del Reino Unido– acaban de reunirse en Bratislava con intenciones de dar un nuevo impulso a la UE.

Se esperaba de ellos una reflexión sobre los factores que condujeron al Brexit y sobre lo que habría que hacer con la Unión Europea. Pero no fue eso lo que sucedió en Bratislava. Los 27 países miembros de la UE se limitaron a mencionar lo que pudiera acelerar la disolución de esa entidad regional mientras que se hablaba del terrorismo sin entender que ese peligro es de carácter interno, mientras que Alemania y Francia desenterraban nuevamente el proyecto de creación de un ejército común y mientras que Jean-Claude Juncker defendía los intereses de los banqueros de Luxemburgo.

En el momento del Brexit, explicamos en estas columnas que Buckingham Palace y un sector influyente de la clase dirigente británica deseaban distanciarse de Washington y acercarse a China en el plano económico y a Rusia en el plano militar [1]. Pero Downing Street no ha mostrado ninguna de sus cartas y mantiene en secreto sus intenciones hasta la apertura de las negociaciones con vista a la salida de la Unión Europea.

Sin embargo, Londres ha dado dos pasos importantes en materia de política internacional. Primeramente, la publicación del informe de la comisión Chilcot sobre la guerra contra Irak y del informe de la comisión de la Cámara de los Comunes sobre la guerra contra Libia. El informe de la comisión Chilcot sobre la guerra contra Irak, redactado en 2009-2010, dormía desde hace años en una gaveta. El informe de la Cámara de los Comunes sobre la guerra contra Libia data de este verano. Ambos informes critican el alineamiento de Downing Street con la política de la Casa Blanca, primeramente bajo el mandato del laborista Tony Blair y después bajo el mandato del conservador David Cameron. En un estilo netamente británico, los autores de ambos informes ponen de relieve la inutilidad de ambas guerras y resaltan las mentiras que permitieron justificarlas. Pero no dicen ni una palabra sobre los acuerdos secretos entre Londres y Washington, ni sobre el papel del MI6 en la fabricación de esas mentiras. Los secretos deben seguir siendo secretos. En todo caso, esos informes ponen fin a la actual versión de la «relación especial» entre Gran Bretaña y Estados Unidos.

Pero los jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea parece que no han leído esos informes y no se plantearon por tanto la interrogante de saber lo que planea Londres. Algunos incluso aseguraron que los británicos acabarán renunciando a salir de la Unión Europea si los presionan lo suficiente durante las negociaciones del Brexit.

Todos advirtieron a Angela Merkel contra la organización de una segunda oleada de migrantes y repitieron que están dispuestos a aplicar las medidas ya tomadas para impedirla. Pero nadie preguntó si la primera ola de migrantes bastará para resolver el problema demográfico de Alemania o si Berlín cree que tendrá que organizar un segundo acto, como había anunciado anteriormente.

Lo cierto es que si Berlín reedita la operación de los migrantes, las amenazas de los otros 26 miembros de la Unión Europea contra Alemania no serán más que palabras al viento. El primer ministro de Luxemburgo –o sea, el sucesor de Jean-Claude Juncker en ese cargo– propuso la exclusión de Hungría, que se niega a aceptar su cuota de refugiados. ¡Curiosa manera de evitar la disolución de la UE!

Los participantes en la cumbre de Bratislava se plantean 3 proyectos [2]:

 Primeramente, en materia de lucha contra el terrorismo, poner cuidado en no permitir que cualquiera entre en Europa. Se trata de una necesidad evidente, pero eso no resolverá el problema dado el hecho que gran parte de los terroristas son… europeos. La UE sigue sin tener ningún tipo de reflexión sobre el terrorismo de masas que hoy se observa en el «Medio Oriente ampliado», ni sobre las contadas acciones terroristas que le han tocado en su propio territorio. Nadie se ha molestado en leer los libros estratégicos del Emirato Islámico (Daesh), como Administración de la barbarie, y ni ha observado por tanto que la manera actual de luchar contra el terrorismo es precisamente lo que los terroristas quieren que haga la UE.

 En segundo lugar, el proyecto de ejército común europeo se discutirá en la cumbre de diciembre. Ese proyecto recuerda el proyecto de Comunidad Europea de Defensa (CED) de los años 1950 que supuestamente uniría a Francia, Alemania Occidental (RFA) y los miembros del Benelux. En aquella época –o sea en el contexto de la guerra de Corea–, París se oponía al rearme de Alemania Occidental pero era favorable a la integración de un ejército “alemán occidental” en el seno de un ejército común. Aquel proyecto nunca llegó a concretarse porque fue rechazado en París por una alianza conformada por los gaullistas y los comunistas franceses. Hoy existe de nuevo un ejército alemán que incluso ha desplegado unidades que participan en operaciones de «mantenimiento de la paz» sin que París se oponga. En el contexto actual, caracterizado por las guerras de Siria y del Donbass, la Unión Europea finge creer que existe una amenaza de invasión rusa. Hace año y medio, la UE se dotó de una East StratCom Task, o sea un discreto buró de propaganda anti-rusa que “alimenta” a miles de periodistas con sus “informaciones”. Como en 1954, es evidente que ese proyecto responde a los deseos de Estados Unidos de enrolar a los europeos en próximas guerras. Y no sería sorprendente que ahora encuentre la oposición del Reino Unido post-Brexit.

 Para terminar, en 2017 se desarrollaría el Fondo Europeo de Inversiones Estratégicas. Ese fondo se conoce a través del «plan Juncker». En realidad es un viejo proyecto del Banco Europeo de Inversiones (BEI), institución que también tiene su sede en ese paraíso fiscal que es Luxemburgo. Ese fondo no ha hecho otra cosa que acrecentar los medios de la BEI y su burocracia. En realidad, si ha reactivado las inversiones en Europa ha sido sólo marginalmente y, paradójicamente, ha acentuado los desequilibrios. Por ejemplo, casi no intervino en Grecia, el país que más lo necesitaba, pero eso no es lo que interesa a los banqueros, que sólo ven a Grecia como un deudor.

En definitiva, la cumbre de Bratislava mostró la voluntad de los 27 miembros de la Unión Europea de no cambiar absolutamente nada. Según ellos, todo puede seguir como antes, con tal de que Alemania no traiga más migrantes. Así que Europa puede continuar su «lucha contra el terrorismo» viéndolo desarrollarse, puede seguir preparándose para seguir dócilmente las órdenes de Estados Unidos en la próxima guerra que Washington decida convocar y dejar que los banqueros decidan sobre nuestras inversiones.

[1«El Brexit redistribuye las cartas de la geopolítica mundial»; «La nueva política exterior británica», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 27 de junio y 4 de julio de 2016.

[2«Declaración de Bratislava», Red Voltaire, 16 de septiembre de 2016.