Es un acto que hace responsable a Peña de un juicio político, encuadrando la causa grave para llevarlo a cabo, en la exposición de la soberanía nacional a los pies del estadunidense; quien belicosamente amenaza a nuestro país insistiendo en que la cumplirá apenas llegue a la Presidencia de Estados Unidos de América, empezando por construir un muro a lo largo de la frontera norte, expulsar a los mexicanos que trabajan allá y cancelar los mutuos tratados. Ahora con palabras, mañana con hechos si se apodera de la Presidencia por la que va para implantar radicales intervencionismos, Trump quiere usar el poderío estadunidense para humillarnos; luego de que el peñismo le ha hecho el juego cómplice.

El neoliberalismo económico de Trump y su antiliberalismo político advierten un capitalismo de multimillonarios del neoconservadurismo antidemocrático. Y es que para los intereses publicitados por Trump, nada como el colaboracionismo de Peña-Videgaray (quien era el favorito del peñismo para imponerlo en la sucesión presidencial contra viento y marea, por lo que ambos se afiliaron con el republicano, pero les salió el tiro por la culata). La impugnada invitación servil de Peña nos mostró que tenemos una caricatura de Santa Anna, cojeando por la derecha para poner al país incondicionalmente a esos intereses y que es la renovada ideología sureña yanqui. Estamos frente a una crisis de entreguismo.

Y el periodista de la caricatura –riamos o no, como dice Gombrich– nos regala “una caricatura magistral”, del paso sobre nuestra Bandera del elefante Trump; que nos hace comprender que está a punto de precipitarse sobre los mexicanos, una nueva representación del cesarismo, vociferando contra el mundo, empezando por México con el que quiere iniciar su experimento devastador. Para esto, Peña-Videgaray le abrieron paso conscientemente, con la finalidad de que Trump se apoderara de la presidencia estadunidense, para que favoreciera aquí la postulación de Videgaray.

Ha sido, pues, una caricatura del arsenal del periodismo más combativo que ha tenido la Nación, para ejercer la crítica que rescata su función democrática directa contra la democracia representativa o indirecta cuando ésta traiciona sus fines. Una caricatura en la tradición de los “artistas que pusieron su obra al servicio de causas políticas” (Humberto Musacchio, El taller de gráfica popular, FCE). Y que puso en alto relieve lo que la opinión pública manifestó sobre la estupidez política de la invitación peñista al candidato Donald Trump; sintetizando en ella lo que pensamos y expresamos muchísimos mexicanos: que Peña se puso de puso de sirviente y usó la Bandera como tapete para darle la bienvenida a su candidato, ya que “en Estados Unidos piensan que Peña votó por el republicano” (Raymundo Riva-Palacio, en su columna Estrictamente personal, titulada “Peña engañó a Obama”, El Financiero, 6 de septiembre de 2016). Nerilicón, con su caricatura, acabó por abrirnos los ojos.

Fuente
Contralínea (México)