Al configurar su sistema, los estadunidenses adoptaron que el voto popular directo no elige el presidente, función que recae sobre un colegio electoral de 538 electores provenientes de los 50 estados y el Distrito de Columbia (la capital), que depositan los votos por el candidato que haya ganado en su estado.

En lugar de votar directamente al presidente y vicepresidente, los ciudadanos emiten sus votos para los electores, quienes son técnicamente libres de votar a favor de cualquier persona elegible para ser presidente, pero en la práctica se comprometen a votar por candidatos específicos.

En las elecciones generales, el candidato que recibe la mayoría de los votos del estado obtiene todos los votos emitidos por los electores de ese estado. De esa forma las campañas presidenciales estadunidenses se concentran en ganar el voto popular para triunfar en un estado específico, en lugar de hacer campaña para sumar el mayor número de votos a nivel nacional.

Según las normas, cada estado tiene un número de electores igual al número de sus senadores y representantes en el Congreso de Estados Unidos, aunque en virtud de la vigésima tercera enmienda, el Distrito de Columbia recibe electores como si se tratara de un estado, pero nunca más que el número de votos del estado “menos poblado”.

Asimismo, cada elector seleccionado de un estado al Colegio tiene derecho a un voto para presidente y un voto para vicepresidente. Para ser elegido, un candidato debe tener una mayoría desde 1964 de por lo menos 270 de los votos electorales emitidos para ese cargo.

Las leyes del país también señalan que en caso de que ningún candidato a la Presidencia gane una mayoría de los votos electorales, algo posible en una contienda imprevisible como la de 2016, la elección tiene lugar en la Cámara de Representantes. Igual ocurriría en caso de que ningún candidato para vicepresidente posea una mayoría de votos electorales, cuya elección hará el Senado.

Los críticos argumentan que el Colegio Electoral es intrínsecamente antidemocrático y le da a algunos estados indecisos una influencia desproporcionada a la hora de la selección del presidente y vicepresidente.

Numerosas enmiendas constitucionales para que se sustituya el Colegio Electoral por un sistema de voto popular directo fracasaron antes de ser consideradas en el Congreso.

En la actualidad, tanto Clinton como Trump tratan de asegurar el voto popular en estados que son considerados “bisagras” o indecisos y que pueden inclinar la balanza hacia demócratas o republicanos.

Existen estados donde históricamente el voto se inclinó por los azules demócratas o por los rojos republicanos, son los llamados estados seguros que sirven de base a las proyecciones de lo que hay que lograr en otras regiones donde la puja es más disputada.

Por ejemplo, California (55 votos electorales), Nueva York (29), Washington (11) y Massachusetts (12) son algunos de los estados en los que Clinton tiene un fuerte apoyo y se considera su voto asegurado.

En el caso de Trump puede tener seguro Texas (38 votos electorales), Misouri (11) y Arizona (11), pero su campaña libra una fuerte lucha en Ohio (20), Florida (29) y Wisconsin (10), que pudieran inclinarse por su papeleta.

En su análisis actualizado de la puja, el sitio RealClearsPolitics señala que la boleta Clinton/Tim Kaine tendría seguro 242 votos electorales y Trump/Mike Pence 154, mientras 142 boletas están por decidir.

Entre las boletas no decididas y que pueden ir a un candidato u otro destacan Florida (29), Ohio (18), Pensilvania (20), Wisconsin (10), Iowa (6) Misouri (10), Nevada (6), Arizona (11), Georgia (16) y Carolina del Norte (15).

Según un análisis del diario digital Politico, la exsecretaria de Estado Clinton tiene varias opciones para llegar a los 270 votos electorales necesarios, aunque sus asesores también están prevenidos ante posibles escenarios que la lleven al fracaso.

Hillary Clinton tiene muchos caminos a los 270 votos electorales, más que cualquier candidato en una generación, dijo Jeff Berman, un consultor de su campaña.

Pero, en la actualidad existe una lucha sin cuartel para vencer en Pensilvania y Ohio, dos estados donde el margen de diferencia entre ambos contendientes es crítico y que pudieran decidir quien llegará a la Casa Blanca, sin descontar Carolina del Norte, donde Clinton está al frente con apenas medio punto sobre Trump.

En Pensilvania, los asesores de Clinton creen que Trump tiene escasas posibilidades de llevarse los 20 delegados tras seis comicios presidenciales de voto a favor de los demócratas.

En general, los asesores demócratas piensan que la ausencia de una estrategia de campaña clara hace que la trayectoria de Trump hacia los 270 votos electorales sea muy difícil.

Según David Plouffe, el arquitecto de las dos victorias de Barack Obama y un asesor externo para la campaña de Clinton, la demócrata tiene en el bolsillo 269 votos electorales garantizados en este momento, lo que obliga Trump a actuar a la defensiva en Georgia, Utah y Arizona, y conservar la posibilidad de un resbalón de su rival en Colegio Electoral.

En números y en finanzas, la primera mujer con posibilidades de instalarse en la Casa Blanca está al frente. Por ejemplo, Clinton tiene posibilidades de intensificar aun más su campaña tras recaudar 143 millones de dólares en agosto, más del doble de lo que logró el presidente Obama en el último ciclo.

Según trascendidos, para apuntalar sus posibilidades, su campaña reservó 80 millones de dólares en anuncios en la Florida, Pennsylvania, New Hampshire, Iowa, Nevada, Ohio y Carolina del Norte, lo que le ayudaría a tener una vía expedita hacia los 270 votos en noviembre.

Hasta ahora, ninguno tiene en sus manos la seguridad en el Colegio Electoral, aunque la firma Moody Analytics predijo hace varios meses que el candidato presidencial demócrata capturará 270 votos electorales en 2016, superando el total del candidato republicano de 268.

Fuente
Contralínea (México)