Después de llamar a los italianos a votar «» en el referéndum, inmiscuyéndose así en nuestros asuntos internos sin que la oposición parlamentaria italiana emitiera la menor protesta, el presidente estadounidense Barack Obama confirmó a su «buen amigo Matteo» [Renzi] que Estados Unidos tiene con Italia «pactos claros, una larga amistad».

No cabe duda de que los pactos son claros, sobre todo el Pacto Atlántico, con el que Italia se subordina a Estados Unidos. El Comandante Supremo de las fuerzas aliadas en Europa es siempre un militar estadounidense nombrado por el presidente de Estados Unidos, y todos los mandos claves de la alianza están en manos de Estados Unidos.

Al término de la guerra fría, luego de la desintegración de la URSS, Washington proclamaba la

«importancia fundamental de preservar la OTAN como canal de la influencia y de la participación estadounidenses en los asuntos europeos, impidiendo la creación de dispositivos únicamente europeos que minarían la estructura de mando de la Alianza».

Por supuesto, donde Washington habla de «la estructura de mando de la Alianza», hay que entender que en realidad se refiere a la posición de mando de Estados Unidos en el seno de la OTAN. Ese concepto fue reafirmado por el secretario general de la alianza atlántica, Jens Stoltenberg, en la reciente mesa redonda sobre la «gran idea de Europa», cuando afirmó:

«Tenemos que garantizar que el fortalecimiento de la defensa europea no se convierta en una OTAN bis, que no se convierta en una alternativa a la OTAN.»

Para garantizar que eso no suceda está el hecho que 22 de los 28 países de la Unión Europea (21 de los 27, después de la salida del Reino Unido) son miembros de la OTAN, que está a su vez bajo el mando de Estados Unidos, alianza que la Unión Europea reconoce como «cimiento de la defensa colectiva».

La política exterior y militar de la Unión Europea está así fundamentalmente subordinada a la estrategia estadounidense, sobre la que convergen las potencias europeas cuyos conflictos de intereses pasan a un segundo plano cuando entra en juego su interés fundamental: mantener la dominación de Occidente –cada vez más tambaleante ante el surgimiento de nuevos actores estatales y sociales. Basta con detenerse a pensar que la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), fruto del entendimiento estratégico entre China y Rusia, dispone de recursos capaces de convertirla en el área de integración económica más grande del mundo.

En el marco de la estrategia de Estados Unidos y la OTAN –según documenta la propia Casa Blanca–, Italia se destaca como «aliado sólido y activo de Estados Unidos». Así lo demuestra el hecho que «Italia alberga más de 30 000 militares y funcionarios civiles del Departamento estadounidense de Defensa en diferentes instalaciones existentes por todo el país».

Italia es, al mismo tiempo, «socio de Estados Unidos para la seguridad mundial», ya que proporciona fuerzas militares y financiamiento para una amplia gama de «desafíos»: en Kosovo, Afganistán, Irak, Libia, Siria, así como en el Mar Báltico y en otras áreas, donde quiera que haya estado o que se encuentre implicada la maquinaria de guerra EEUU/OTAN.

Hay otro ejemplo que confirma la naturaleza de la relación entre Estados Unidos e Italia: probablemente el próximo 8 de noviembre, van a llegar a la base de Amendola, en la región italiana de Apulia, los 2 primeros ejemplares de los 90 aviones de guerra F-35, fabricados por la compañía estadounidense Lockheed Martin, que Italia se comprometió a comprar.

El costo de la participación italiana en el programa F-35, sólo como socio de segundo nivel, aparece oficialmente cuantificado en la Ley de Estabilidad de 2016: 12 356 millones de euros provenientes de los fondos públicos, más otros gastos que habrá que destinar a las continuas modificaciones que necesitará este avión de guerra, que ni siquiera es todavía plenamente operativo y necesitará constantes actualizaciones.

A pesar de ello, confirma el sitio web especializado Analisi Difesa, Italia tendrá una «soberanía limitada» sobre los F-35 de su propia fuerza aerea. Una ley estadounidense prohíbe que los programas informáticos de gestión de los sistemas de combate de esos aviones se transfieran a otras partes. Eso significa que Estados Unidos tendrá bajo su control los F-35 de la fuerza aérea italiana, aeronaves concebidas para el uso de las nuevas bombas nucleares B61-12 que el Pentágono planea desplegar contra Rusia, para sustituir las actuales B-61, en nuestro territorio «nacional».

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio.