Hemos tenido 67 individuos en ese poder casi, casi, absoluto. En plural lo de “la dictadura perfecta” que nos imputó Mario Vargas Llosa. Desde Miguel Hidalgo y sobre todo desde José María Morelos y Pavón, revoluciones y constituciones buscaron implantar el republicanismo y la democracia representativa, sustentada en el poder del pueblo; pero el poder de un sólo hombre las ha saboteado y traicionado al pueblo. Excepcionalmente, diputados y senadores han cumplido con su deber político. Con Enrique Peña Nieto padecemos nuevamente el problema de un sólo hombre, con las complicidades del Congreso y la cúpula del Poder Judicial: la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Los tres poderes, directa e indirectamente ejercidos por un sólo hombre y sus alfiles y peones, para hacer del patrimonio nacional un botín, al amparo de la corrupción y la impunidad. Y ante los abusos de las cúpulas, manipulando al Estado, utilizan al gobierno y devastan a la sociedad por un presidencialismo a la Santa Anna, otra vez aparece el fantasma del resurgimiento de un levantamiento nacional.

Existen registros de los abusos y perversidades de Santa Anna, cuando para obtener más recursos –cuya mayor parte se robaba– decretó impuestos sobre ventanas, puertas, perros y gatos (menos para las ratas, sus santas patronas). Medidas “pestíferas” y con más palabras de Maquiavelo, “la multitud, fastidiada por su (mal) gobierno, se levantó y lo derrumbó”. Como ahora Peña –el nuevo Santa Anna–, por haber dejado en la mano visible de la total privatización y del mercado libre el aumento de los precios, como a los tiranos, por “su vituperable acción” es ya odiado (Nicolás Maquiavelo: Discursos sobre la primera década de Tito Livio); y el malestar social es incontenible (¿será cierto lo de la reencarnación? Consultar el ensayo de Michel Delahoutre, en el Diccionario de las Religiones, editorial Herder). Y para una investigación histórica del vil Santa Anna, los tres volúmenes de Enrique González Pedrero: País de un solo hombre: el México de Santa Anna (FCE). La copia o reencarnación de Peña Nieto salió corregida y aumentada autoritariamente con la consigna monárquica de “después de mí el diluvio”. Peña ha desgobernado al país. Y ante las amenazas ya cumplidas de Donald Trump, nuestro resucitado Santa Anna se apura para colaborar a la devastación.

Prácticamente tenemos una dictadura, en donde las élites políticas y económicas, con la entrega a los inversionistas nativos y extranjeros, se abalanzan para despojar a la Nación de sus mermadas riquezas naturales: minería, petróleo, electricidad, gas, agua potable… como delincuentes cómplices del narcotráfico y la sangrienta y pavorosa inseguridad, que tienen sitiados a más de 120 millones de mexicanos que no tienen otra opción que la abierta oposición “de los pueblos libres, que surgen de estar oprimidos o de sospechar que pueden llegar a ser oprimidos” (Maquiavelo, dixit). Trump desde afuera y Peña desde dentro, son una pinza; la soga al cuello de México, que debemos quitarnos cuanto antes. Ya no basta con resistir, protestar o reclamar. Si todo queda como ahora en conflictos que están siendo administrados por Peña, entonces nos esperan, para mañana, para hoy mismo, días-años de un terrible desastre dramáticamente trágico.

Peña le abrió las puertas a Trump y éste, con su desbordado odio a los mexicanos, ha iniciado una nueva invasión antieconómica, aprovechándose de que Peña, mal gobernante, está preso del pánico; pues odiado por el pueblo no cuenta con la capacidad para hacer valer sus llamados a la unión para enfrentar otra acción como la de 1847, cuando Santa Anna fue despreciado por el pueblo, al saber que era el responsable de la invasión militar. Y de haber entregado la mitad del territorio. Le falta a Peña-Santa Anna imponernos impuestos por tener más de una puerta, un perro, una ventana y un gato. Su “gasolinazo” es, con el estancamiento económico y la inflación, la vía libre al neoliberalismo económico del capitalismo salvaje. Los mexicanos debemos considerar que vivimos tiempos “contrarios que se nos pueden venir encima y qué dirigentes necesitaremos en estos tiempos adversos”, por la reencarnación de Santa Anna en Peña Nieto.

Fuente
Contralínea (México)