Expansionismo criollo, halcones y la doctrina Portales IV

Técnicamente hablando, en el argot militar, la primera “invasión chilena”, fue cuando las tropas chileno-argentinas de San Martín, desembarcaron en la bahía de Paracas, en la mañana del 8 de septiembre de 1820; cuando las costas peruanas, eran dominadas ya por la armada anglo-chilena, al mando del almirante inglés Lord Cochrane, este desembarco de las tropas que constaba de 4,642 hombres, aproximadamente 4,000 chilenos y solo 600 argentinos, desde 26 buques todos bajo bandera chilena.

Estas tropas “independentistas” rodearon en una operación “alicate” desde Pisco al sur y Huaura, al norte de Lima, a la montonera indígena y negra que rodeaban Lima, haciéndolos desistir de “entrar a la ciudad” en la búsqueda de una revancha histórica contra la criollidad y la población hispana. Al fin el 10 de julio de 1821, a las 7.30 de la noche, el General San Martín, acabando con el “sitio” de la capital entró y ocupó la plaza de Lima.

Y digo que “técnicamente” fue una invasión chilena, porque además de que la mayoría de la soldadesca era chilena, los signos y símbolos eran también chilenos, además que la mayor parte de los costos de la expedición recayeron en el gobierno de Chile, los recursos argentinos no llegaron porque el gobierno nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata fue disuelto. Y para remate, Bernardo O’Higgins, como director Supremo del país del sur, nombró, es decir encargó al general José de San Martín como jefe del ejército en su mayoría chileno y al marino escocés y lord de la corona inglesa Thomas Alexander Cochrane comandante de la flota naval. De esta forma se conforma el “ejército libertador” del Perú, denominado así por decreto supremo del Congreso de Chile el 19 de mayo de 1820.

Esto delata claramente, que la intención del ejército chileno-argentino, era ocupar el Virreynato del Perú y “liberarlo” de la monarquía española, con la intención nada clara de San Martín de implementar una monarquía “independiente” en todo el cono sur, “impuesta por las armas”, que fue su propuesta en la conferencia de Punchauca. Al parecer este plan de manejar una monarquía desde Chile, que dominara los territorios recién liberados de Perú, Argentina y Chile, era la intención del “inmediato superior”, quien nombró Jefe de las tropas terrestres a San Martín y de la armada a Lord Cochrane: Bernardo O’Higgins. Un audaz plan estratégico del imperio británico. Plan que fracasó por el liberalismo antimonárquico de las oligarquías mercantiles del Río de La Plata, de Santiago y, por supuesto, de Lima. Aunque no es el tema de este artículo, es necesario dejar estos datos como antecedentes, que profundizaremos en otras entregas.

Sobre este antecedente y sobre la tendencia histórica que sostenía el imperio británico, al parecer, ningún historiador peruano o chileno lo han tratado, porque sospechamos que ha sido ocultado, por los interés mutuos de las oligarquías criollas de ambos países; pero no tengo la menor duda que es la única base de sustentación de la denominada “Doctrina Portales”; puesto que Chile esperó los 10 años posteriores a la “independencia” para volver a la carga, esperaron a que madure la anarquía “peruana” (país “independiente” que en un momento prácticamente se disolvió, con 7 presidentes a la vez, en un territorio totalmente desmembrado) y apenas se fue del Perú el general Bolívar en octubre de 1826, y poco después su ejército granadino, Chile empezó nuevamente su demanda por más territorio, puesto que hasta hoy sectores de la burguesía criolla y de sus FFAA, que creen que les corresponde con toda justicia y coherencia. Fue Diego Portales el que plantea la invasión y la hegemonía económica y comercial en el Pacífico. Entre 1830 y 1837 Portales ocupó los puestos de Comandante General de la Armada, Ministro del Interior y Relaciones Exteriores y Ministro de Guerra y Marina durante las presidencias de José Tomás Ovalle, Fernando Errázuriz y José Joaquín Prieto. Plantea claramente su “doctrina expansionista”, para ocupar los territorios que “justamente le corresponderían” a Chile, en carta que fuera dirigida a su compatriota Manuel Blanco Encalada a quien lo nombraría jefe de la expedición que invadirá el Perú con el fin de destruir la recién creada Confederación Peruano-Boliviana. Blanco Encalada participó en 1822 con “las fuerzas libertadoras” del Perú y llegó a ser, nada menos que el comandante de la naciente Marina de Guerra del Perú; en 1826 fue electo provisoriamente como Presidente de la República de Chile, siendo el primero en ocupar dicho sillón; posteriormente participó en 1836 en el Ejército Unido Restaurador durante la guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana. Como general en jefe de la primera expedición firmó la Capitulación de Paucarpata en Arequipa donde se rindió ante las fuerzas del Mariscal Andrés de Santa Cruz. Luego vinieron los arrestos guerreros y victoriosos del general Manuel Bulnes quien el 20 de enero de 1839 vence en la batalla de Yungay a las tropas de la Confederación Peruano-Boliviana, al mando de Andrés de Santa Cruz.

Más argumentos y “coherencia histórica” para que la oligarquía criolla chilena se crea dueña de Arica y Tarapacá, además de Antofagasta, no hemos podido encontrar. Pero son suficientes.

La doctrina Portales es fundamentalmente un documento anti-quechua-aimara, aunque el tenor de la carta no hace explícita tal caracterización, por razones obvias. Portales se cuida bien de hablar curiosamente de “superioridades raciales y de calidad de las clases gobernantes peruanas” (de los criollos obviamente) y de alabar abundantemente al mestizo Santa Cruz. Por lo que la Confederación Peruano-Boliviana “no podía ser tolerada por Chile”, lo que equivaldría al suicidio de Chile como nación –o el cierre definitivo y para siempre del “plan estratégico” que tejieron pacientemente desde 1810 en adelante, y cuyo instrumento organizativo fue la “Logia Lautaro” fundada en las Cortes de Cádiz- pero digitada desde Londres por Francisco de Miranda. Entonces destruir la alianza de Perú y Bolivia y “desaparecerla para siempre jamás del escenario de América”, le daría a Chile acceso a los abundantes recursos naturales peruanos y bolivianos y proseguir con el plan inicial, con lo que según Portales se lograría la “segunda independencia de Chile” con su consolidación económica, y logrando quebrar la superioridad comercial del Perú, en el escenario económico y político del Pacífico. Este último objetivo es el que según Portales, Chile precisa para dominar para siempre en el Pacífico, postulado que es hasta hoy la herramienta principal de la burguesía criolla chilena, que dicho sea de paso, es la única clase dirigente del cono sur que tiene muy claro y elaborado su proyecto nacional de Estado falsamente “unitario” y criollo hegemonista; proyecto que para subsistir y potenciarse necesita expandirse territorialmente e imponer su hegemonía en la subregión. Y es que la “doctrina Portales” solo se puede fundamentar en el derecho de conquista e invasión...que comenzaron Francisco Pizarro y Diego de Almagro en 1535 y posteriormente remataron con la estrategia de crear países criollos “independientes”, excluyendo a las demás naciones. Toda la historia de la llamada “Conquista española” e “Independencia criolla” es funcional a la usurpación de los territorios y riquezas naturales y al exterminio, de las que fueron las naciones indígenas principalmente Quechuas, Aimaras y Mapuches (que a propósito, hoy en día sus demandas por autonomía y libre determinación le significan el peor dolor de cabeza al Estado chileno y el punto débil de su estrategia expansionista).

Este análisis étnico-nacional, es el único que puede dar coherencia y efectividad a las reclamaciones territoriales del Perú (a pesar de la claudicación de Ollanta por la recuperación de Arica y Tarapacá) y de Bolivia por su demanda marítima, cualquier otro tipo de análisis, fundamenta más y se hace cómplice y “rabera” de la "doctrina Portales", que es la única doctrina coherente de los criollos colonialistas de ambos países. Es decir, le hacen el juego al Chile expansionista, tal como le hacen de concubinas los empresarios “peruanos” que entran en sociedad con los capitales chilenos de los “malls-supermercados”, las industrias, minas, y su super-empresa aérea (LAN), sometiéndoseles, en vez de entrar en abierta competencia, puesto que las oligarquías criollas de Perú, Chile y Bolivia son desde la “conquista” buenos y convenidos socios, que temen que el “Estado plurinacional” que han impuesto en Bolivia, las naciones indígenas, se expanda a Perú y Chile, como ya ha ocurrido con Ecuador. Esta “doctrina del Estado plurinacional” es el único antídoto para frenar la “doctrina” criolla de Diego Portales que sustenta el expansionismo territorial chileno y el consiguiente hegemonismo criollo colonialista en el cono sur y los intereses imperialistas anglosajón.