Ante la “avalancha” de refugiados por guerras para controlar recursos energéticos, por venta de tierras comunales a compañías extranjeras y a las calamidades del efecto invernadero y de la explosión demográfica por falta de educación y del adecuado control, es conveniente reflexionar sobre lo sucedido en menos de un siglo.

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo publica cada año un informe sobre la situación de los habitantes del planeta. Se impone hablar menos de cooperación con “el tercer mundo” y preguntarnos por qué los pueblos del Sur pasan hambre de alimento, de salud y de educación. Es tarea de los gobiernos controlar las injusticias de los poderosos y formar a los ciudadanos en una conciencia social básica. Lo que no hagamos en justicia nos será arrebatado por la fuerza, o mediante el terror.

En el informe de 1998, ya denunciaba la ONU que el 18 por ciento de la población del planeta controlaba más del 80 por ciento de los recursos de la tierra, mientras que el 20 por ciento más pobre sólo tenía acceso a un 1 por ciento de esos bienes.

Más de mil millones de habitantes del planeta sobreviven con menos de un dólar al día, y unas 30 mil personas mueren de hambre cada día. En la cumbre de la ONU celebrada en Nueva York el año 2000, los Estados miembros se comprometieron a reducir a la mitad el número de menesterosos en 2015, pero a los 15 años de esa cuenta atrás, poco se ha hecho para cumplirlo.

Con el avance tecnológico actual, señalaba el informe, “la persistencia de esta plaga es irracional, inaceptable y vergonzosa”. Se calcula que para librar ese combate harían falta unos 50 mil millones de dólares anuales. No sólo la miseria, sino el ahondamiento de las diferencias entre clases, sociedades y hasta naciones del planeta constituyen una bomba de relojería que no precisa de ninguna ideología fundamentalista para explotar en el mundo desarrollado. Una minoría harta y una mayoría que la contempla a través de los medios de comunicación, no pueden convivir sin graves problemas.

El hambre del mundo son 900 millones de estómagos vacíos, la mayoría localizados en Asia y África, según el último informe de la ONU. El número de personas desnutridas crece cada año en unos 7 millones, lo que autoriza a la FAO a diagnosticar una clara “recesión en la guerra contra el hambre”. Todavía es mayor la cifra de los que viven en situación de extrema pobreza, que supera los 1 mil millones.

Ya en el informe del PNUD de 1998, se declaraba que el gasto para cubrir estas necesidades básicas supondría 40 mil millones de dólares anuales, durante 10 años, en los países empobrecidos del mundo. Enseñanza Básica para todos: 6 mil millones. Salud reproductiva para todas las mujeres: 12 mil millones. Salud y nutrición básicas: 13 mil millones. Agua y saneamiento para todos: 9 mil millones.

Para conseguir estas cifras, hoy elevadas a cerca de 100 mil millones al año, el informe denunciaba que en un año, en 1997, se habían efectuado estos gastos: cosméticos en Estados Unidos 8 mil millones; helados en Europa 11 mil millones; perfumes en Europa y Estados Unidos 12 mil millones; alimentos animales domésticos Europa y EU 17 mil millones; cigarrillos en Europa 50 mil millones; bebidas alcohólicas en Europa 105 mil millones; drogas estupefacientes 400 mil millones; gasto militar en el mundo entonces, 780 mil millones.

Baste recordar que, sólo en EU, se ha más que duplicado el gasto militar desde esa fecha con los resultados que todos padecemos. No tenemos más que traducir estas cifras a la situación actual, contando que la población ya alcanza los 7 mil 500 millones de seres humanos. Recordemos que en 1914, al estallar la Gran Guerra, se calculaba que la población del planeta no superaba los 1 mil 500 millones de seres humanos

Al presentar a la opinión pública el informe, la ONU lo calificó de “información subversiva”, que es preciso considerar para poder subvertir un orden social injusto.

Fuente
Contralínea (México)