Pero, si en algo se convirtió esta cumbre nevada durante el reciente encuentro, es en una suerte de representación -no simulada- de un nuevo orden mundial que viene a desbaratar los equilibrios de poder establecidos desde el siglo XX. El mundo ha dado más vueltas de las acostumbradas en cuestión de meses: Reino Unido ha decidido irse de la UE y Donald Trump se ha convertido en presidente de Estados Unidos. Difícil digestión.

Este terreno movedizo e impredecible en que reposa el siglo XXI viene acompañado de no pocas contradicciones: el último gran defensor de un mundo sin barreras comerciales que aterrizó (por primera vez en sus años de mandato) en Davos fue, paradójicamente, el líder del gigante comunista, Xi Jinping, que ofreció una apasionada defensa del libre comercio y la globalización. “Algunos culpan a la globalización por el caos en nuestro mundo, pero nuestros problemas no son causados por la globalización. […] No habrá ganadores en una guerra comercial. Seguir el proteccionismo es como encerrarse uno mismo en un salón oscuro: puede que evite el viento y la lluvia, pero también se quedarán afuera la luz y el aire”, señaló el presidente chino.

Esto sucede en paralelo a la toma de posesión de Trump -defensor de desechar las actuales reglas del libre comercio- como presidente de Estados Unidos -el hogar del capitalismo-. “El evento de Davos ha ofrecido un anticipo de lo que podría ser esa nueva realidad política, en la que los defensores de la globalización tengan que mirar a Pekín y no a Washington, al menos mientras Trump siga en la Casa Blanca”, escribe el editor de la BBC Kamal Ahmed. Irónico, cuando menos.

Un desbarajuste al que se suma la salida de Reino Unido del mercado único. ”El camino por delante será en ocasiones incierto, pero a la vez nos llevará a un futuro más prometedor”, manifestó en Davos la primera ministra británica, Theresa May. ”Los británicos eligieron un camino audaz y ambicioso para crear un Reino Unido verdaderamente global”, explicó, descartando que el referéndum del Brexit sea un intento de debilitar las relaciones con la UE. Y afirmó que su país asumirá un nuevo papel de liderazgo como el defensor “más fuerte y enérgico” de los negocios, los mercados libres y el libre comercio en el mundo.

Llama la atención que uno de los principales focos de debate del club de poderosos de Davos fuera la desigualdad. “La combinación de desigualdad económica y polarización política amenaza con amplificar los riesgos globales, erosionando la solidaridad social sobre la que descansa la legitimidad de nuestros sistemas políticos y económicos”, advierte el Foro Económico Mundial en su Informe de Riesgos Globales 2017. En efecto, las amenazas de índole meramente económica han cedido el primer plano en términos de probabilidad a los eventos climáticos extremos, las migraciones involuntarias a gran escala, los ataques terroristas, los eventos masivos de robo y fraude de datos.

Otros desafíos, como la automatización del empleo, también ocuparon buena parte de las conversaciones. El gran salto impulsado por la era digital está transformando nuestra forma de vivir y de trabajar. Y, si no nos preparamos para esta cuarta Revolución industrial, su impacto social será mucho mayor que el de todas las anteriores. Según el informe del Foro, en solo cinco años se perderán 5 millones de puestos de trabajo. Los investigadores de Davos saben que las empresas son las primeras que deben reinventarse si no quieren perder el tren del progreso.

La incertidumbre que se respiró en Davos no fue menor. ¿Algo se está removiendo en las élites mundiales?

Fuente
Contralínea (México)