Caborca, Sonora. Las historias de “arreglos” entre las policías municipales, estatales y federales –e, incluso, las Fuerzas Armadas– siguen documentándose a lo largo del desierto sonorense.

Más evidencias, pruebas e investigaciones –periodísticas y académicas– parecen provocar ya poco asombro entre los lectores de ambos lados de la Frontera internacional México-Estados Unidos. Algunos relatos concluyen con “final feliz”: de castigo a los culpables… Pero en la mayoría de los casos, los protagonistas sólo permanecen en la polémica por unas cuantas semanas y, cuando surge un nuevo escándalo, son olvidados. Así siguen con sus actividades cotidianas de traslado de cargas en coches oficiales o privados hasta que son pillados de nuevo y desaparecen por unos días del escenario público. La historia se repite. La impunidad es la norma.

Los propios diarios de la región reportan a decenas de agentes y comandantes que han caído por traslado de droga. El caso más sonado en el sexenio pasado fue el de Lázaro González Cruz, jefe de escoltas del propio gobernador, y el de Ramón Tacho Verdugo, jefe de grupo de la Policía Estatal, asesinado también después, entre otros de menor relevancia.

Específicamente en Caborca se encuentra el caso del expolicía, madrina y guarura Humberto Cantón Pradel, detenido y llevado directo hasta el penal de Almoloya, quien ya anda libre pero el Semanario Zeta aseguró que es jefe de un grupo de narcotraficantes. En realidad, según la información recabada, es quien hacia arreglos con la representación del Ministerio Público Federal en Caborca y los jefes policiacos. También se le ha acusado de distribuir entre los tirantes cocaína para comercializarla en el municipio.

El final de 2016 y lo que va de 2017 en Caborca ocurrieron decomisos de droga, inclusive la información ha tenido impacto a nivel “nacional”… pero “no hay detenidos” en ninguno de los casos.

La “temporada”, como en el caló del narco se llama al periodo más activo de trasiego de drogas, inicia a finales de noviembre. Llega a la Frontera proveniente de los altos de Sinaloa, la sierra tarahumara de Chihuahua y la sierra alta de Sonora, principalmente.

En esta ciudad de Caborca se distribuye una cantidad ínfima. Aquí en realidad se almacena y desde aquí se introduce a Estados Unidos. Apenas pasando la línea internacional, su precio puede alcanzar los 1 mil dólares la libra, según su calidad. Para consumo local sólo dejan el guarumo o mota vieja, restos de la temporada pasada, que termina en agosto y abril respectivamente.

Claro que la droga pasa todo el año, pero es en esos periodos que se intensifica su trasiego, pues tienen que pagar a los que les soltaron la mota para que vuelvan a sembrar. Hasta en eso los esquilmados de esta industria son los últimos eslabones de la cadena, pues quienes la siembran deben darla “fiado” a los jefes distribuidores. A veces ellos mismos roban a los burreros (quienes la pasan caminando por el desierto) para justificar no pagarles a los campesinos.

A principios de año en esta ciudad de Caborca, en Sonoyta y en Saric ocurrieron sendos decomisos de marihuana que la Policía Estatal anunció con bombos y platillo, mencionando la colaboración que hay con el Ejército Mexicano para realizar operativos. Los decomisos fueron apenas significantes, pues no sobrepasan entre los tres ni los 200 kilos de mota. Ni un pelo al gato, cuando el trasiego en la zona rebasa los cientos de toneladas por cada “temporada”.

Un kilo de mota en las calles de Sonora apenas rebasaría los 4 mil pesos. Las ganancias para los narcomenudistas apenas llegarían a los 1 mil pesos.

El cártel de Sinaloa es quien domina este territorio, según productores consultados; pagan precios abusivos por la mota cosechada en el Triángulo Dorado: no más de 300 pesos por kilo a los campesinos que se arriesgan a sembrar y vivir de ello.

El dinero casi nunca lo ven, pues para sembrar siempre se endeudan, ya que los jefes de zona del cártel generalmente les pagan en especie, víveres, fertilizantes, bebidas alcohólicas; y droga (cocaína y cristal), vehículos y también armas.

Esto ha permitido que en pueblos de la sierra la drogadicción repunte a cifras alarmantes, un fenómeno que antes no ocurría, pues toda la mercancía tenía como destino Estados Unidos. Y el monopolio de un sólo grupo (el cártel de Sinaloa) ha hecho que los sembradores, con el señuelo de riqueza fácil, se vayan con la finta y reciban sólo pequeñas cantidades de dinero y no las ganancias soñadas.

Muchos de los campesinos ya no se dedican sólo a atender su siembra, sino que también siembra en otras tierras donde le indica el patrón. Se contratan como “jornaleros” acasillados, tal y como antes de la Revolución. Muchos terminan convirtiéndose en parte de fuerzas de choquen, un ejército privado. Para que luego se anden alquilando como sicarios –sobre todos los jóvenes– sólo falta un paso. La mayoría lo da. Cientos de muchachos son capaces de todo por droga, armas o carros: secuestrar, levantar, asaltar y ejecutar a quien le estorba a los jefes.

La propia información pública de la Policía Estatal de Seguridad Pública (PESP) de Sonora da cuenta de la colusión entre delincuentes y autoridades.

El pasado 21 de enero, oficiales de la PESP aseguraron 11 paquetes con droga dentro de un vehículo impactado en el municipio de Caborca. El conductor “se dio a la fuga”. La droga arrojó un peso aproximado a los 13.7 kilogramos. De haber sido distribuida en el narcomenudeo equivaldría a más de 27 mil dosis con valor superior a los 500 mil pesos.

Sin más, informan que el conductor se les fugó, cuando los oficiales supuestamente están entrenados para persecuciones de alta velocidad; y si el conductor se estrelló, ¿no pudieron seguir su rastro luego de que se bajó del vehículo?

En otros hechos ocurridos dos día antes, elementos de la PESP y de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) realizaron operativos conjuntos en Sáric, Sonora. En la región fronteriza del desierto lograron el aseguramiento de 97.3 kilogramos de droga. Por supuesto tampoco hubo detenidos.

En Sonoyta también se realizó un decomiso similar. Igualmente, en Sasabe, municipio de Saric, escondidos entre el monte fueron encontrados 130 kilos en el primero y 43 en el segundo. En ninguno de los casos hubo detenidos.

Estos insignificantes decomisos “sin detenidos” sirvieron para justificar y ensalzar el trabajo los policías de la región.

No son los únicos hechos extraños que involucran a las autoridades. Hace algunas semanas en Caborca se cometió un crimen en una reyerta entre burreros. Ellos vivían en una casa donde se guardaba droga, curiosamente no acudió la Policía Estatal Investigadora como es su deber, sino la municipal a dar fe del hecho como ayudantes del Ministerio Publico y preservar la escena del crimen.

En esa casa se guardaba droga y era alojamiento de burreros. Las autoridades no aseguraron la casa ni revisaron nada. Sólo dieron fe del crimen y se retiraron, algo nunca visto cuando se comete un crimen.

Mientras, sigue la sospechosa cifra de encuentros “casuales” de costales y paquetes con droga, “sin detenidos”. Y todos ellos, en pequeñas cantidades. También los jefes policiacos sifuen adquiriendo casonas y carros de lujo.

En las entrevistas realizadas para este trabajo, se habla de que el “costo de la plaza” en Caborca es de aproximadamente 50 mil dólares cada mes.

El encargado de despacho de la Comisaria Municipal de Caborca comandante Moisés Ramos Meza y su personal operativo, cerraron y al mismo tiempo iniciaron el año con gran actividad en el tema del narcomenudeo, realizando importantes aseguramientos de droga tanto de marihuana como de cristal, según informaron el pasado 17 de enero los medios locales.

La primera de las acciones se realizó por la carretera las calabazas cuando, a través de una “denuncia anónima”, el Centro de Comunicación, Cómputo, Control y Comando alertó a las unidades en servicio de unas personas que cargaban unos bultos en sus espaldas, los cuales fueron localizados caminando en forma paralela a las vías del ferrocarril. Al verse descubiertos emprendieron la huida entre el monte dejando abandonados los bultos, los cuales arrojaron un peso de 75 kilogramos de una hierba verde y seca con las características de la marihuana. Por supuesto, “no hubo detenidos”.

Fuente
Contralínea (México)