Los alanistas de oposición cuestionan al alanismo oficialista

Dolidos en el fundillo y hasta hoy incrédulos que les pudiera haber pasado que les cayó la quincha en el democrático “congreso” del 7 y 8 de julio en la Av. Alfonso Ugarte 1012, los alanistas de oposición siguen rumiando ante tribunales su rabia contra los escuderos actuales de Alan García Pérez.

No tuvo otra opción el ex presidente García que encargar al legislador Elías Rodríguez la secretaría general. El señor de marras es muy controvertido porque se le reputan juntas non sanctas en Trujillo. Los alanistas de oposición, muy activos ellos, han denunciado que Rodríguez recibió dádivas. Creo que el aludido ya tiene 10 años en el Establo de Plaza Bolívar, deviene notable que hoy recién descubran esos fondos extraños.

No sólo eso. Cuando Elías Rodríguez fue presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso, el 2015, clamó por todos los medios posibles por la aprobación urgente del Tratado Transpacífico sin discusión ni análisis ni ¡nada! La seriedad antimperialista de este caballero está en tela de juicio por su irresponsabilidad e ignorancia. ¿Olvidaba acaso que la Constitución ordena escrutinio de tratados que tengan que ver con cambios en la economía y tributación del país?

Los alanistas de oposición han cumplido ¡4 días! de martirologio. Han salido a las calles a protestar y gritar que el congreso fue “nulo”. Durante 30 o más años fueron parte de la maquinaria aplanadora, fautora de trampas y engañifas, deslealtades y traiciones que yugularon la voz de las bases y cualquier cuestionamiento a los virreyes capitaneados por Alan García Pérez (entre los que estaban los más conspicuos hoy alanistas de oposición) sepultando toda democracia a la buena y no pocas veces a la mala.

¿Qué autoridad moral tienen los alanistas de oposición, sin excepciones, para fungir de líderes en contra de la manada alanista? ¡Ninguna!

Desde cuando en 1979, octubre, se hizo la trampa haciendo ganar la candidatura presidencial para el comicio de 1980, de Armando Villanueva del Campo y postergando a Andrés Townsend Ezcurra, la destrucción del Apra se hizo manifiesta e irreversible porque un inescrupuloso tomó las riendas e hizo de un gran partido una chacra plena en miseria moral y desprovista de la limpieza y decencia que fueran sus características ciudadanas más importantes. Con errores o sin ellos, a los apristas se les conocía como gente honesta.

A nadie es extraño que esta involución tuvo –y tiene- nombre propio: Alan García Pérez. Y recordemos que el 2016 aquél sacó con favores el 5.8% de votos. Por eso fue bautizado como el Sr. -6%.

¿Hay chance de rescatar al Apra de tanto infortunio? No lo sé. Cualquier solución pasa por el alejamiento o expulsión definitiva del palurdo megalómano que destruyó la imagen y figura de Víctor Raúl Haya de la Torre para inflar la suya. Y las consecuencias son pesarosas: la ciudadanía cree que los apristas son vulgares rateros. Esa “hazaña” la obtuvo el despreciable que aún cree manejar lo que ya no existe.

Tomar a lo serio cosas del Perú decía el gran González Prada.