La Gran Asamblea Nacional de Turquía adoptó, el 20 de julio de 2017, una ley que prohíbe a los diputados insultar la gloriosa historia turca con la mención de palabras como «genocidio armenio», «Kurdistán» y «regiones kurdas».

Al parecer todos saben –entre los miembros del AKP (el partido del presidente turco Erdogan) y del MHP (Partido de Acción Nacionalista)– que los «acontecimientos de 1915» no duraron de 1895 a 1895 y de 1915 a 1916; que no afectaron a todos los no musulmanes sino sólo a algunos traidores que se habían aliado con Rusia y que a veces, de forma colateral, también afectaron a sus familias. Y que tampoco costaron la vida a casi un millón y medio de personas sino a… muy pocos. Y que todos los parlamentos del mundo que se han atrevido a reconocer la existencia del genocidio perpetrado contra los armenios son enemigos del pueblo turco, descendiente del lobo de las estepas [1].

Además, el supuesto Kurdistán, reconocido en el Tratado de Sevres al terminar la Primera Guerra Mundial, nunca existió. Por cierto, años más tarde la conferencia de Lausana renunció a él y hoy no existe en Turquía sino sólo en Irak. Y hablar de «regiones kurdas» en Turquía es absurdo porque, aunque hay kurdos en algunas regiones de Turquía, esas personas son ante todo de nacionalidad turca.

Cuando los turcos colonizaron a los árabes, cerraron las escuelas para asegurarse de que no hubiese levantamientos. Parece que ahora el sultán Erdogan quiere evitar la oposición en el parlamento excluyendo palabras de la lengua turca y del cerebro de los diputados.

[1«La Turquía de hoy continúa el genocidio armenio», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 30 de abril de 2015.