INTRODUCCIÓN - VIENTO EN NUESTRAS VELAS

Señor presidente, señoras y señores diputados al Parlamento Europeo,

Cuando comparecí ante ustedes en esta misma fecha el año pasado, el discurso que tuve que pronunciar fue algo más sencillo.

Era evidente para todo el mundo que nuestra Unión no gozaba de buena salud.

Europa se encontraba vapuleada y magullada después de un año que sacudió nuestros cimientos.

Solo teníamos dos opciones: agruparnos en torno a una agenda europea positiva o replegarnos cada uno a nuestro rincón.

Ante esta alternativa, yo defendí la unidad.

Propuse una agenda positiva que contribuyera a crear —como dije el año pasado— una Europa que proteja, empodere y vele por su seguridad.

Durante los últimos doce meses, el Parlamento Europeo ha contribuido a hacer realidad esa agenda. Cada día que pasa, avanzamos. Ayer por la noche, sin ir más lejos, estuvieron trabajando para llegar a un acuerdo sobre los instrumentos de defensa comercial y para duplicar nuestra capacidad de inversión europea.

Quiero también dar las gracias a los 27 dirigentes de nuestros Estados miembros. Días después de mi discurso del año pasado, acogieron favorablemente mi agenda en la Cumbre de Bratislava. Con ello, optaron por la unidad. Se movilizaron en torno a lo que nos une.

Juntos, demostramos que Europa podía servir a sus ciudadanos en los momentos y en las cuestiones importantes.

Desde entonces, hemos ido ganando impulso de forma lenta pero segura.

A ello ha contribuido que las perspectivas económicas jugaran a nuestro favor.

Nos encontramos ahora en el quinto año de una recuperación económica que finalmente llega a todos y cada uno de los Estados miembros.

El crecimiento de la Unión Europea ha superado al de los Estados Unidos en los últimos dos años. Actualmente, se sitúa por encima del 2 % para la Unión en su conjunto y en el 2,2 % para la zona del euro.

La tasa de desempleo está en el nivel más bajo de los últimos nueve años. Durante este mandato, se han creado casi 8 millones de puestos de trabajo hasta la fecha. Hay más personas que nunca trabajando en la UE: 235 millones de personas ocupadas.

La Comisión Europea no puede atribuirse todo el mérito. Aunque estoy seguro de que si se hubieran perdido 8 millones de puestos de trabajo se nos habría echado la culpa.

Pero las instituciones europeas han contribuido a que rolara el viento.

Podemos atribuirnos el mérito de nuestro Plan Europeo de Inversiones, que ha movilizado hasta la fecha inversiones por valor de 225 000 millones EUR y ha concedido préstamos a más de 445 000 pequeñas empresas y a más de 270 proyectos de infraestructura.

Podemos atribuirnos el mérito de que, gracias a una actuación decidida, los bancos europeos dispongan otra vez de medios para conceder préstamos a las empresas, de modo que puedan crecer y crear empleo.

Y podemos atribuirnos el mérito de haber reducido los déficits públicos, del 6,6 % al 1,6 %. Todo ello gracias a una aplicación inteligente del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Pedimos disciplina presupuestaria, pero procurando no ahogar el crecimiento. A pesar de las críticas, los resultados son muy buenos en toda la Unión.

Diez años después de que se desencadenara la crisis, la recuperación de la economía es finalmente una realidad.

Y, con ella, la de nuestra confianza.

Nuestros líderes de la Europa de los Veintisiete, el Parlamento y la Comisión vuelven a poner a Europa en la Unión. Juntos, estamos volviendo a poner a la Unión en nuestra Unión.

El pasado año, vimos a los 27 líderes subir a la colina del Capitolio de Roma para renovar, uno por uno, su compromiso con los demás y con la Unión.

Todo ello me lleva a pensar: el viento vuelve a henchir las velas de Europa.

Se nos presenta ahora una oportunidad que no va a durar eternamente.

Aprovechemos este impulso, aprovechemos los vientos favorables.

Para ello, tendremos que hacer dos cosas:

En primer lugar, debemos mantener el rumbo que emprendimos el año pasado. Aún nos quedan 16 meses en los que el Parlamento, el Consejo y la Comisión pueden lograr auténticos progresos. Deberemos dedicar ese tiempo a terminar lo que empezamos en Bratislava y a cumplir nuestra agenda positiva.

En segundo lugar, debemos trazar el rumbo de cara al futuro. Como escribió Mark Twain, dentro de unos años lamentaremos más las cosas que no hicimos que las que hicimos. Ahora es el momento de construir una Europa más unida, más fuerte y más democrática para 2025.

MANTENER EL RUMBO

Señor presidente, señoras y señores diputados al Parlamento Europeo,

De cara al futuro, no podemos perder el rumbo.

Nos proponemos completar una Unión de la Energía, una Unión de la Seguridad, una Unión de los Mercados de Capitales, una Unión Bancaria y un Mercado Único Digital. Juntos, hemos recorrido ya un largo camino.

La Comisión —y el Parlamento puede dar fe de ello— ya ha presentado el 80 % de las propuestas prometidas al inicio de su mandato. Ahora debemos trabajar juntos para convertir las propuestas en leyes y para llevar luego a la práctica esas leyes.

Como siempre, habrá que negociar. Las propuestas de la Comisión para reformar nuestro sistema común de asilo o las normas sobre el desplazamiento de trabajadores han generado controversia. Para obtener un buen resultado, debemos acercar posiciones. Y quiero decirlo claramente: en la medida en que el resultado sea el adecuado para nuestra Unión y sea equitativo para todos los Estados miembros, la Comisión estará dispuesta a asumir compromisos.

Ahora estamos preparados para poner sobre la mesa el 20 % restante de las iniciativas de aquí a mayo de 2018.

Esta mañana, he enviado una carta de intenciones al presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, y al primer ministro Jüri Ratas en la que se describen las prioridades para el año próximo.

No voy a enumerar aquí todas nuestras propuestas, pero permítanme mencionar cinco que revisten especial importancia.

En primer lugar, quiero reforzar nuestra agenda comercial europea.

Sí, Europa está abierta a los negocios. Pero debe existir reciprocidad. Debemos recibir lo que damos.

El comercio no es algo abstracto. El comercio significa empleo, crear nuevas oportunidades para las empresas europeas, grandes y pequeñas. Cada 1 000 millones EUR adicionales en exportaciones generan 14 000 nuevos puestos de trabajo en Europa.

El comercio significa exportar nuestras normas, ya se trate de normas sociales o medioambientales, o de requisitos en materia de protección de datos o de seguridad alimentaria.

Europa siempre ha sido un lugar atractivo para la actividad económica.

Pero desde el año pasado, socios de todo el mundo llaman a nuestra puerta para celebrar acuerdos comerciales con nosotros.

Con la ayuda del Parlamento Europeo, acabamos de asegurarnos un acuerdo comercial con Canadá que se aplicará de modo provisional a partir de la próxima semana. Tenemos un acuerdo político con Japón sobre una nueva asociación económica. Antes de final del año, tenemos grandes posibilidades de lograr lo mismo con México y con países de América del Sur.

Y hoy vamos a proponer la apertura de negociaciones comerciales con Australia y Nueva Zelanda.

Mi deseo es que todos estos acuerdos se ultimen antes de que finalice el presente mandato. Y que se negocien con la mayor transparencia.

Unos intercambios comerciales abiertos deben ir acompañados de una elaboración de políticas abierta.

El Parlamento Europeo tendrá la última palabra en todos los acuerdos comerciales. Por eso, desde el primer día de las negociaciones, se mantendrá plenamente informados a sus diputados, y a los diputados de los Parlamentos nacionales y regionales. La Comisión se cerciorará de que así sea.

A partir de ahora, la Comisión publicará la versión íntegra de los proyectos de mandatos de negociación que propongamos al Consejo.

Los ciudadanos tienen derecho a conocer las propuestas de la Comisión. La falta de transparencia ha pasado a la historia. Se acabaron los rumores y el cuestionamiento permanente de los motivos de la Comisión.

Pido al Consejo que haga lo mismo cuando adopte Ios mandatos de negociación definitivos.

Quiero decirlo de una vez por todas: no somos unos defensores ingenuos del libre comercio.

Europa deberá defender siempre sus intereses estratégicos.

Esta es la razón por la que hoy proponemos un nuevo marco de la UE en materia de control previo a la inversión. Si una empresa pública extranjera desea comprar un puerto europeo, una parte de nuestra infraestructura energética o una empresa de tecnología de defensa, la adquisición solo debe llevarse a cabo con transparencia, estudio y debate. Tenemos la responsabilidad política de saber lo que se cuece a nuestro alrededor, a fin de proteger nuestra seguridad colectiva en caso necesario.

En segundo lugar, quiero que nuestra industria sea más fuerte y competitiva.

Esto es particularmente pertinente para nuestra base industrial y los 32 millones de trabajadores que constituyen su espina dorsal. Fabrican los productos de primera clase a nivel mundial que nos distinguen, como nuestros automóviles.

Estoy orgulloso de nuestra industria automovilística. Pero me escandaliza que se induzca a error a los consumidores de forma consciente y deliberada. Exijo a la industria automovilística que juegue limpio y enderece su actuación. En lugar de buscar posibles resquicios por los que escabullirse, deben dedicarse a invertir en los vehículos limpios del futuro.

La nueva estrategia de política industrial que presentamos hoy ayudará a nuestra industria a mantener una situación puntera en innovación, digitalización y descarbonización.

En tercer lugar: Quiero que Europa sea líder de la lucha contra el cambio climático.

El año pasado fijamos las reglas mundiales del juego con la ratificación del Acuerdo de París aquí, en esta Cámara. Ante el abandono de toda ambición por parte de los Estados Unidos, Europa asegurará que devolvamos la grandeza a nuestro planeta, patrimonio común de toda la humanidad.

La Comisión presentará en breve propuestas para reducir las emisiones de carbono en nuestro sector del transporte.

Cuarta prioridad para el año próximo: debemos proteger mejor a los europeos en la era digital.

En los últimos tres años, hemos progresado en el mantenimiento de su seguridad en línea. Nuevas normas, propuestas por la Comisión, protegerán nuestra propiedad intelectual, nuestra diversidad cultural y nuestros datos personales. Hemos reforzado la lucha contra la propaganda terrorista y la radicalización en internet. Sin embargo, Europa todavía no está bien equipada para enfrentarse a los ciberataques.

Los ciberataques pueden ser más peligrosos para la estabilidad de las democracias y las economías que las armas y los tanques. Solo durante el último año, se produjeron más de 4 000 ataques de ransomware al día y el 80 % de las empresas europeas experimentaron al menos un incidente de ciberseguridad.

Los ciberataques no conocen fronteras y nadie es inmune a ellos. Por este motivo, la Comisión propone hoy nuevas herramientas, entre ellas una Agencia Europea de Ciberseguridad, que nos ayude a defendernos.

En quinto lugar: la inmigración seguirá en nuestro punto de mira.

A pesar del debate y la controversia que suscita este tema, hemos conseguido hacer sólidos progresos —aunque admito que insuficientes en muchos ámbitos.

Ahora estamos protegiendo las fronteras exteriores de Europa de manera más eficaz. Más de 1 700 agentes de la nueva Guardia Europea de Fronteras y Costas están ayudando ahora a 100 000 guardias de fronteras nacionales de los Estados miembros en operaciones de patrulla en lugares como Grecia, Italia, Bulgaria y España. Tenemos fronteras comunes, pero no podemos dejar que los Estados miembros que, por mor de la geografía, están en primera línea sean los únicos responsables de protegerlas. Las fronteras comunes y la protección común son dos aspectos indisociables.

Hemos conseguido erradicar los flujos irregulares de migrantes, que fueron motivo de gran inquietud para muchos. Hemos reducido las llegadas irregulares en el Mediterráneo Oriental en un 97 % gracias a nuestro acuerdo con Turquía. Y este verano, hemos conseguido ejercer un mayor control sobre la ruta del Mediterráneo Central: las llegadas en agosto disminuyeron un 81 % con respecto al mismo mes del año anterior.

De este modo, hemos reducido drásticamente la pérdida de vidas humanas en el Mediterráneo.Por desgracia, casi 2 500 personas han perdido la vida este año. Nunca podré aceptar que haya personas a las que se deje morir en el mar.

No puedo hablar sobre migración sin rendir homenaje a Italia por su incansable y noble trabajo. Este verano, la Comisión colaboró estrechamente una vez más con el primer ministro Paolo Gentiloni y su Gobierno para mejorar la situación, en particular mediante el adiestramiento de la guardia costera libia. Continuaremos ofreciendo un firme apoyo operativo y financiero a Italia. Porque Italia está salvando el honor de Europa en el Mediterráneo.

También tendremos que mejorar urgentemente las condiciones de vida de los migrantes en Libia. Estoy consternado por las condiciones inhumanas reinantes en los centros de acogida o de detención. Europa tiene una responsabilidad colectiva, y la Comisión trabajará concertadamente con las Naciones Unidas para poner fin a esta situación sangrante que ya no puede prolongarse.

Aunque me apena comprobar que la solidaridad todavía no es la misma en todos los Estados miembros, Europa en su conjunto ha seguido siendo solidaria. Tan solo el año pasado, nuestros Estados miembros reasentaron o concedieron asilo a más de 720 000 refugiados —tres veces más que los Estados Unidos, Canadá y Australia juntos. Contrariamente a lo que algunos dicen, Europa no es una fortaleza y no deberá serlo nunca. Europa es y debe seguir siendo el continente de la solidaridad que brinda refugio a quienes sufren persecución.

Estoy especialmente satisfecho de los jóvenes voluntarios europeos que han impartido clases de idiomas a los refugiados sirios o de los miles de jóvenes que trabajan en nuestro nuevo Cuerpo Europeo de Solidaridad. Están haciendo realidad la solidaridad europea.

Ahora tenemos que redoblar nuestros esfuerzos. Antes de que finalice el mes, la Comisión presentará una nueva serie de propuestas que harán hincapié en los retornos, la solidaridad con África y la apertura de vías legales.

En cuanto a los retornos: las personas que no tienen derecho a permanecer en Europa deben ser devueltas a sus países de origen. Cuando solo se devuelve al 36 % de los migrantes irregulares, es evidente que tenemos que intensificar nuestra labor de forma significativa. Es la única manera de que Europa pueda mostrar su solidaridad con los refugiados que realmente necesitan protección.

La solidaridad no puede ser exclusivamente intraeuropea. Debemos ser también solidarios con África. África es un continente noble y joven, la cuna de la humanidad. Los 2 700 millones EUR de nuestro Fondo Fiduciario UE-África están generando posibilidades de empleo en todo ese continente. El presupuesto de la UE anticipó la mayor parte de los fondos, pero todos los Estados miembros en conjunto solo han aportado hasta ahora 150 millones EUR. El Fondo está llegando a su límite. Somos conscientes de los peligros de una falta de financiación —en 2015 muchos migrantes se dirigieron a Europa cuando el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas se quedó sin fondos. Invito a todos los Estados miembros a pasar de las palabras a los hechos para evitar que suceda lo mismo con el Fondo Fiduciario para África.

Trabajaremos también en la apertura de vías legales. La migración irregular solo cesará si existe una alternativa real a estas peligrosas travesías. Estamos cerca de haber reasentado a 22 000 refugiados procedentes de Turquía, Jordania y el Líbano y deseo manifestar mi respaldo al llamamiento del Alto Comisionado de las Naciones Unidas Grandi para reasentar a 40 000 refugiados más procedentes de Libia y los países vecinos.

Al mismo tiempo, la inmigración legal es una necesidad porque Europa es un continente que envejece. Por este motivo, la Comisión formuló propuestas para facilitar en mayor medida la entrada en Europa de inmigrantes cualificados con una tarjeta azul. Quiero dar las gracias al Parlamento por su apoyo y pido que se alcance un acuerdo rápido y ambicioso sobre esta importante cuestión.

ZARPANDO

Sr. presidente,
Señoras y señores,
Señorías,

He mencionado solo algunas de las iniciativas que debemos presentar en los próximos 16 meses. Pero ello no será suficiente por sí solo para recuperar el corazón y la cabeza de los ciudadanos europeos.

Ahora es el momento de trazar el rumbo de cara al futuro.

En marzo, la Comisión presentó el Libro Blanco sobre el futuro de Europa, con cinco escenarios de lo que podría ser Europa de aquí a 2025. Estos escenarios se han debatido, estudiado y criticado en parte. Lo que es positivo, ya que fueron concebidos con ese fin. Quiero poner en marcha un proceso en el que los europeos decidan su propio camino y su propio futuro.

Porque el futuro de Europa no puede decidirse por decreto. Ha de ser el resultado de un debate democrático y, en última instancia, de un amplio consenso. Esta Cámara contribuyó activamente mediante sus tres ambiciosas resoluciones sobre el futuro de Europa y su participación en muchos de los más de 2 000 actos públicos que la Comisión organizó desde marzo.

Ahora es el momento de extraer las primeras conclusiones de este debate. De pasar de la reflexión a la acción. Del debate a la decisión.

Hoy me gustaría exponerles mi punto de vista: mi propio «escenario n.º 6», por llamarlo de alguna manera.

Este escenario tiene su origen en décadas de experiencia de primera mano. He vivido y trabajado para el proyecto europeo toda mi vida. He visto buenos y malos tiempos.

Me he sentado en diferentes lados de la mesa: como ministro, como primer ministro, como presidente del Eurogrupo y, en la actualidad, como presidente de la Comisión. Yo estaba en Maastricht, en Ámsterdam, en Niza y en Lisboa, cuando la Unión iba evolucionando y cuando creció con cuatro ampliaciones.

Siempre he luchado por Europa. En ocasiones, he sufrido con ella y por culpa de ella, e incluso he llegado a desesperarme.

Y, contra viento y marea, siempre he mantenido mi amor por Europa.

Pero casi nunca hay amor sin sufrimiento.

Amor por Europa, porque Europa y la Unión Europea han conseguido algo inaudito en este mundo convulso: paz dentro y fuera de Europa. Prosperidad para muchos, aunque todavía no para todos.

Esto es algo que debemos recordar durante 2018, Año Europeo del Patrimonio Cultural, que deberá ser una celebración de la diversidad cultural.

UNA UNIÓN DE VALORES

Nuestros valores nos guían.

Para mí, Europa es más que un simple mercado único. Algo más que dinero, más que el euro. Siempre fue una cuestión de valores.

En mi escenario n.º 6, existen tres principios en los que siempre deberá asentarse nuestra Unión: libertad, igualdad y Estado de Derecho.

Europa es, ante todo, una Unión de libertad. Libertad frente a la opresión y las dictaduras que nuestro continente conoce tan bien —y, lamentablemente, más que nadie, la Europa Central y Oriental. Libertad para expresar nuestra opinión, como ciudadano y como periodista —una libertad que con demasiada frecuencia damos por sentada. Nuestra Unión se construyó sobre la base de estas libertades. Pero la libertad no es algo caído del cielo. Hay que luchar por ella. En Europa y en todo el mundo.

En segundo lugar, Europa debe ser una Unión de igualdad.

Igualdad entre sus miembros, grandes y pequeños, entre el este y el oeste, el norte y el sur.

No nos equivoquemos, Europa se extiende desde Vigo hasta Varna. Desde España hasta Bulgaria.

De este a oeste: Europa debe respirar con ambos pulmones. De otro modo, a nuestro continente le faltará el aire.

En una Unión de iguales, no puede haber ciudadanos de segunda clase. Es inaceptable que, en 2017, todavía haya niños que mueran de enfermedades que deberían haber quedado erradicadas de Europa. Los niños de Rumanía o Italia deben tener el mismo acceso a la vacuna contra el sarampión que otros niños de toda Europa. Y no hay pero que valga. Esta es la razón por la que estamos trabajando con todos los Estados miembros para respaldar los esfuerzos nacionales de vacunación. En Europa no deben producirse muertes evitables.

En una Unión de iguales, no puede haber trabajadores de segunda clase. Los trabajadores deben percibir la misma retribución por el mismo trabajo en el mismo lugar. Por ello, la Comisión propuso nuevas normas sobre el desplazamiento de trabajadores. Debemos asegurarnos de que todas las normas de la UE sobre movilidad laboral se apliquen de forma equitativa, sencilla y eficaz mediante un nuevo organismo europeo de inspección y control del cumplimiento. Parece absurdo tener una Autoridad Bancaria para vigilar las normas bancarias y, en cambio, no tener una autoridad laboral común para garantizar la equidad en nuestro mercado único. Por eso la crearemos.

En una Unión de iguales, no puede haber consumidores de segunda clase. No puedo aceptar que en algunas partes de Europa se venda a los consumidores alimentos de menor calidad que en otros países, a pesar de que los envases y marcas sean idénticos. Los eslovacos no se merecen que haya menos pescado en sus palitos de pescado. Ni los húngaros menos carne en sus comidas. Ni los checos menos cacao en su chocolate. La legislación de la UE prohíbe ya tales prácticas. Ahora debemos dotar a las autoridades nacionales de más competencias para eliminar las prácticas ilegales cuando existan.

En tercer lugar, en Europa la fuerza de la ley sustituyó a la ley del más fuerte.

El Estado de Derecho significa que hay un poder judicial independiente que defiende la ley y la justicia.

Aceptar y acatar una sentencia firme es lo que significa formar parte de una Unión basada en el Estado de Derecho. Los Estados miembros otorgaron la jurisdicción de última instancia al Tribunal de Justicia Europeo. Las sentencias del Tribunal de Justicia deben ser acatadas por todos. Aquel que las debilite o que socave la independencia de los tribunales nacionales despoja a los ciudadanos de sus derechos fundamentales.

En la Unión Europea, el Estado de Derecho no es una opción. Es un imperativo.

Nuestra Unión no es un Estado, sino una comunidad de Derecho.

UNA UNIÓN MÁS UNIDA

Señorías,

Estos tres principios deben ser los cimientos sobre los que construir una Unión más unida, más fuerte y más democrática.

Cuando hablamos de nuestro futuro, la experiencia me dice que nuevos Tratados y nuevas instituciones no son la solución que los ciudadanos están buscando. Estos solo son un medio para un fin, ni más, ni menos. Quizá signifiquen algo para nosotros aquí, en Estrasburgo y en Bruselas. Pero no significan mucho para nadie más.

Solo me interesan las reformas institucionales si conducen a una mayor eficiencia en la Unión.

En lugar de parapetarnos detrás de llamamientos para cambiar los Tratados —algo que, de todas formas, es inevitable—, debemos primero dejar de pensar que para que algunos ganen otros deben perder.

La democracia supone consenso. Un buen acuerdo nos hace a todos ganadores. Una Unión más unida debe entender el consenso como el arte de salvar diferencias, no como una renuncia. La democracia no puede funcionar sin consenso. Europa no puede funcionar sin consenso. Y en la labor que comparten el Parlamento, el Consejo y la Comisión debe estar siempre presente esta idea.

Una Unión más unida también debe ser más integradora.

Si queremos reforzar la protección de nuestras fronteras exteriores, hemos de abrir inmediatamente el espacio Schengen a Bulgaria y Rumanía.También debemos permitir que Croacia se convierta en miembro de pleno derecho una vez que cumpla todos los criterios.

Si queremos que el euro una en lugar de dividir a nuestro continente, debe ser algo más que la moneda de un grupo selecto de países. El objetivo del euro es ser la moneda única de la Unión Europea en su conjunto. Todos los Estados miembros, excepto dos, deben adoptar el euro y tienen derecho a ello en cuanto cumplan todas las condiciones.

Los Estados miembros que deseen formar parte de la zona del euro deben poder hacerlo. Por este motivo, voy a proponer la creación de un instrumento para la adopción del euro, que ofrezca asistencia técnica e incluso financiera.

Si queremos que los bancos operen con arreglo a las mismas normas y bajo la misma supervisión en todo nuestro continente, debemos animar a todos los Estados miembros a incorporarse a la Unión Bancaria. Urge completar la Unión Bancaria. Debemos reducir los riesgos que persisten en los sistemas bancarios de algunos de los Estados miembros. La Unión Bancaria solo puede funcionar si la reducción y la distribución de riesgos van estrechamente asociadas. Como todo el mundo sabe perfectamente, esto solo podrá conseguirse si se cumplen las condiciones que propuso la Comisión en noviembre de 2015. Para tener acceso a un sistema de garantía de depósitos común, primero hay que hacer los deberes.

Si queremos evitar una fragmentación social y el dumping social en Europa, los Estados miembros deben ponerse de acuerdo sobre el pilar europeo de derechos sociales cuanto antes y, a más tardar, en la cumbre que se celebrará en Gotemburgo en noviembre. Los sistemas sociales nacionales seguirán siendo muy dispares y autónomos durante mucho tiempo. Pero, al menos, debemos trabajar en pro de una Unión de Normas Sociales Europeas, en la que tengamos una interpretación común de lo que es socialmente justo.

Europa no puede funcionar si ignora a los trabajadores.

Si queremos una mayor estabilidad en los países de la vecindad, hemos de mantener una perspectiva creíble de ampliación para los Balcanes Occidentales.

Está claro que no habrá ninguna ampliación durante el mandato de esta Comisión y este Parlamento. Ningún candidato está todavía preparado. Pero, más adelante, la UE tendrá más de 27 miembros. Los candidatos a la adhesión deberán otorgar la máxima prioridad al Estado de Derecho, la justicia y los derechos fundamentales.

Esto excluye la adhesión de Turquía en un futuro próximo.

Turquía lleva algún tiempo alejándose de la Unión Europea a pasos agigantados.

Los periodistas deben estar en las redacciones, no en las cárceles. Su sitio es todo lugar donde impere la libertad de expresión.

La petición que hago hoy a quienes ostentan el poder en Turquía es la siguiente: liberen a nuestros periodistas. Y no solo a ellos. Dejen de insultar a nuestros Estados miembros comparando a sus dirigentes con fascistas y nazis. Europa es un continente de democracias maduras. Los insultos crean barreras. A veces, tengo la impresión de que Turquía está colocando estas barreras a propósito para poder echar la culpa a Europa de un posible fracaso de las negociaciones de adhesión.

Por nuestra parte, siempre mantendremos nuestra mano tendida hacia el gran pueblo turco y hacia aquellos que estén dispuestos a trabajar con nosotros sobre la base de nuestros valores.

UNA UNIÓN MÁS FUERTE

Señorías,

Nuestra Unión también debe fortalecerse.

Quiero un mercado único más fuerte.

Cuando se aborden cuestiones importantes relacionadas con el mercado único, quiero que el Consejo pueda adoptar las decisiones por mayoría cualificada más fácilmente y con mayor frecuencia. Para ello no es necesario modificar los Tratados. Existen las denominadas «cláusulas pasarela» en los Tratados vigentes, que nos permiten recurrir al voto por mayoría cualificada en determinados ámbitos —si así lo acuerdan todos los Jefes de Estado o de Gobierno.

Soy también totalmente partidario de recurrir a la votación por mayoría cualificada en las decisiones relativas a la base imponible consolidada común del impuesto sobre sociedades, al IVA, a un régimen tributario justo para la industria digital y al impuesto sobre las transacciones financieras. Europa debe poder actuar más ágilmente y de forma más decisiva.

Quiero una Unión Económica y Monetaria más fuerte.

La zona del euro es más resiliente hoy en día que en el pasado. Contamos ahora con el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). En mi opinión, el MEDE debe convertirse progresivamente en un Fondo Monetario Europeo y quedar firmemente arraigado en nuestra Unión. La Comisión hará propuestas concretas en ese sentido en el mes de diciembre.

Necesitamos un ministro europeo de Economía y Finanzas: un ministro europeo que promueva y apoye reformas estructurales en nuestros Estados miembros. Podrá inspirarse en el trabajo que está llevando a cabo la Comisión desde 2015 con su Servicio de Apoyo a las Reformas Estructurales. El nuevo ministro deberá coordinar todos los instrumentos financieros de la UE que puedan desplegarse cuando un Estado miembro caiga en recesión o se vea afectado por una crisis importante.

No quiero crear un cargo porque sí. El objetivo es que sea eficiente. El comisario de Asuntos Económicos y Financieros —preferiblemente también vicepresidente— debería asumir la función de ministro de Economía y Finanzas, y presidir también el Eurogrupo.

Este ministro rendirá cuentas ante el Parlamento Europeo.

No necesitamos estructuras paralelas. No necesitamos un presupuesto para la zona del euro, sino una sólida línea presupuestaria para la zona del euro dentro del presupuesto de la UE.

Tampoco me satisface la idea de tener un Parlamento aparte para la zona del euro.

El Parlamento de la zona del euro es el Parlamento Europeo.

La Unión Europea debe también ser más fuerte en la lucha contra el terrorismo. En los tres últimos años, hemos conseguido claros progresos. Pero aún carecemos de los medios para actuar rápidamente en caso de amenazas terroristas transfronterizas.

Por ello, necesito una unidad de inteligencia europea que garantice el intercambio automático de los datos relativos a los terroristas y combatientes extranjeros entre los servicios de inteligencia y la policía.

También veo argumentos sólidos para encomendar a la nueva Fiscalía Europea la tarea de perseguir los delitos terroristas transfronterizos.

Quiero que nuestra Unión se convierta en un actor más potente en el escenario mundial. Para tener más peso en el mundo, debemos ser capaces de agilizar la toma de decisiones de política exterior. Por ese motivo, quiero que los Estados miembros examinen en qué decisiones de política exterior podría sustituirse la unanimidad por el voto por mayoría cualificada. Se trata de una posibilidad que contempla ya el Tratado, si todos los Estados miembros están de acuerdo.

Y quiero que dediquemos mayores esfuerzos a los asuntos de defensa. Tenemos a la vista el nuevo Fondo Europeo de Defensa. Y una cooperación estructurada permanente también en este ámbito. Para 2025 necesitamos una auténtica Unión Europea de Defensa. La necesitamos. Y la OTAN la quiere.

Por último, quiero que nuestra Unión se centre más en las cosas que importan, basándose en el trabajo que esta Comisión ya ha emprendido. No debemos inmiscuirnos en la vida cotidiana de los ciudadanos europeos regulando cada aspecto. Debemos ser grandes en las cosas grandes. No debemos arrollarlos con un torrente de nuevas iniciativas ni ampliar incesantemente nuestras competencias. Debemos restituir competencias a los Estados miembros cuando sea lógico y sensato.

Por eso la Comisión ha sido grande en las cosas grandes y pequeña en las cosas pequeñas, presentando menos de 25 nuevas iniciativas al año, mientras que las Comisiones anteriores propusieron más de 100. Hemos restituido competencias cuando es más lógico que sean los Gobiernos nacionales los que se ocupen de los asuntos. Gracias al buen hacer de la comisaria Vestager, hemos delegado un 90 % de las decisiones sobre ayudas estatales en el nivel regional o local.

Para rematar el trabajo iniciado, constituiré este mismo mes un Grupo Operativo sobre Subsidiaridad y Proporcionalidad que pase revista con ojo muy crítico a todos los ámbitos estratégicos, con el fin de tener la certeza de que solo actuamos allí donde la UE aporta valor añadido. El primer vicepresidente, Frans Timmermans, con acreditada experiencia en la labor de mejora de la legislación, presidirá ese Grupo Operativo. El Grupo Operativo Timmermans, que debe incorporar a diputados de esta Cámara, así como de los Parlamentos nacionales, deberá presentar un informe dentro de un año.

UNA UNIÓN MÁS DEMOCRÁTICA

Señorías,
Sr. presidente,

En nuestra Unión, la democracia debe dar un paso adelante.

Me gustaría que los partidos políticos europeos iniciaran sus campañas para las próximas elecciones mucho antes que en el pasado. Con demasiada frecuencia, las elecciones europeas se han reducido a una suma de campañas nacionales. La democracia europea se merece algo mejor.

En el día de hoy, la Comisión va a proponer nuevas normas sobre financiación de los partidos políticos y las fundaciones. No debemos cargar de razones a los extremistas antieuropeos. Debemos dotar a los partidos políticos de los medios para organizarse mejor.

También me complace la idea de disponer de listas transnacionales, aunque soy consciente de que es una idea que algunos de ustedes no comparten. Estas listas contribuirían a que las elecciones al Parlamento Europeo fueran más europeas y más democráticas.

También creo que, en los próximos meses, deberíamos implicar en mayor medida a los Parlamentos nacionales y a la sociedad civil, a nivel nacional, regional y local, en los trabajos sobre el futuro de Europa. A lo largo de los tres últimos años, los miembros de la Comisión visitaron los Parlamentos nacionales en más de 650 ocasiones y participaron en más de 300 Diálogos interactivos con los Ciudadanos en más de 80 ciudades y municipios de los 27 Estados miembros. Sin embargo, todavía podemos hacer más. Esta es la razón por la que apoyo la idea del Presidente Macron de organizar convenciones democráticas en toda Europa en 2018.

A medida que el debate cobre impulso, yo mismo prestaré especial atención a Estonia, Letonia, Lituania y Rumanía en 2018, año en que celebrarán su 100.º aniversario. Aquellos que deseen configurar el futuro de nuestro continente deben comprender bien y honrar nuestra historia común. Y ello incluye a estos cuatro países, sin los que Europa no estaría completa.

La necesidad de fortalecer la democracia también tiene implicaciones para la Comisión Europea. Hoy voy a enviar al Parlamento Europeo un nuevo Código de Conducta para comisarios. El nuevo Código aclara en primer lugar que los comisarios podrán ser candidatos en las elecciones al Parlamento Europeo en las mismas condiciones que todo el mundo. Evidentemente, el Código reforzará los requisitos de integridad de los comisarios, tanto durante su mandato como una vez finalizado este.

Si desean fortalecer la democracia europea, no pueden invertir el proceso democrático iniciado con la creación de candidatos cabezas de lista —o «Spitzenkandidaten».

Estoy seguro de que a cualquier futuro presidente le resultará sumamente provechosa la experiencia única que supone hacer campaña en todos los rincones de nuestro precioso continente. Para comprender los retos de su tarea y la diversidad de nuestros Estados miembros, un futuro presidente debe haberse reunido con los ciudadanos en el ayuntamiento de Helsinki o en las plazas de Atenas. Por mi experiencia personal de la campaña, puedo decir que te hace más humilde, pero que a la vez te fortalece durante tu mandato. Y puedes enfrentarte a los demás dirigentes del Consejo Europeo con la confianza que te da saber que has sido elegido, igual que ellos. Esto es bueno para el equilibrio de nuestra Unión.

Más democracia significa más eficiencia. Europa funcionaría mejor si fusionásemos los cargos de presidente de la Comisión Europea y del Consejo Europeo.

No tengo nada contra mi buen amigo Donald, con quien he colaborado sin fisuras en los tres últimos años. No tengo nada contra Donald, ni contra mí mismo.

Europa resultaría más fácil de comprender si un solo capitán pilotase la nave.

Tener un único presidente reflejaría mejor la verdadera naturaleza de nuestra Unión Europea como Unión de Estados y Unión de ciudadanos.

NUESTRA HOJA DE RUTA

Señorías,

La visión de una Europa más unida, más fuerte y más democrática que estoy esbozando hoy combina elementos de todos los escenarios presentados en marzo.

Pero nuestro futuro no puede seguir siendo un escenario, un boceto, una idea entre tantas otras.

Es hoy cuando tenemos que preparar la Unión del mañana.

Esta mañana he enviado una Hoja de ruta al presidente Tajani, al presidente Tusk y a los titulares de las Presidencias rotatorias del Consejo de aquí a marzo de 2019, esbozando hacia dónde debemos ir a partir de ahora.

Un elemento importante serán los planes que la Comisión presentará en mayo de 2018 sobre el modo en que el futuro presupuesto de la UE puede responder a nuestra ambición y garantizar que podamos cumplir todo lo prometido.

El 29 de marzo de 2019, el Reino Unido abandonará la Unión Europea. Será un momento muy triste y trágico. Siempre lo lamentaremos. Pero hemos de respetar la voluntad del pueblo británico.

El 30 de marzo de 2019 seremos una Unión de Veintisiete. Propongo que nos preparemos bien para ese momento, tanto entre los Veintisiete como dentro de las instituciones de la UE.

Las elecciones al Parlamento Europeo se celebrarán solo unas semanas después, en mayo de 2019. Los europeos tienen una cita con la democracia. Deben acudir a las urnas con una idea clara de cómo evolucionará la Unión Europea durante los siguientes años.

Por ello pido al presidente Tusk y a Rumanía, que ocupará la Presidencia en el primer semestre de 2019, que organicen una cumbre especial en ese país el 30 de marzo de 2019. Desearía que esta cumbre se celebrara en la bella y antigua ciudad de Sibiu, o Hermannstadt como yo la conozco. Debería ser la ocasión de reunirse para tomar las decisiones necesarias con vistas a una Europa más unida, más fuerte y más democrática.

Tengo la esperanza de que, el 30 de marzo de 2019, los europeos nos despertemos en una Unión cuyos valores defendamos al unísono. En la que todos los Estados miembros respeten escrupulosamente el Estado de Derecho. En la que pertenecer a la zona del euro, a la Unión Bancaria y al espacio Schengen se haya convertido en la norma para todos los Estados miembros de la UE. En la que hayamos reforzado los cimientos de nuestra Unión Económica y Monetaria de forma que podamos defender nuestra moneda única en la prosperidad y en la adversidad, sin tener que recurrir a ayuda externa. En la que nuestro mercado único sea más equitativo para con los trabajadores del este y del oeste. En la que hayamos conseguido ponernos de acuerdo sobre un pilar sólido de normas sociales. En la que los beneficios se graven en el lugar en el que se obtengan. En la que los terroristas no tengan resquicios que aprovechar. En la que hayamos llegado a un acuerdo sobre una adecuada Unión Europea de Defensa. En la que un único presidente elegido tras una campaña electoral democrática a escala europea dirija el trabajo de la Comisión y del Consejo Europeo.

Si nuestros ciudadanos se encuentran con esta Unión el 30 de marzo de 2019, podrán votar en las elecciones al Parlamento Europeo unas semanas después con la firme convicción de que nuestra Unión es un lugar que trabaja para ellos.

CONCLUSIÓN

Señorías,

Europa no tiene vocación de inmovilidad. Nunca deberá tenerla.

Helmut Kohl y Jacques Delors me enseñaron que Europa solo avanza cuando es audaz. El mercado único, Schengen y la moneda única se consideraron quimeras en un momento. Y ahora estos tres ambiciosos proyectos son una realidad.

Oigo voces que abogan por no agitar las aguas, ahora que las cosas han empezado a ir mejor.

Pero no es el momento de encogerse.

Hemos empezado a arreglar el tejado. Y toca rematar la faena, ahora que el tiempo es favorable y mientras lo siga siendo.

Porque cuando las próximas nubes aparezcan en el horizonte —y aparecerán—, será demasiado tarde.

Así que larguemos amarras.

Zarpemos del puerto.

Y aprovechemos los vientos alisios.