La guerra contra el Emirato Islámico va llegando a su fin en Irak y en Siria, parece que se ha logrado evitar el conflicto armado contra el seudo Kurdistán y varios Estados del Medio Oriente ampliado comienzan a retomar la iniciativa. Aprovechando la fluidez del momento, el príncipe heredero de Arabia Saudita ha eliminado abruptamente a todos los miembros de la familia real que podían representar algún peligro para su control del poder. La guerra no sólo acaba de modificar la correlación de fuerzas regional sino que uno de los principales actores acaba de cambiar de objetivos.
Nueva etapa en el Medio Oriente
Dicen que a la naturaleza no le gusta el vacío. El fin del «Emirato Islámico en Irak y Siria» (Daesh, su acrónimo árabe) –que acaba de perder sucesivamente las ciudades de Mosul, ante la ofensiva del ejército iraquí; Raqqa, tomada por el ejército estadounidense; y Deir ez-Zor, liberada por el ejército sirio– cierra una guerra y abre un nuevo periodo. El fracaso de Massud Barzani en su empeño por obtener el reconocimiento internacional de la anexión de Kirkuk por los kurdos del PDK (Partido Democrático del Kurdistán iraquí) descarta el proyecto de creación de un nuevo Estado colonial, el seudo Kurdistán, puesto avanzada del ejército israelí contra Irán.
En momentos en que la devastación reina en el Medio Oriente ampliado, principalmente en Libia, en Siria, en Irak, Yemen y Afganistán, quedan aún en esa región 4 Estados en condiciones de hacer progresar sus intereses: Israel, Arabia Saudita, Turquía e Irán. Para lograrlo, cada uno está obligado a tomar una iniciativa antes del encuentro entre los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin, que debe producirse durante la cumbre de la APEC (el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico) a celebrarse en Danang del 8 al 10 de noviembre.
El 3 de noviembre, Israel se declaró dispuesto a proteger a los drusos del sur de Siria de los yihadistas que acababan de atacar la localidad siria de Hader. Desde principios de 2017, Tel Aviv viene tratando de crear en el sur de Siria un movimiento separatista druso, siguiendo el modelo de lo que logró hacer con los kurdos en el norte de ese mismo país y en Irak. El Mossad reclutó al mayor sirio Khaldoun Zeineddine, quien trató de proclamar un “Drusistán” pero sólo logró sublevar contra Damasco una docena de combatientes.
Ese mismo día, Turquía reagrupaba los diferentes grupos yihadistas de Idlib para crear un «Gobierno de Salvación Nacional», bajo la presidencia de Muhammad al-Sheikh y con Riad al-Asaad como viceprimer ministro. Ankara trata así de aplicar en la gobernación siria de Idlib la idea de su aliado Qatar, que ya en 2012 había fundado un gobierno sirio alternativo bajo la denominación de «Coalición Nacional Siria».
De Teherán no ha llegado ninguna señal, probablemente porque la República Islámica de Irán es el único de los 4 Estados anteriormente mencionados que sale vencedor simultáneamente ante el Emirato Islámico como ante el clan Barzani, y no tiene por ende interés en modificar la nueva coyuntura.
La sorpresa vino de Riad. La familia real de Arabia Saudita no trató de imponer un nuevo orden regional, pero el príncipe heredero Mohammed ben Salman trata de modificar el anquilosado orden de su reino.
La dimisión del primer ministro libanés Saad Hariri
El 4 de noviembre, hacia las 11 horas TU, el primer ministro libanés anunció su renuncia, compareciendo en vivo a través del canal saudita de televisión Al-Arabiya, desde el hotel Ritz de Riad y en presencia del príncipe heredero de Arabia Saudita.
Al leer, al pie de la letra, el texto que evidentemente le habían entregado, Saad Hariri se olvidó inesperadamente de que presidía un gobierno que contaba entre sus ministros varios miembros del Hezbollah. Y se expresó en los siguientes términos:
«Allí donde Irán está presente, siembra la división y la destrucción. Prueba de ello es su injerencia en los países árabes, sin mencionar su profundo rencor contra la nación árabe (…) Irán confisca el destino de los países de la región (…) El Hezbollah es el brazo de Irán, no sólo en Líbano sino también en los demás países árabes (…) Desgraciadamente, comprendí que ciertos compatriotas marchan de la mano con Irán, que trata de sacar al Líbano de su entorno árabe. Glorioso Pueblo del Líbano, el Hezbollah ha logrado, gracias a sus armas, imponer una situación de facto (…) Quiero decir a Irán y sus acólitos que salen perdiendo. Las manos que se levantan contra los Estados árabes serán cortadas. Y el Mal se volverá contra quienes lo ejercen.»
Ese texto dramático entierra el conflicto religioso entre sunnitas y chiitas para reactivar el conflicto racista de los árabes contra los persas. A pesar de las apariencias, eso es una forma de progreso ya que las posibilidades de guerra se vuelven así más limitadas, dado el hecho que sunnitas y chiitas habitan territorios donde se hallan mezclados mientras que los árabes y los persas viven en territorios diferentes. En el caso concreto del Líbano, ese cambio de lenguaje no modifica gran cosa. Pero ese texto no indica qué motivó la dimisión del primer ministro.
Saad Hariri agregó que teme por su vida. Al-Arabiya afirmó después que Hariri escapó hace días a un intento de asesinato. Pero la policía y la Seguridad General libanesas desmintieron sucesivamente precisando que no han tenido conocimiento de tal cosa. Al-Arabiya aseguró que el padre de Saad, Rafic Hariri, fue asesinado en 2005… por Irán, después de haber atribuido ese crimen durante años al entonces presidente del Líbano Emile Lahoud y al presidente sirio Bachar al-Assad.
Después de pronunciar su alocución, Saad Hariri telefoneó al presidente libanés, Michel Aoun, para comunicarle oficialmente su dimisión. La conversión fue muy breve y tampoco aclaró las causas de la renuncia.
El ministro saudita de Asuntos del Golfo aseguró, contrariamente a lo que podía pensarse a primera vista, que Arabia Saudita no tiene preso a Saad Hariri y que el ahora dimitente primer ministro libanés puede volver al Líbano cuando quiera. Ante la persistencia de los rumores de que Hariri estaba detenido en Arabia Saudita, se difundió a través de su cuenta de Twitter una foto de este en ropa casual junto al embajador de Arabia Saudita en Líbano.
Cuando Saad Hariri ni siquiera había terminado su alocución, su rival, el ex director central la policía libanesa (FSI) y posteriormente ministro de Justicia Achraf Rifi, regresaba a Beirut de su exilio italiano. No está de más recordar que Saad Hariri es uno de los individuos más endeudados del mundo –tiene una deuda personal que ronda los 4 000 millones de dólares con Arabia Saudita– y no parece por tanto en condiciones de tomar decisiones contrarias a los intereses de su acreedor.
Hacia las 23 horas y 45 minutos TU, los rebeldes huthis disparaban desde Yemen un misil balístico hacia el aeropuerto internacional Rey Khaled de Riad, misil que fue interceptado por los misiles antimisiles Patriot instalados en Arabia Saudita. Dado el hecho que el armamento moderno de los huthis proviene de Irán, los observadores vincularon el incidente del misil con la dimisión de Hariri y concuerdan en ver el disparo de ese artefacto como una respuesta al discurso anti-iraní de Saad Hariri.
El príncipe heredero Mohamed ben Salman toma el poder
Los acontecimientos se aceleran entonces. Minutos más tarde, el rey Salman firmó dos decretos. El primero pronunciaba la jubilación anticipada del jefe del estado mayor de la marina de guerra y revocaba al ministro de Economía y al jefe de la Guardia Real, el poderosísimo príncipe Muteb, hijo del ex rey Abdallah. El segundo decreto instauraba una Comisión de Lucha Contra la Corrupción… bajo la presidencia del príncipe Mohamed ben Salman. Mientras tanto, la prensa anunciaba también la entrada en vigor de la nueva ley antiterrorista, que incluye disposiciones que permiten pronunciar condenas de 5 a 10 años de cárcel por difamación o por ultraje público a la autoridad del rey o del príncipe heredero.
En el transcurso de la siguiente hora, la Comisión de Lucha Contra la Corrupción se reunía y adoptaba una serie de medidas preparadas desde hace mucho tiempo, acusando de malversación de fondos a 11 príncipes, 4 ministros en funciones y decenas de ex ministros. Los acusados fueron puestos de inmediato bajo arresto por el nuevo comandante de la Guardia Real y a varios de ellos incluso se les abría expedientes en virtud de la nueva ley antiterrorista. En la carreta de los condenados figuraban 3 personalidades anteriormente destituidas por el rey, como el ex comandante de la Guardia Real, el príncipe Muteb. En el transcurso del día se supo que las cuentas bancarias de los sospechosos fueron confiscadas y que de ser declarados culpables –lo cual es sólo una formalidad– sus bienes pasarán al Tesoro nacional.
Según la agencia de prensa del reino, los sospechosos malversaron fondos durante las inundaciones de 2009 y la crisis del coronavirus (el llamado Middle East Respiratory Syndrome o MERS), acusación posiblemente fundada pero que no los distingue en nada de los demás caciques de la monarquía saudita.
Aunque no se ha publicado ninguna lista de nombres, se sabe que el príncipe Walid ben Talal figura entre los sospechosos. Considerado uno de los hombres más ricos del mundo, el príncipe Walid ben Talal era el embajador secreto del reino ante Israel. La Kingdom Holding Company, propiedad de este príncipe y poseedora de acciones en el Citygroup, Apple, Twitter y Euro-Disney, perdió inmediatamente 10% de su valor al abrirse las operaciones de la Bolsa de Riad, en la mañana del domingo, y finalmente se decretó la suspensión de cotización.
A pesar de las apariencias, nada indica que las víctimas de la purga hayan sido seleccionadas debido a sus funciones o sus ideas, lo cual parece corroborar el discurso oficial sobre la lucha contra la corrupción.
En la tarde del domingo, un helicóptero se estrella cerca de Abha. Se anuncia entonces que varios dignatarios sauditas murieron en el siniestro, entre ellos un príncipe llamado Mansur.
El éxito del príncipe heredero, que acaba de derrocar la oligarquía para instaurar su propia autocracia, nada dice sobre su capacidad para gobernar el reino. Con 32 años, este hijo de súper rico no ha tenido la oportunidad de entrar en contacto con su pueblo y comenzó a ocuparse de política hace sólo 2 años. Sus primeras decisiones –la decapitación del jefe de la oposición y el inicio de la guerra contra Yemen– fueron catastróficas. Después de haber neutralizado a todos los que podían oponerse a él dentro de la familia real, el príncipe Mohamed ben Salman tendrá ahora que asegurarse un respaldo popular para ejercer el poder. Por el momento, ya ha tomado algunas medidas a favor de los jóvenes (que constituyen el 70% de la población saudita) y de las mujeres (51% de la población). Por ejemplo, abriendo cines y organizando conciertos –hasta ahora prohibidos– y autorizando las mujeres a conducir automóviles, a partir de 2018.
Y próximamente tendría que abolir la siniestra policía religiosa y la obligación de tutelaje masculino que se impone a las mujeres sauditas. Esta última medida tendría la ventaja de complacer a las mujeres y de liberar al mismo tiempo a los hombres de esa carga para poder reactivar la economía. Lo más importante es que el príncipe heredero ha proclamado no sólo su intención de modernizar la práctica religiosa sino también de “limpiar” los hadiz –la leyenda dorada de Mahoma– de pasajes violentos o contradictorios, un proyecto laico que entra en conflicto con la práctica de toda la comunidad musulmana de los últimos siglos.
Esta estrategia impide al príncipe Mohamed ben Salman entrar en guerra contra Irán y el Hezbollah y desmiente el discurso oficial actual. Explicación: no es posible plantearse una guerra contra Irán sabiendo que, desde que los Guardianes de la Revolución iraníes acudieron en ayuda de los huthis, Arabia Saudita ha sufrido una derrota tras otra en Yemen. También resulta imposible movilizar a los sauditas para enviarlos a la guerra mientras que el príncipe heredero reforma radicalmente la sociedad.
Retrospectivamente, resulta que este golpe palaciego había sido anunciado hace días. El príncipe heredero había declarado que había que estar listo para el cambio que tendría lugar en la noche de sábado a domingo. Es imposible que la caída del gobierno libanés y la decapitación de la familia real saudita se hayan organizado sin aprobación de Washington. Se concluyó discretamente con el príncipe un acuerdo que prevé que la oferta pública de compra en efectivo de Aramco [1] no será en Riad sino en la Bolsa de Nueva York. Por otra parte, el discurso anti-iraní de Saad Hariri se produce después de toda una campaña de Washington en el mismo sentido. Desde el 10 de octubre, la administración Trump ha prometido recompensas por la captura de dos comandantes de la resistencia libanesa y presentó un plan contra las actividades financieras de los Guardianes de la Revolución iraníes, mientras que el Congreso estadounidense ha votado no menos de 5 leyes contra el Hezbollah.
Hipótesis de interpretación
Ningún medio de prensa relaciona la dimisión del primer ministro libanés Saad Hariri con la purga efectuada en la familia real saudita. Los medios se limitan, además, a tomar nota del golpe palaciego pero sin interrogarse sobre la identidad de los sospechosos arrestados, olvidando así cómo funcionan las monarquías absolutas.
Yo propongo una hipótesis diferente para interpretar los hechos. Recordemos, primero que todo, que cuando muere el rey Abdallah –antecesor del actual rey Salman– el príncipe heredero era su amigo el príncipe Mukrin. La familia real estaba dividida en tres clanes: el del hijo de Abdallah, el príncipe Muteb; el del hijo del ministro del Interior Nayef; y el del hijo del rey Salman, el príncipe Mohamed ben Salman. Recordemos también otro secreto a voces: Saad Hariri no es hijo biológico de su padre legal sino un bastardo de la familia Saud y miembro del clan Fadh.
En abril de 2015, el príncipe heredero Mukrin fue apartado de sus funciones y reemplazado por Mohamed ben Nayef mientras que el príncipe Mohamed ben Salman aparecía en la escena política convirtiéndose inesperadamente en segundo heredero. Pero en junio de 2017 Mohamed ben Salman lograba destituir a Nayef y lo ponía bajo detención domiciliaria. Para no ser solamente primer heredero sino quedar como único candidato al trono, Mohamed ben Salman tenía entonces que deshacerse del clan Abdallah. Y para eso tenía que destituir al príncipe Muteb, que controlaba la Guardia Real, pero no podía olvidar a Saad Hariri ya que, como primer ministro del Líbano, este último tenía posibilidades de ayudar a los miembros de su clan.
Si Saad Hariri todavía no es arrestado en ese momento es porque, aunque ya dimitió, sigue provisionalmente en funciones como primer ministro del Líbano hasta la designación e investidura de un sucesor. Pero Achraf Rifi, que regresó a Beirut para ocupar ese cargo, necesita un poco de tiempo para ser designado legalmente, sobre todo porque el presidente libanés Michel Aoun no quiere precipitarse y desea aclarar primero todo este enredo, lo cual puede llevar bastante tiempo si se tiene en cuenta que el secretario general del Hezbollah, Hassan Nasrallah, no dudó en defender a Saad Hariri en un discurso transmitido en la noche del domingo, donde estima que el primer ministro dimitió obligado por el príncipe heredero Mohamed ben Salman y que eso constituye una nueva injerencia saudita en Líbano. Finalmente, como resultado de una intervención de Francia, el primer ministro libanés es autorizado a salir de Arabia Saudita hacia los Emiratos Árabes Unidos.
La mayoría de las personalidades arrestadas fueron trasladadas al hotel Ritz de Riad, donde ya estaba Saad Hariri, para ser mantenidas bajo arresto “domiciliario”.
Como había que garantizar que nadie pudiese rivalizar con el príncipe Mohamed ben Salman, también era necesario cortar la rama del ex príncipe heredero Mukrin. Eso explica el accidente de helicóptero que costó la vida a su hijo, el príncipe Mansur. En dos días, son arrestadas más de 1 300 personalidades.
Ni el propio Saad Hariri, ni tampoco Irán, habían previsto los acontecimientos de los días 4 y 5 de noviembre. El Guía de la Revolución iraní, Alí Khamenei, había enviado al ex ministro de Exteriores Alí Akbar Velayati de visita en Líbano. Durante su estancia, Velayati se reunió con todos los líderes libaneses, incluyendo al primer ministro. Todos los encuentros transcurrieron satisfactoriamente y el que sostuvo con Hariri concluyó con felicitaciones recíprocas. Pero, minutos después, Hariri fue llamado a presentarse urgentemente en Riad.
Moscú y Washington, únicos ganadores del golpe palaciego
Atenta a lo que venía preparándose, Rusia acompañó el movimiento extendiendo su propia influencia. El rey Salman viajó a Moscú el 5 de octubre. Aunque es aliado de Estados Unidos, el rey Salman, al igual que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, compró armamento ruso –incluyendo los ya célebres sistemas de misiles antiaéreos S-400. Como abandonó el apoyo al terrorismo, desde el discurso del presidente Trump en Riad, el monarca saudita pudo pactar con Rusia un plan para el intercambio de información en materia de antiterrorismo. Lo fundamental es que, después de firmar numerosos contratos, acordó mantener las limitaciones de la producción de petróleo aún después de que se haya concretado la oferta pública de compra en efectivo de Aramco, lo cual debería favorecer la especulación y, por consiguiente, el alza de precios. Este último acuerdo terminó de negociarse y se firmó en los últimos dias, con la mayor discreción, en Taskent.
Seguidamente, el presidente Vladimir Putin viajó a Teherán, el 1º de noviembre. Allí aseguró a su homólogo iraní, el jeque Hassan Rohani, que las declaraciones del presidente de Estados Unidos que cuestionan el acuerdo 5+1 sobre el programa nuclear iraní no pasarán de ahí. El presidente Putin reiteró al Guía de la Revolución, Alí Khamenei, la exigencia de los israelíes de que no haya Guardianes de la Revolución iraníes ni fuerzas del Hezbollah libanés en el sur de Siria. Lo más relevante es que se acordó con Khamenei un plan para la futura Siria basado en la idea de que Arabia Saudita renuncia a seguir desempeñando un papel destructivo.
En definitiva, para el Medio Oriente ampliado sería muy ventajoso que Arabia Saudita pase de una dictadura oscurantista a un despotismo ilustrado. En todo caso, el cambio de modo de funcionamiento, de dirigentes y de objetivos en Riad abre numerosas oportunidades. Cada actor regional va a tratar de adaptarse lo más rápidamente para promover sus propios intereses antes de que la situación vuelva a bloquearse.
[1] Aramco es la empresa estatal de petróleo y gas de Arabia Saudita. Nota de la Red Voltaire.
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