Frágil victoria impele a urgente política de Estado

Mucho es el vidrio molido en el pavimento que tendrá que pisar a partir de la fecha el presidente Pedro Pablo Kuczynski. Se libró de la destitución, pero no de las instancias penales donde tendrá que explicar, acaso convencer o asumir responsabilidades. Y no estará frente a ignaros, sino a gente de sólida formación jurídica.

¡Este es el momento de plantear un pacto político! Se dirá que los clubes electorales que integran el Congreso no representan al pueblo, pero es lo que tenemos y de algún modo el realismo de la hora actual significa entender que son ellos los que están. Y fuera y algo lejos, los críticos inflexibles.

Ninguna argamasa nacional o su barrunto primario puede edificarse sobre mitos, supuestos o deseos, por viejos o hermosos cuanto que inejecutables que sean. El Perú, a pesar de sus mediocres políticos, necesita definir un camino que dé esperanza y confirme que la Patria sea madre y no madrastra de sus hijos.

De repente un gran organizador o concertador en la presidencia del Consejo de Ministros consigue que Mercedes Aráoz vuelva al hemiciclo donde podrían ser más útiles sus esfuerzos. La efímera y frágil victoria sobre la vacancia no debiera ser engañifa de que ha “triunfado la democracia”. ¿Cuál democracia? ¿La de los 130? ¿La de los grupúsculos que hace decenas de años se reparten el país como trozos de un pavo de Navidad?

Sicarios y termocéfalos puñaleros hay en todos los clubes electorales. Con ellos no hay futuro, son elementos cuyo único propósito consiste en destruir sin ton ni son.

La extensa jornada en el Congreso demostró algunas cosas que no admiten mayor convencimiento: mediocridad intelectual, miopía política e ignorancia a raudales. Los reeleccionistas, esos que han hecho del sillón congresal una extraña prolongación de sus traseros ¡deben irse a su casa para nunca más volver! La renovación del Perú incluye, sobre todo, al Parlamento.

No las tiene fácil el presidente Kuczynski, sabe él primero que todos, cuan débil es su posición. ¿No es hora que piense en actuar y convertir una jornada positiva anémica en una política de Estado concertada con todos? Si no lo hace, siembra vientos. Y quien lo hace cosecha tempestades.

Con estos bueyes tenemos que arar.