El secretario general de la OTAN (al centro) se reúne con la Comisión Europea. En Bruselas, la sede de la Unión Europea acoge a los funcionarios de una burocracia más o menos eficaz. Pero el poder verdadero reside en las afueras de la ciudad… en la sede de la OTAN.

La Comisión Europea presentó, el 28 de marzo de 2018, el Plan de Acción sobre la Movilidad Militar [1]. Según explica la Alta Representante para la Política Exterior de la Unión Europea, Federica Mogherini, «al facilitar la movilidad militar dentro de la Unión Europea podemos reaccionar más eficazmente cuando surgen los desafíos». Aunque no lo dice, la referencia a la «agresión rusa» es evidente.

Ese Plan de Acción no se decidió en la Unión Europea sino en el Pentágono y la OTAN.

En 2015, el general Ben Hodges, comandante de las fuerzas terrestres de Estados Unidos en Europa (US Army Europe) instó a la creación de «un Espacio Schengen militar» para que, ante «la agresión rusa», las tropas estadounidenses puedan desplazarse más rápidamente de un país europeo a otro, sin el retraso que representarían reglamentos nacionales y procedimientos aduanales. Ese reclamo fue presentado precisamente por la OTAN: el Consejo del Atlántico Norte, reunido el 8 de noviembre de 2017, a nivel de ministros de Defensa, solicitó oficialmente a la Unión Europea «aplicar legislaciones nacionales que faciliten el paso de fuerzas militares a través de las fronteras» y, al mismo tiempo, «mejorar las infraestructuras civiles adaptándolas a las exigencias militares» [2].

El 15 de febrero de 2018, el Consejo del Atlántico Norte, al nivel de los ministros de Defensa, anunció la constitución de un nuevo Mando Logístico para «mejorar el movimiento en Europa de tropas y equipamiento esenciales para la defensa» [3].

Y, apenas un mes más tarde, la Unión Europea presenta el Plan de Acción sobre la Movilidad Militar, que corresponde exactamente a los deseos expresados por el Pentágono y la OTAN. ¿Qué prevé ese plan? «Simplificar las formalidades aduanales para las operaciones militares y el transporte de mercancías peligrosas de tipo militar.»

Así se prepara «el Espacio Schengen militar», con la particularidad de que lo que circulará librement no son personas sino tanques. Pero el tránsito de vehículos y trenes normales no es lo mismo que desplazar blindados y vehículos militares en general por carretera o utilizando la red ferroviaria. Así que para esto último hay que suprimir «los actuales obstáculos para la movilidad militar» modificando «las infraestructuras que no se adaptan al peso y las dimensiones del equipamiento militar, principalmente puentes y vías férreas con una capacidad de carga insuficiente». Por ejemplo, si un puente no es capaz de soportar el peso de una columna de blindados, habrá que reforzarlo o reconstruirlo.

La Comisión Europea «identificará las partes de la red transeuropea de transporte apropiadas para el transporte militar y determinará las modificaciones necesarias». Esas modificaciones tendrán que aplicarse a las decenas de miles de kilómetros de carreteras y de la red ferroviaria, lo cual exigirá enormes gastos… a cargo de los países miembros, con una «posible contribución financiera de la Unión Europea».

En definitiva, siempre seremos nosotros, los ciudadanos europeos, quienes tendremos que pagar esos trabajos –inútiles desde el punto de vista civil– con los subsiguientes e importantes recortes de presupuestos para los gastos sociales e inversiones de verdadera utilidad pública. En Italia, donde ya escasean los fondos para la reconstrucción de las zonas afectadas por los terremotos, habrá que dedicar miles de millones de euros a adaptar infraestructuras ya existentes a las necesidades de la «movilidad militar».

Los 27 países miembros de la Unión Europea –entre los que se cuentan 21 miembros de la OTAN– están siendo invitados a examinar el Plan. Italia tendría la posibilidad de rechazarlo. Pero eso significaría, para el próximo gobierno, contradecir no sólo a la Unión Europea sino también a la alianza atlántica –bajo las órdenes de Estados Unidos– y comenzar así a separarse de la estrategia que utiliza la fábula de la amenaza rusa para preparar una guerra –que sí sería real– contra Rusia.

Esa sería una decisión política fundamental para nuestro país pero, en la actual situación de sometimiento a Estados Unidos, parece destinada a quedar en el campo de la política-ficción.

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio