El Ejército Árabe Sirio prosigue su rápida campaña de liberación de las zonas del sur de Siria bajo control del Emirato Islámico (Daesh) y al-Qaeda, en aplicación del párrafo 5 del memorándum sobre las zonas de desescalada [1]. La Federación Rusa está prestando apoyo aéreo a esa campaña.

La ONU afirma que cerca de la tercera parte de la población de esa región ha huido de los combates, concentrándose en las fronteras de Siria con Jordania e Israel, que se mantienen cerradas aunque siguen dejando pasar ayuda humanitaria.

Las fuerzas armadas de Estados Unidos y de Israel se empeñan en dar a entender que existe un acuerdo con Rusia para que todas las fuerzas vinculadas a Irán se retiren a 80 kilómetros de la línea de demarcación entre Israel y Siria, pero eso es falso.

En realidad, las fuerzas armadas estadounidenses están aplicando por fin las instrucciones del presidente Donald Trump para poner fin al respaldo de Estados Unidos a Daesh y al-Qaeda, aún tratándose de elementos de esos grupos yihadistas que se presentan como miembros del llamado Ejército Sirio Libre, empeñado en el derrocamiento del gobierno sirio. Sin embargo, fuerzas estadounidenses presentes en suelo sirio aún mantienen la base militar que instalaron ilegalmente en la región siria de al-Tanf.

Israel, ampliamente vinculado a los grupos armados que tratan de derrocar el gobierno sirio, a los que apoyó incluso públicamente, ya no puede seguir haciéndolo sin entrar en conflicto directo con Rusia. Las fuerzas armadas de Israel, que antes ayudaron a los yihadistas de al-Qaeda a expulsar a los cascos azules de la ONU que observaban la separación de las fuerzas israelíes y sirias en la línea de demarcación del Golán ocupado por Israel, también se han retirado y ahora reclaman el regreso al estatus de 1974, violado por el propio Israel.

Las fuerzas vinculadas a Irán presentes en esa región eran miembros del Hezbollah libanés, que comenzaron a retirarse de Siria desde que se completó la liberación de la Ghouta oriental –la parte este del cinturón verde de Damasco– y combatientes afganos cuya presencia como fuerza de apoyo al Ejército Árabe Sirio ha dejado de ser indispensable.

En resumen, poco a poco la situación va regresando a la normalidad.

Sin embargo, la propaganda occidental sigue sembrando la confusión sobre los hechos mediante la explotación mediática de dos elementos olvidados:
 Está presentando la ciudad siria de Daraa como «cuna de la revolución siria». Pero lo cierto es que el general saudita Anwar al-Eshki reconoció públicamente haber introducido armas en Daraa (Ver el video que acompaña esta breve) –específicamente en la mezquita al-Omari– antes de la manifestación que supuestamente desencadenó la revuelta, el viernes 18 de marzo de 2011 –día de la gran plegaria musulmana. El eslogan dominante en aquel momento fue «¡Alá, Siria, libertad!», pero la «libertad» que reclamaban los manifestantes era la «libertad para aplicar la charia», o sea la ley musulmana basada en la interpretación más literal del Corán.
 La propaganda occidental no menciona el hecho que los grupos armados que subsisten en el sur de Siria están vinculados a Daesh y al-Qaeda, y gracias esa laguna informativa, da a entender que esos grupos de yihadistas son lo que Occidente se empeña en designar como «rebeldes moderados».