Que el primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, aprendió las lecciones del general estadounidense Colin Powell es algo que ya está fuera de toda duda. Eso le ha permitido renovar la retórica de su país, que hasta ahora se limitaba a recurrir constantemente al recuerdo de la «solución final».

Cuando Estados Unidos y el Reino Unido decidieron invadir Irak y derrocar al presidente Saddam Hussein, el general Colin Powell –entonces secretario de Estado– no dudó en presentarse ante el Consejo de Seguridad de la ONU blandiendo un frasquito que supuestamente contenía ántrax. Para aterrorizar a su auditorio, Powell llegó a afirmar que aquella muestra era suficiente para liquidar toda la población de Nueva York.

Siguiendo ese ejemplo, Benyamin Netanyahu llevó en 2012 a la tribuna de la Asamblea General de la ONU un «esquema explicativo» de la inminente fabricación de la bomba atómica iraní.

En abril de 2018, Netanyahu afirmó que los servicios secretos israelíes habían logrado robar «archivos nucleares» de Irán y dijo que había adquirido así la prueba de que Teherán había continuado sus investigaciones nucleares en violación de sus compromisos internacionales. Las verificaciones demostraron que aquello no eran investigaciones sino un estudio de factibilidad.

Y la semana pasada, en su último discurso ante la Asamblea General de la ONU, Netanyahu «reveló» la existencia, en pleno centro de Teherán, de un almacén secreto de material indispensable para la realización de investigaciones nucleares.

Los periodistas occidentales que corrieron inmediatamente a ese lugar, como el corresponsal de Euronews cuyo foto encabeza esta información, sólo encontraron allí una empresa que se dedica a la limpieza de tapices.