Siete son las organizaciones trasnacionales de origen mexicano que contrabandean ese narcótico al vecino del Norte: cárteles de Sinaloa, Jalisco Nueva Generación, Juárez, Golfo, Beltrán Leyva, Noreste y Vieja Escuela (estos dos últimos antes conformaban los Zetas).

Mientras que, por el lado colombiano, el principal productor de esta droga y nexo con los grupos mexicanos es el Clan del Golfo (Los Urabeños o Clan Úsuga), según informaciones de la Agencia Antidrogas estadunidense (DEA, por sigla en inglés).

Dicho grupo es tan fuerte en Colombia como aún lo es el de Sinaloa en México. La DEA lo describe como una empresa criminal altamente estructurada y centralizada, con presencia nacional cohesionada y de corte militar en lo operativo.

Estas exitosas alianzas criminales ya encendieron las alertas en Estados Unidos, no sólo porque la disponibilidad y el uso de este narcótico va al alza, sino porque esto es consecuencia del rotundo fracaso de la “guerra” contra el narcotráfico que ese país ha financiado, por años, tanto en Colombia como en México.

En su informe 2018 National drug threat assessment, la DEA señala que el incremento del consumo y distribución de cocaína en ese mercado se debe, en gran parte, a los aumentos significativos en el cultivo de coca y la producción de la droga en Colombia.

Como resultado, indica, en 2017 los adictos y las muertes por sobredosis de cocaína excedieron los niveles de referencia de 2007. Simultáneamente, se exacerba la amenaza por una nueva fusión: fentanilo con cocaína.

La DEA espera que la tendencia al alza de este narcótico –que llama epidemia de opioides– se mantenga en el corto plazo, propiciada por un aumento en la disponibilidad y un abaratamiento de los costos al menudeo.

Del propio informe de la DEA se desprende que uno de los indicadores más relevantes del fracaso de la “guerra” contra las drogas es precisamente “los niveles récord de cultivo de coca y la producción de cocaína en Colombia, la principal fuente de cocaína incautada en Estados Unidos. Esto ha ampliado el mercado de la cocaína y ha incrementado el abuso doméstico”.

Para la Agencia Antidrogas mientras los cárteles mexicanos son los principales exportadores y dominan la distribución mayorista de cocaína colombiana al por mayor en mercados de Estados Unidos, los colombianos continúan controlando su producción y suministro.

Los grandes grupos de ambos países, señala, trabajan estrechamente para exportar cantidades enormes de esa droga fuera de Colombia. El reporte 2018 National drug threat assessment señala que entre los grupos que siguen dominando la producción de la droga están las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y algunas facciones disidentes, así como las Autodefensas Unidas de Colombia.

Según la DEA, los cárteles mexicanos compran toneladas de cocaína y heroína de los productores colombianos, que exportan por Centroamérica hasta llegar a México, y después lo contrabandean a Estados Unidos.

La colaboración

El informe de la Agencia indica que los grupos criminales mexicanos trabajan directamente con las fuentes de suministro colombianas, a menudo enviando representantes mexicanos a Colombia, Ecuador y Venezuela a coordinar los envíos de cocaína. De la misma manera, los cárteles colombianos tienen “delegados” en México que actúan como intermediarios para órdenes de suministro de cocaína o movimientos de dinero ilícito. Estas alianzas se fortalecen aún más con otros cárteles centroamericanos.

La droga siempre llega a México y en grandes cantidades. Las rutas, indica la DEA, son marítimas y aéreas, con lanchas rápidas, barcos de pesca, semisumergibles, aviones privados y de carga comercial. Con menos frecuencia, la cocaína se transporta por tierra a través de Darien Gap, que conecta el Noroeste de Colombia con Panamá.

Según la autoridad estadunidense, las organizaciones colombianas continúan usando Ecuador y Venezuela como puntos de enlace para los envíos de cocaína con destino a México, América Central y el Caribe.

El informe agrega que grupos de narcotraficantes colombianos generalmente almacenan grandes cantidades de cocaína en áreas remotas de esos países hasta que se aseguran de que su transporte marítimo o aéreo será exitoso.

Respecto de las organizaciones más pequeñas, indica que éstas suministran directamente cantidades al por mayor de cocaína y heroína a Estados Unidos, principalmente a los mercados de drogas del Noreste y la costa Este. Aunque los mexicanos luchan también por ese control.

El reporte de la DEA asegura que en 2017 se exportaron más de 1 mil toneladas métricas de cocaína de Colombia, mientras que en 2012 las exportaciones de esa droga apenas superaron las 200 toneladas.

La mayoría de las divisiones de campo de la DEA indicaron que, en 2017, la disponibilidad de cocaína era moderada en su área, lo que significa que la cocaína es accesible. En Atlanta, El Caribe, Miami, Nueva Jersey, Nueva York, Houston, Los Ángeles, Filadelfia y Washington dijeron que la disponibilidad de esa droga era alta: se obtiene fácilmente en cualquier momento. Mientras que en Chicago, Nueva Inglaterra, San Diego, San Francisco y Washington aseguraron que estaba más disponible que en 2016.

En otros tres casos, consideran que la cocaína es una amenaza creciente en sus regiones en comparación con el periodo anterior. “En 2017, la cocaína se convirtió en la cuarta mayor amenaza de drogas en Dallas y Seattle; mientras que en St. Louis es la tercera amenaza de drogas”.

En México la situación no es muy distinta. De acuerdo con el diario Vanguardia, los aseguramientos de cocaína por parte de la Secretaría de Marina se incrementaron en 823 por ciento de 2016 a abril de 2018. En ese periodo, se confiscaron 24 toneladas, la mayoría en altamar, mientras que entre 2013 y 2015 ascendieron a apenas 2.6 toneladas.

Los números son una confirmación de lo que todos sabemos: la “guerra” contra el narcotráfico es una farsa. Veinticuatro toneladas son insignificantes frente a las más de 1 mil que calcula la DEA que se traficaron con éxito tan sólo en 2017. Pero en México seguimos pagando con muertos.