El presidente de la ex República yugoslava de Macedonia, Gjorge Ivanov, se negó a firmar la ‎última ley votada en el parlamento. Esa ley porta, por primera vez, el encabezamiento ‎‎«República de Macedonia del Norte», como se prevé en el Tratado de Prespa, rechazado por el ‎presidente macedonio. ‎

El Tratado de Prespa cuenta también con el rechazo de dos tercios de la población macedonia, ‎lo cual debería anular toda posibilidad de aplicarlo. ‎

Pero Estados Unidos forzó su ratificación en el parlamento, llegando incluso a manipular la composición ‎de ese cuerpo legislativo [1]. ‎Así que los diputados aprobaron el Tratado de Prespa, que fue publicado en la Gaceta Oficial ‎macedonia, pero no bajo la firma del presidente de la República –como exige la ley– sino firmado ‎por el presidente del parlamento, el proestadounidense Talat Xhaferi de lengua albanesa.‎

Como establece la Constitución, la ley que el presidente de la República se negó a firmar tendrá ‎que ser discutida nuevamente en el parlamento. Si este la adopta de nuevo, el presidente de la República ‎tendría que firmarla. A pesar de eso, el presidente Gjorge Ivanov ya se negó antes a firmar una ‎ley inconstitucional sobre las lenguas nacionales macedonias, lo cual hace pensar que el problema ‎de la denominación exacta de la República quedará pendiente hasta el fin de su mandato. ‎

Ya va viéndose cada vez más que el problema no es tanto entre Grecia y la Macedonia ‎ex yugoslava sino que concierne más bien la separación entre los musulmanes de lengua ‎albanesa y los macedonios ortodoxos. Estados Unidos parece favorable a la creación de una ‎Gran Albania [2], ‎que incluiría a las poblaciones de lengua albanesa de Kosovo y de Macedonia –aunque no a las de ‎Montenegro y Grecia. A la larga, eso provocaría la desaparición de ese pequeño país ‎culturalmente cercano a Rusia. ‎