Las herramientas inundan el piso del salón que, en el centro, exhibe el esqueleto de un viejo automóvil. Aquí sólo hay cuatro mesas altas, tan altas que cualquier persona de estatura promedio puede trabajar sobre ellas sin siquiera agacharse. En ellas se apiñan unos 40 adolescentes que pelean entre sí para conseguir uno de los apenas 15 bancos. Ésas son las condiciones en las que los alumnos de secundaria toman clases del club Metalatack.

Es el primer año que esta secundaria técnica, ubicada en la delegación Iztacalco, imparte este club; y es que como parte de la reforma educativa que impulsó el gobierno pasado han desaparecido los talleres que daban razón de ser a este tipo de secundarias.

Metalatack tiene por objetivo enseñar el uso de las máquinas y demás herramientas que se emplean en grandes fábricas; aquí, el torno, la fresadora y los taladros son utensilios básicos. Antes, los talleres que podían asemejársele eran los de mecánica y electricidad, con la diferencia de que éstos se cursaban durante los tres grados para que el egresado tuviera una formación técnica profesional.

Sin embargo, la transformación que sufrieron los planes de estudio derivado de la reforma peñista provocó que, de un ciclo escolar a otro, las generaciones de segundo y tercer grados se quedaron sin talleres, truncando su formación técnica.

La educación básica es una etapa elemental en la población mexicana. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), la escolaridad promedio en el país es de 9.1 grados, esto significa que la mayoría de los mexicanos estudian hasta la secundaria. Por ello, la educación técnica es muy importante para su vida laboral.

Pero en Metalatack al parecer no han aprendido mucho para su vida futura. Andrea cursa el último grado y afirma que no han hecho casi nada. Estos clubes, dice, los cambian cada trimestre y este tiempo es insuficiente para aprender. “Hasta hoy no hemos visto nada importante porque, según, teníamos poco tiempo. Simplemente llegamos al club y comenzamos a cortar metal”.

Alta y de grandes ojos vivaces, la adolescente de 14 años de edad dice, con desánimo y furia: “Los clubes son horribles, ni siquiera hay dónde sentarse o dónde dejar las mochilas; los imparten en donde se daban los talleres”.

En primero y segundo grados, Andrea cursó el taller de contabilidad. “Me gustaba mucho porque yo quiero estudiar eso, quiero ser contadora y ahora que nos pasaron a este club ya no puedo seguir aprendiendo. Está muy mal que nos quiten esa posibilidad de hacer algo para trabajar”.

Alumnos, los principales afectados

Para los estudiantes de las secundarias técnicas, la desaparición de los talleres no fue la única afectación. “En los clubes no nos enseñan lo que necesitamos: nos dan clases para alumnos de primero. Eso no me va a ayudar en nada. Imagínate, tenemos club de autoestima; en mi examen [de ingreso a la preparatoria] no me van a preguntar si me siento con una alta autoestima”, explica Annete, quien cursa el tercer grado en una secundaria técnica y tiene 14 años de edad.

La estudiante reitera su inconformidad porque las clases de los clubes son multigrado. “Me gustaría mucho más que regresaran los talleres. Se supone que era un club por trimestre, pero ahora sólo nos van a dejar el mismo [todo el ciclo] y yo esperaba que me cambiaran otra vez a corte y confección. Ya voy a salir y no sé si pueda volver a tomar ese taller”.

En su escuela los talleres han sido cerrados en su totalidad, porque los clubes se imparten en las aulas normales. “Nuestros materiales se quedaron adentro de esos talleres. Yo estudiaba en dibujo técnico y, por ejemplo, las hojas de colores, nuestros lápices y reglas se quedaron ahí. Ése era nuestro espacio”.

El cambio para las secundarias técnicas no fue gradual: de tajo, los estudiantes de segundo y tercer grado perdieron sus talleres. Raquel, una joven efusiva y amable, cursa segundo año y ya perdió su formación técnica en corte y confección.

“Ya sabía cómo tomar las medidas y elaborar los trazos para hacer pantalones y vestidos. Eso me gustaba más. Además, creo que éste [club] no me va a ayudar mucho. En el taller podía hacer cosas por mí misma. También pienso que con los talleres teníamos varias posibilidades para escoger a qué dedicarnos en el futuro”, explica.

Talleres en el abandono

Decenas de máquinas de escribir cubiertas por el polvo se apilan en un rincón. Su antiguo rumor de teclas ha cesado en esta secundaria técnica ubicada en la delegación Álvaro Obregón. Aquí, los grandes salones donde antes se impartían los talleres, ahora sirven para que se impartan los clubes, lo que ocasiona que los materiales de aquellos talleres ya no se ocupen.

Luis –un chico de 13 años que cursa el segundo grado– toma su club de literatura en el salón del ahora extinto taller de secretariado. Las máquinas de escribir, dice, “sólo estorban. Ya nadie las ocupa”.

Cerca de las 2 de la tarde, Alex, alumno de segundo grado, se reúne con un par de amigos a las afueras de su escuela. Alrededor hay puestos de comida, dulces y jugos. Con seguridad, Alex confía en platicar respecto a sus clases. Coloca sus manos en las hombreras de su mochila negra y se recarga sobre una pared de ladrillos color guinda. “Casi no me gusta el club porque combinan los grados, y no me siento cómodo. Siento que aprendía más en el taller; me gustaba más; quisiera que volvieran [a dar esas clases]”.

Según el estudio La educación secundaria en México, publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, los beneficios de un plan de trabajo como el de las secundarias técnicas permitía que los alumnos se formaran con habilidades que, en sectores específicos, eran requeridas.

Ahora, la manera en que se imparte la educación es mediante clubes de estudio, los cuales proporcionan menos horas de trabajo y la aplicación de una clase apta para los tres grados, conocida como “clases multigrado”.

Los clubes se eligen por los materiales a cercano alcance y el sector geográfico donde se ubica cada secundaria. Por ejemplo, hay club de lectura, de cocina, de robótica o teatro dependiendo la zona y los intereses que la institución educativa identifique en sus alumnos. También del presupuesto, porque hay clubes diseñados por empresas, asociaciones civiles y fundaciones que tienen costo.

Según información de la Secretaría de Educación Pública (SEP), a través de la aplicación de la reforma educativa los clubes se eligen desde las prioridades de los alumnos y los maestros, debido a que se formulan los programas ante la disposición de materiales, recursos e intereses laborales de los mismos.

Pero la realidad para los estudiantes entrevistados es otra. “A nosotros nos impusieron los talleres que íbamos a llevar y nunca nos avisaron cómo iban a ser las calificaciones. Sólo cambiaron todo y ya”, asevera Andrea.

Según el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), hay un total de 4 mil 685 escuelas secundarias en todo el país. Las poblaciones de alumnos que cursan este nivel escolar son mayores a 2 mil 500, es decir, hay un promedio de más de 1 millón 664 mil 19 alumnos en un total de 3 mil 558 escuelas secundarias técnicas.

Actualmente, las escuelas secundarias técnicas funcionan desde la Dirección General de Educación Secundarias Técnicas (DGEST), organismo que se creó el 12 de septiembre de 1978 con la finalidad de coordinar el funcionamientos de estas escuelas en el territorio de la Ciudad de México.

Con la reforma peñista, lo que desapareció fue el modelo educativo basado en la producción de un proyecto técnico (los talleres), que utiliza fundamentos tecnológicos para producir y promocionar ideas innovadoras. En algunos casos, los egresados de las secundarias técnicas obtenían un certificado como técnicos del taller que cursaron, que avalaba sus horas de estudio y prácticas.

Nueva etapa de incertidumbre

Aunque apenas lleva un ciclo escolar en operación, los clubes de estudio podrían quedar cancelados: el gobierno de Andrés Manuel López Obrador prometió abrogar la reforma educativa de su antecesor, Enrique Peña. Por ello, las bancadas del partido Movimiento Regeneración Nacional en el Congreso impulsan cambios a las leyes aprobadas en el sexenio pasado, sin que hasta ahora expresen abiertamente qué pasará con las secundarias técnicas.

Para el investigador del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, Ángel Rogelio Díaz Barriga, es necesario entender la postura del docente antes de querer aplicar cambios en sus formas de enseñar.

“Cerrar la educación técnica es una tontería, ya que es una educación que tenía la finalidad de formar alumnos en un oficio, se pensó que habría un buen grupo de estudiantes que no le interesaría seguir formándose, esto está en la historia de la educación del país”, dice el también doctor en pedagogía.

Para Mariela Sánchez, quien lleva 10 años de servicio como docente en secundaria y es maestra de la asignatura Lengua Materna, antes Español, considera que la reforma peñista no es educativa, sino laboral y administrativa: “se pierde la estabilidad laboral y no se nos respeta la plaza base, ya que el ingreso, la promoción y permanencia están sujetas a las evaluaciones”.

Al respecto, el investigador Díaz Barriga explica que el gobierno pasado primero pensó en una reforma laboral y, al darse cuenta de lo que ésta causaría, tuvo que disfrazarla de una reforma educativa. “El mensaje del entonces secretario [Aurelio] Nuño fue: ‘estamos haciendo algo tan radical, algo que no se había hecho en los últimos 50 años. Queremos hacer un cambio total en el sistema educativo’, lo cual no era cierto”.

El principal afectado fue el estudiante: para ver los resultados de la reforma peñista habría que esperar a 2030. Por ello, considera que lo recomendable es que cambios así se inicien en el preescolar y terminen en el bachillerato, pues instrumentarlo de tajo en todos los nivel imposibilita que se tengan resultados. “Nunca sabes qué es lo que una reforma produjo cuando ya estás implementando otra. Se hace un descontrol hacia todos los sectores de la sociedad y, sin embargo, sí se puede presumir que se hizo una reforma”.

El doctor Díaz Barriga cita como ejemplo el proyecto de Finlandia: empezó en 2015 y para 2030 desean tener un proyecto curricular por temas. Pero en México cada sexenio se aplica una reforma educativa propia, critica.

“Uno fue el proyecto de [Felipe] Calderón y otro de Peña. Además de ser costosos, dejan grandes volúmenes porque hay que demostrar que trabajaron. Los principales actores que están siendo sujetos de vaivén son los docentes”, afirma.

Autonomía curricular

Los clubes de estudio tienen su fundamento en la llamada autonomía curricular, que entró en vigor en agosto de 2018 como parte de la reforma educativa.

“Cuando vi la primera vez esto de ‘autonomía curricular’ me di cuenta que para las escuelas de tiempo completo esto sí serviría, puesto que en caso de que los niños no aprendan matemáticas, se incrementarían esas horas, pero resulta que lo que hicieron fue diferente: las escuelas hacen un diagnóstico apresurado, siguiendo el modelo de planeación estratégica en el que no han preparado a los maestros”, explica.

No obstante, critica que “En lo único que se han preocupado es en darles cursos a los maestros y se han gastado un dineral en ellos y en decirles qué deben hacer. Se ha infantilizado a los docentes porque ahora ellos dicen ‘bueno, qué capacitación me van a dar’, cuando ellos tendrían que decir cuál es el fundamento de esto y estudiarlo. Algo que es importante que deben aprender los profesores es que la cultura pedagógica debe ser permanente porque siempre habrá temas nuevos y uno no debe pensar que ya terminó de estudiar”.

¿Maestros sin futuro?

La permanencia de los clubes o su extinción también genera incertidumbre entre los docentes. En el cambio, muchos maestros de talleres fueron despedidos y lo mismo podría pasar con la nueva reforma.

“Nuestra directora nos apoyó mucho, ella llevó nuestras propuestas de planes de trabajo a la DGEST. Ahí nos aceptaron seguir utilizando los talleres para nuestros clubes, pero en otras escuelas no fue el caso, a muchos los mandaron a disposición. Por ejemplo, tengo una compañera en otra secundaria que está dando el club de ‘Huertos’ y ella ha trabajado siempre en ‘Corte y Confección’”, asegura Yolanda, maestra del club textiles.

El modelo educativo peñista no sólo afectó el “proyecto técnico” en el nivel de secundaria, sino también a los maestros de asignatura: para poder impartir los clubes se les quita horas de sus clases y a ellos se les tiene que ubicar en otras asignaturas o en clubes.

Fuente
Contralínea (México)