Mientras los ministros de Exteriores de los países miembros de la OTAN celebraban ‎en Washington el 70º aniversario de la alianza atlántica, el presidente estadounidense Donald ‎Trump recibía al primer ministro adjunto chino Liu He.‎

Durante la conversación con la prensa que tuvo lugar antes de la entrevista oficial, el presidente ‎Trump sorprendió a todos hablando de la posibilidad de negociar con China y Rusia una ‎disminución de los gastos en armamento nuclear [1].‎

Por su parte, los ministros de Exteriores de la OTAN mencionaron la salida estadounidense del ‎Tratado INF (Tratado sobre las Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio) y volvieron a agitar la ‎‎«amenaza rusa» como justificación de esa decisión de Estados Unidos. ‎

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, aseguró sin embargo que no se plantea, ‎al menos por ahora, un regreso a la polémica surgida en el momento de los llamados ‎‎«euromisiles», o sea un debate sobre un despliegue en Europa de rampas terrestres de armas ‎atómicas, lo cual transformaría esa región en un posible campo de batalla nuclear. ‎

Al menos 10 países disponen actualmente de armas atómicas: Arabia Saudita, la República Popular ‎China, Corea del Norte, Estados Unidos, Francia, la India, Israel, Pakistán, el Reino Unido y la ‎Federación Rusa.

Pero sólo los 3 Grandes (Estados Unidos, Rusia y China) poseen además la ‎tríada de vectores necesaria para que ese armamento sea realmente disuasivo y creíble en ‎cualquier circunstancia. Lo más importante es que esos 3 países disponen de todas las categorías ‎de armas nucleares que existen hoy y que están muy por delante de los demás Estados en materia de tecnología nuclear. ‎

Desde un punto de vista estrictamente económico, existe una gran diferencia entre los costos del ‎armamento atómico y los del armamento convencional ya que se trata de gastos que nunca ‎se recuperan dado el hecho que el armamento nuclear no se exporta. De hecho, las únicas ‎negociaciones de desarme nuclear que tuvieron éxito fueron las que se desarrollaron al final de ‎la guerra fría, cuando esos gastos se habían vuelto incosteables, sobre todo para la URSS, cuyo ‎territorio era mucho más extenso que el de Estados Unidos. ‎

En definitiva, todos los intentos de desarme nuclear basados en consideraciones de orden moral ‎han terminado en fracasos. El ejemplo más reciente es el presidente Barack Obama, quien después ‎de sus promesas electorales a favor del desarme nuclear y de recibir gracias a ellas un Nobel de la ‎Paz “preventivo”, acabó renunciando a sus promesas. ‎

En cambio, Donald Trump plantea la cuestión precisamente desde el punto económico, ‎contradiciendo así la retórica de «la amenaza rusa», planteada nuevamente durante la reunión ‎de los ministros de Exteriores de la OTAN. ‎

China y Rusia ven la cuestión del desarme nuclear desde la misma perspectiva que el actual ‎presidente de Estados Unidos. ‎

[1Remarks by Donald Trump and Liu He Before ‎Bilateral Meeting”, por Donald Trump y Liu He, Voltaire Network, 4 de ‎abril de 2019.