En respuesta a las grandes manifestaciones de los últimos días, el primer ministro libanés, Saad ‎Hariri (musulmán sunnita), anunció su dimisión y la de todo su gobierno, el 29 de octubre ‎de 2019. Estados Unidos exhortó inmediatamente al presidente de la República (cristiano) y al ‎presidente (musulmán chiita) del parlamento libanés a formar un nuevo gobierno en el más corto ‎plazo. ‎

Al provocar la caída del primer ministro Saad Hariri, los libaneses se muestran políticamente ‎volubles ya que Saad Hariri había llegado por primera vez a ese cargo, en noviembre de 2009, ‎precisamente a raíz de un movimiento de protesta similar –la llamada «revolución del cedro». ‎

Técnicamente, el gobierno encabezado por Saad Hariri puede seguir dirigiendo el pais por tiempo ‎indefinido, hasta que se designe el nuevo gobierno, situación que se ha repetido frecuentemente ‎en Líbano durante años. Sólo un cambio de la actual Constitución podría llevar a una solución de ‎la crisis. ‎

La Constitución actual de la República Libanesa fue concebida por los colonizadores franceses ‎en 1943 para dividir a los libaneses en 17 comunidades religiosas. Al final de la guerra civil, ‎en 1989, Arabia Saudita fortaleció ese sistema con la imposición de una distribución estricta de ‎los principales cargos del Estado entre las principales comunidades religiosas. Poco a poco ese ‎sistema fue extendiéndose a toda la sociedad, alcanzando incluso las responsabilidades más simples.‎ El resultado es que el Líbano se presenta al mundo como una democracia, ‎pero en realidad no lo es. ‎

El sistema es tan cerrado que hoy resulta imposible redactar una nueva Constitución sin exponer ‎el país a nuevas catástrofes. El paso a un sistema laico, donde todos los libaneses serían iguales ‎entre sí sin importar la religión de cada uno de ellos, sólo sería posible decretando la ‎suspensión de la Constitución actualmente en vigor. ‎

Personalidades provenientes de todas las comunidades libanesas trabajan desde hace años ‎a favor del establecimiento de un poder militar de transición ya que el ejército parece la única ‎institución libanesa confesionalmente neutra y dotada de cierto respaldo popular. Esto explica la ‎reciente dimisión –el 28 de octubre– del general Chamel Roukoz, ex jefe de las fuerzas especiales ‎y yerno del presidente de la República. ‎

Gran soldado pero poco conocedor de la política, el general Chamel Roukoz, renunció el pasado ‎lunes a su responsabilidad en el partido del presidente de la República y a su condición de diputado ‎y podría encabezar el proceso de reforma antes descrito. En 2006, fue este general quien salvó ‎el país de los yihadistas de Fateh el-Islam. En 2013 combatió a los yihadistas del jeque Ahmed al-‎Assir en la batalla de Sidon. En 2014, se enfrentó a al-Qaeda en Ersal y en 2017 luchó contra el ‎Emirato islámico (Daesh) en la batalla de Rass Baalbek.‎