El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de facto de Emiratos Árabes ‎Unidos, el príncipe Mohamed ben Zayed. Silenciosamente, estos dos hombres de negocios ‎están rediseñando el Gran Medio Oriente.‎

El presidente estadounidense Donald Trump sigue adelante con su política de retirada militar del ‎‎«Medio Oriente ampliado», o «Gran Medio Oriente». Para ello desplaza sus tropas ‎progresivamente, firma acuerdos con las fuerzas que hasta ahora habían servido de pretexto para justificar el despliegue militar estadounidense –como los talibanes– y negocia la liberación de sus ‎prisioneros. Simultáneamente, el Pentágono recurre al Reino Unido para que ese país encabece ‎las operaciones de la nueva OTAN-Medio Oriente (OTAN-MO) y supervise la continuación de la ‎‎«guerra sin fin» en el «Medio Oriente ampliado». Siria se ve catalogada ahora como zona de ‎influencia rusa mientras que la estrategia Rumsfeld/Cebrowski sigue adelante con la división ‎‎de facto de la República de Yemen en dos Estados separados y la preparación del ‎desmembramiento de Arabia Saudita. ‎

Repatriación de los agentes de la CIA prisioneros

El 18 y el 19 de marzo de 2020, el ciudadano estadounidense Michael White, que estaba detenido ‎en Irán, fue entregado a la embajada de Suiza en Teherán; otro ciudadano estadounidense, ‎Amer Fakhoury, detenido en Líbano, fue sacado ilegalmente de ese país por las tropas de Estados Unidos; y ‎finalmente, el presidente Trump solicitó públicamente la ayuda de Siria para determinar ‎el paradero de un tercer ciudadano estadounidense, Austin Tice.‎

Esas operaciones se desarrollan bajo la supervisión del discreto consejero del presidente para las ‎cuestiones de seguridad nacional, Robert O’Brien, hombre de sólida experiencia en materia de ‎negociación para la liberación de prisioneros.
 Michael White sirvió durante 13 años en la marina de guerra de Estados Unidos. Viajó a Irán ‎para reunirse con su novia, fue arrestado por las autoridades iraníes en 2018 y condenado a 13 años de cárcel por espionaje. Otros ciudadanos estadounidenses encarcelados en Irán –como ‎Morad Tahbaz, Robert Levinson, Siamak y Baquer Namazee– no parecen suscitar el mismo ‎interés de parte de Washington. Michael White fue entregado al embajador suizo por «razones ‎de salud», pero no está libre.
 Amer Fakhoury es un tristemente célebre colaborador de las tropas israelíes de ocupación ‎en Líbano. Fue miembro del Ejército del Líbano-Sur, dirigió la siniestra prisión de Kiam y ofició ‎como torturador. Huyó de Líbano durante la retirada del ocupante israelí y volvió, por razones ‎desconocidas, en septiembre de 2019. En Líbano, fue inmediatamente reconocido y arrestado. ‎Sin embargo, fue liberado debido a una supuesta prescripción de sus crímenes, lo cual es una ‎falsedad jurídica, pero se le prohibió salir del país. En cuanto se vio fuera de la cárcel, Amer ‎Fakhoury corrió a meterse en la mega-embajada de Estados Unidos en Beirut, poniéndose bajo ‎la protección de la embajadora Dorothy Shea, y las fuerzas especiales estadounidenses ‎lo sacaron del país en helicóptero, llevándolo a Chipre.
 Austin Tice es un capitán del US Marine Corps convertido en “periodista independiente”. Entró ‎en Siria ilegalmente, con ayuda de los servicios secretos de Turquía, y desapareció en 2012 ‎en Daraya, localidad de la periferia de Damasco –la capital siria. Eva Filipi, embajadora de la ‎República Checa, país que representa los intereses de Estados Unidos en Siria, afirmaba que ‎Austin Tice no estaba en manos de los yihadistas sino que había sido detenido por las ‎autoridades sirias, afirmación desmentida por el gobierno sirio. ‎

Estos tres ciudadanos estadounidenses son muy probablemente colaboradores o agentes de ‎la CIA. ‎

También es importante observar que:‎
 Extrañamente, Emiratos Árabes Unidos rompió el embargo estadounidense contra Irán y envió ‎medicamentos a este último país.
 Cada facción libanesa acusa a las demás de haber cedido a las presiones de Estados Unidos. ‎El Hezbollah asegura que no ha traicionado la causa de la resistencia libanesa y que no ha ‎negociado en secreto con Washington mientras que el presidente del Tribunal Militar (favorable ‎al Hezbollah) dimitió sorpresivamente.
 Es la primera vez en 20 años que un presidente de Estados Unidos solicita públicamente ayuda a ‎la República Árabe Siria. ‎

El secretario de Defensa de Estados Unidos, Mark Esper, recibe en el Pentágono al ministro de Defensa británico. La “relación especial” entre Washington ‎y Londres se ha restaurado, se han reforzado los “Cinco Ojos” y Reino Unido asume ‎el mando de las operaciones de la OTAN-Medio Oriente.

La dirección de las operaciones
pasa a manos de Reino Unido

El 5 de marzo, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Mark Esper, recibió en el Pentágono ‎al ministro de Defensa británico, Ben Wallace. Allí aprovecharon la ocasión para repartirse ‎el mando de la nueva OTAN-MO [1]. ‎

El ministro británico pronunció después, ante el Atlantic Council, un discurso donde confirmó la ‎solidez de la alianza entre Washington y Londres. También respaldó la necesidad de juzgar al ‎‎«dictador Bachar al-Assad» pero señaló que es imposible hacerlo a causa del apoyo que ‎le presta «el oso ruso». En otras palabras, Siria sigue siendo un enemigo, pero parece ‎intocable. La guerra se desplazará a otro lugar [2].‎

El 12 de marzo de 2020, el ministro de Defensa británico, Ben Wallace, y su homólogo turco, el general Hulusi Akar, inspeccionan los “puestos de observación” turcos que ‎sirven de base de repliegue a los yihadistas atrincherados en la gobernación siria de Idlib. ‎Londres asegura a Ankara que el Pentágono no destruirá Turquía sino Arabia Saudita.

Los días 12 y 13 de marzo, el ministro de Defensa del Reino Unido estuvo en Turquía y en ‎suelo sirio ocupado por los yihadistas. Allí inspeccionó los puestos de observación del ejército ‎turco en la región de Idlib y entregó 89 millones de libras esterlinas en donaciones ‎‎«humanitarias» a las familias de los yihadistas. A partir de ese momento, los yihadistas ‎comenzaron a atacar a las tropas turcas, que supuestamente debían protegerlos, y mataron a ‎varios soldados turcos. ‎

El fin de Yemen y el principio del fin para Arabia Saudita

Dando continuación a su política de retirada militar y de traspaso de funciones a sus ‎intermediarios, Estados Unidos está transformando la guerra en Yemen.

Originalmente, ‎el Pentágono había planeado dividir nuevamente Yemen en dos partes, volviendo a la frontera ‎que existió allí hasta 1990. El Pentágono había empujado Arabia Saudita e Israel a lanzarse ‎al asalto de Yemen para explotar los recursos petroleros del desierto de Rub al-Khali, región cuya administración comparten Arabia Saudita, Omán, ‎Emiratos Árabes Unidos y Yemen [3]. La operación ‎se realizó con la participación de la aviación israelí, de mercenarios colombianos agrupados bajo ‎la bandera saudita y con tropas de Emiratos Árabes Unidos. La coordinación estuvo en manos de ‎un estado mayor tripartita (Arabia Saudita, Estados Unidos e Israel), instalado en Somalilandia. ‎

Sin embargo, apoyándose en las rivalidades tribales, el Pentágono logró complejizar la situación ‎hasta lograr que Yemen se convirtiera de facto en un país efectivamente dividido en dos, pero ‎también se dividió la coalición conformada por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. A partir ‎de ese momento, el Pentágono necesitaba –sin implicar a sus propias tropas– completar la ‎división de Yemen en dos Estados separados. El Pacto del USS Quincy, concluido en febrero ‎de 1945 entre Estados Unidos y la monarquía saudita, compromete el Pentágono a proteger ‎al rey de Arabia Saudita, pero no lo obliga a proteger a su heredero ni tampoco a proteger ‎el país [4].‎

El soberano de facto de Abu Dabi y presidente –también de facto– de ‎Emiratos Árabes Unidos, Mohamed ben Zayed, fue el mentor del príncipe heredero del trono ‎saudita, Mohamed ben Salman. Pero el alumno quiso aplastar a su maestro. En definitiva, ‎será el discreto MBZ quien acabe aplastando al vanidoso MBS.

Esta semana, el Pentágono envió un navío de guerra a posicionarse frente a la importante ciudad ‎yemenita de Adén. También instaló tropas británicas en la isla de Socotra para convertirla en una ‎base militar permanente con Emiratos Árabes Unidos y desplegó allí misiles antiaéreos Patriot. ‎Simultáneamente, los hutis del norte de Yemen –respaldados por Irán– atacaron exitosamente ‎dos bases militares sauditas e hicieron prisioneros a más de 700 soldados del reino mientras que ‎las tribus respaldadas por Emiratos Árabes Unidos atacaban a las tribus que Arabia Saudita apoya ‎en Adén. El gobierno del presidente yemenita Abdrabbo Mansur Hadi, única autoridad yemenita ‎oficialmente reconocida por la ONU, aunque está exiliado en Riad, perdió el control de Adén. ‎

En Riad, el príncipe heredero saudita, Mohamed ben Salman, después de haber torturado a ‎su amigo de la infancia –demasiado brillante para seguir siendo del agrado de MBS–; después de ‎haber asesinado a sus rivales; después de haber ejecutado al jefe chiita de la oposición; después ‎de haber encarcelado y despojado a sus hermanos y tíos; después de haber ordenado el ‎asesinato y descuartizamiento en Estambul de un miembro de la Hermandad Musulmana ‎demasiado indiscreto, ya no tiene a nadie que lo apoye. ‎

El departamento de Defensa de Estados Unidos y los ministerios de Defensa del Reino Unido y de ‎Emiratos Árabes Unidos no informan públicamente sobre esos enfrentamientos. Sólo lo hacen ‎los hutis. Ante la falta de información oficial, la prensa internacional prefiere mirar para ‎otro lado y callar. ‎

El sur de Yemen fue una colonia británica y Emiratos Árabes Unidos estuvo vinculado al Imperio ‎de Indias. Bajo el paraguas estadounidense, Reino Unido está recuperando su antigua influencia ‎en el Golfo Arábigo-Pérsico y en el Mar Rojo. ‎

La oposición entre Arabia Saudita y los miembros del Eje de la Resistencia ha dejado de existir, ‎por falta de combatientes. Después de Irán (de 1953 a 1978), de Irak (de 1979 a 1990) y de Arabia Saudita (de 1991 a 2019), Emiratos Árabes Unidas se ha convertido en el gendarme de la ‎región, bajo el paraguas de la OTAN-MO. ‎

Ese completo cambio de la situación coincide con nuestro análisis de la crisis. Habiendo ‎fracasado en Siria, Estados Unidos sigue adelante con el plan que había emprendido en 2001 y ‎se dispone a desestabilizar Arabia Saudita. El presidente Donald Trump ha dado luz verde a esta ‎nueva etapa, poniendo como única condición que las tropas estadounidenses no participen ‎directamente sino a través de Emiratos Árabes Unidos. ‎

Suicidio de la Unión Europea

Mientras tanto, la Unión Europea reacciona de manera absurda ante la epidemia de coronavirus. ‎En vez de luchar contra la enfermedad generalizando la realización de los tests de diagnóstico, el ‎tratamiento de las personas contagiadas mediante el uso de la cloroquina, utilizando la ‎respiración artificial y el Interferón Alfa 2B recombinante en los enfermos con graves problemas ‎respiratorios, Europa se limita a tratar de evitar la saturación de sus hospitales imponiendo ‎medidas de confinamiento a domicilio a la población sana [5]. La economía de la Unión Europea está detenida y el Banco Central Europeo ya ‎anuncia un 5% de recesión si esta situación se prolonga por 2 semanas… y probablemente serán ‎‎6 semanas. ‎

Cuando haya pasado el pico de la epidemia, Europa ya no será una gran potencia económica y ‎el mundo se organizará de otra manera… sin ella. ‎

[1«¡OTAN Go Home!», por Thierry ‎Meyssan, Red Voltaire, 18 de febrero de 2020.

[2«Después de Siria, ¿quién será el nuevo objetivo?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 10 de marzo de 2020.

[3«Exclusivo: Los planes secretos de Israel y Arabia Saudita», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 22 de junio de 2015.

[4«El pacto del reino saudita con Estados Unidos sólo protege al rey, sin incluir al príncipe heredero», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 23 de octubre de 2018.

[5«Covid-19: propaganda y manipulación», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 21 de marzo ‎de 2020.