Las grandes potencias occidentales desprecian a los pueblos de las otras regiones del mundo. ‎En 1919, en la Conferencia de Versalles, esas potencias se negaban a reconocer la igualdad ‎entre los pueblos y aún hoy conservan algunas colonias. ‎

De hecho, esas potencias todavía se arrogan el “derecho” de determinar quién debe o no ‎gobernar este o aquel Estado. En 2011 clamaban «¡Kadhafi tiene que irse!», supuestamente por ‎el bien del pueblo libio. Muammar el-Kadhafi fue asesinado y hoy la esclavitud ha vuelto a ser una práctica ‎corriente en Libia. ‎

También en 2011, los dirigentes occidentales proclamaban «¡Bachar tiene que irse!», ‎sin dignarse siquiera a llamar al presidente sirio por su apellido sino por su nombre de pila. Pero ‎el pueblo sirio resistió y, 9 años después, el supuesto tirano sigue a la cabeza del país. ‎

Ahora es el presidente bielorruso Alexander Lukachenko quien «tiene que irse». Al menos ‎eso dice el presidente francés Emmanuel Macron [1]. ‎

‎¿Y por qué «tiene que irse» Alexander Lukachenko? Porque la Unión Europea estima que hubo ‎fraude en la elección presidencial bielorrusa. No es imposible. Pero también es muy probable que ‎Alexander Lukachenko haya obtenido ampliamente muchos más sufragios y que cuente además ‎con mucha más legitimidad que la señora Svetlana Tijanovskaya. ‎

Sin embargo, quizás algo conscientes de los errores que ya han cometido antes –como en el caso ‎de Venezuela– las potencias occidentales, aun negándose a reconocer la elección de Lukachenko, ‎no se han arriesgado a reconocer a la señora Tijanovskaya como “presidente” de Bielorrusia. ‎

[1EXCLUSIF. Emmanuel Macron sur la situation ‎en Biélorussie : "Il est clair que Loukachenko doit partir", [en español, “EXCLUSIVA. Emmanuel Macron ‎sobre la situación en Bielorrusia: «Está claro que Lukachenko tiene que irse»”] por François ‎Clemenceau, Journal du Dimanche, 27 de septiembre de 2020.