Un video divulgado el 23 de noviembre por Sandia National Laboratories muestra un avión ‎de guerra estadounidense F-35A que, volando a 3 000 metros de altitud y a velocidad ‎supersónica, lanza una bomba nuclear B61-12 equipada con una carga no nuclear de ensayo. ‎La bomba no cae verticalmente sino que “planea” hasta que varios cohetes instalados en ‎su cola (“Tail Kit Assembly" o TKA en inglés. NdT.) se encienden y le imprimen un movimiento ‎rotario. A partir de ese momento, la bomba B61-12 –guiada por un sistema satelital– se dirige ‎hacia el objetivo y lo pulveriza 42 segundos después del lanzamiento. ‎

Ese ensayo se realizó el 25 de agosto, en el polígono de Tonopah, en el desierto de Nevada. ‎Un comunicado oficial confirma que fue totalmente exitoso. Se trataba de realizar un simulacro de ataque ‎nuclear que el F-35A realiza a velocidad supersónica y en configuración de vuelo furtivo ‎‎(stealth), o sea portando las bombas en un compartimiento interno del avión, para burlar las defensas ‎enemigas. ‎

La bomba B61-12 dispone de una carga nuclear que da al “utilizador” la posibilidad de ‎seleccionar una de 4 opciones para determinar la potencia de la explosión atómica, en función del ‎objetivo que se pretende destruir. Esa bomba [estadounidense] es capaz de penetrar en ‎el subsuelo y producir la explosión a una profundidad determinada para destruir los búnkeres de ‎los puestos de mando y otras estructuras subterráneas. ‎

El programa del Pentágono prevé la fabricación de unas 500 bombas nucleares del tipo B61-12, ‎a un costo estimado en unos 10 000 millones de dólares –de hecho cada una de esas bombas ‎cuesta el doble de lo que costaría si las hicieran de oro. Se ha anunciado oficialmente que la ‎producción en serie de esa nueva bomba nuclear comenzará durante el año fiscal 2022, que ‎empieza el 1º de octubre de 2021 –o sea, en 11 meses. ‎

No se sabe cuántas de esas bombas nucleares desplegará Estados Unidos en Italia, Alemania, ‎Bélgica y los Países Bajos. Fotos satelitales muestran que se han llevado a cabo trabajos de ‎reestructuración en las bases de Aviano y Ghedi (en Italia) con vista al despliegue de esas nuevas ‎bombas atómicas, que servirían de armamento a los F-35A de la fuerza aérea estadounidense ‎desplegados en Italia y también a los de la fuerza aérea italiana, en misiones realizadas bajo las ‎órdenes de Estados Unidos. ‎

Es muy fácil prever cuál será la situación de Italia cuando Estados Unidos despliegue en ‎suelo italiano sus bombas atómicas, listas para desencadenar un ataque nuclear. Al convertirse ‎así en un puesto avanzado del despliegue nuclear estadounidense en Europa, Italia se verá en una ‎situación mucho más peligrosa. Y dependerá aún más de las decisiones estratégicas que se tomen ‎en Washington, decisiones que dependen de opciones políticas y económicas perjudiciales para la ‎soberanía y los intereses nacionales de los italianos. ‎

Además, Italia tendrá que incrementar sus gastos en el sector militar –que actualmente se elevan ‎a 26 000 millones de euros anuales– llevándolos a 36 000 millones de euros al año. A esa ‎cantidad habrá que agregar más de 60 000 millones de euros ya asignados al ministerio italiano ‎de Desarrollo Económico, pero con fines militares, suma proveniente del Fondo de Recuperación ‎europeo, que Italia tendrá que reembolsar a la Unión Europea pagando además intereses. ‎

Por otra parte, Italia estará violando aún más que ahora el Tratado de No Proliferación de las ‎armas nucleares que firmó en 1975, firma con la cual Italia se comprometía a «no recibir de ‎nadie ningún traspaso de armas nucleares u otros dispositivos nucleares explosivos ni el control ‎sobre tales armas o dispositivos explosivos, sea directa o indirectamente». Y también refutará ‎todavía más el reciente Tratado de la ONU sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, donde ‎se estipula que «cada Estado Parte que, en su territorio o en cualquier otro lugar que se halle ‎bajo su jurisdicción o su control, disponga de un arma nuclear o de cualquier otro dispositivo explosivo ‎nuclear perteneciente a otro Estado o en poder de este o bajo su control velará por la rápida ‎retirada de esas armas en el más corto plazo». ‎

Tratando de obtener alguna reacción del parlamento italiano, que guarda silencio sobre todo esto, la diputada ‎Sara Cunial presentó una pregunta solicitando una respuesta escrita de la presidencia del Consejo ‎de Ministros y de los ministros de Defensa y de Relaciones Exteriores.

Después de exponer ‎los hechos que resaltamos en este artículo, la diputada pregunta:
«si el gobierno tiene intenciones ‎de respetar el Tratado de No Proliferación de las armas nucleares, ratificado por Italia en 1975; ‎si tiene intenciones de firmar y ratificar el Tratado de la ONU sobre la Prohibición de las Armas ‎Nucleares, que entra en vigor en 2021; si tiene intenciones de hacer que, basado en lo que ‎estipulan los tratados, Estados Unidos retire inmediatamente toda arma nuclear del territorio ‎italiano y renuncie a instalar en él las nuevas bombas B61-12 y otras armas nucleares». ‎

Mientras esperamos a leer la respuesta del gobierno italiano, Estados Unidos está realizando los ‎últimos ensayos con esa bomba, antes de venir a depositarla bajo nuestros pies. ‎

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio