En Francia, y en menor medida en otros países europeos, ha surgido un debate sobre el «islamo-izquierdismo». A pesar de las apariencias, no se trata de una táctica electoral momentánea sino de una consecuencia de una estrategia de la guerra fría, resucitada ahora por la administración Biden.
En los siglos XVI y XVII, los europeos establecían una diferencia entre la «esfera pública» –visible para todos– y la «esfera privada» –de carácter mucho más íntimo. Pero en el siglo XVIII, la Revolución Francesa modificó la definición de esas dos expresiones: la «esfera privada» pasó a ser lo relacionado con el trabajo, la familia y la religión mientras que la «esfera pública» es la de la política y lo relacionado con la nación. A partir de ahí, si bien resulta concebible que haya militantes políticos que buscan en la religión la fuerza que su compromiso, es en cambio inadmisible que defiendan alguna religión en particular.
Esta manera de ver las cosas se ve ahora cuestionada por el apoyo que ciertas personalidades y grupos políticos aportan a movimientos «islamistas». Importante: Al referirme al «islamismo» no aludo a nada vinculado a la religión musulmana sino a una ideología política que utiliza esa religión para manipular a sus creyentes [1]. Mahoma fue simultáneamente profeta, líder político y jefe militar, lo cual facilita las cosas a quienes tratan de torcer su legado.
El islam político
En la práctica, el islam político consiste en movilizar las masas invocando la religión musulmana, algo que puede hacerse recurriendo a medios muy diferentes y con objetivos diametralmente opuestos, según la concepción que se tenga de esa religión. El uso de argumentos religiosos para hacer política permite obtener un sentido del sacrificio que puede rápidamente convertirse en fanatismo. La lengua árabe, que da más valor a las emociones que al razonamiento, probablemente hace que los árabes sean más receptivos que otros pueblos a ese tipo de compromiso.
En el siglo XX, los británicos solicitaron al muftí de la mezquita Al-Azhar –en El Cairo– establecer una versión única del Corán para luchar en Sudán contra la secta del Mahdi –en aquel momento existían alrededor de 40 versiones diferentes del libro sagrado del islam. Los británicos también incitaron a Hassan al-Banna para que creara una secta secreta –la Hermandad Musulmana– siguiendo el modelo de la Gran Logia Unida de Inglaterra para tener así un medio de presión sobre el poder egipcio. Durante la guerra fría, la CIA introdujo 2 de sus agentes –Sayyed Qtob y Said Ramadan– en esa secta secreta sunnita para que teorizaran sobre la yihad.
También se desarrollaron otras escuelas de islam político, primeramente en el seno del sufismo, contra los imperios ruso y chino, y más tarde, con Rullah Khomeini en el seno del chiismo y contra el imperio británico. La escuela surgida del sufismo se alió a la Hermandad Musulmana, bajo la égida del hoy presidente turco Recep Tayyip Erdogan, pero la escuela chiita concluyó con ellas una especie de acuerdo de no injerencia. Sin embargo, todas lucharon juntas contra los rusos y bajo las órdenes de la OTAN durante la guerra de Bosnia-Herzegovina. Creían entonces que compartían la misma ideología, pero hoy todas consideran que no siempre fue así y que ya no es así.
Los franceses estiman que el apoyo de ciertos pensadores de izquierda al islamismo data de los tiempos del exilio del ayatola Khomeini cerca de París (1978-1979). En aquella época, los filósofos franceses Jean-Paul Sartre y Michel Foucault se reunieron con Khomeini y lo apoyaron. Ambos habían entendido a la perfección la lucha de Khomeini contra el imperialismo occidental, mientras que el estadounidense Zbigniew Brzezinski, entonces consejero de seguridad nacional del presidente James Carter, creía erróneamente que el compromiso de Khomeini era algo superficial.
Pero lo que hoy vemos es completamente diferente: ciertos pensadores de izquierda atribuyen a los musulmanes en general el mismo papel de vanguardia popular que se atribuyó al proletariado en el siglo XIX. Eso es simplemente una estupidez ya que:
– los musulmanes pertenecen a todas las clases sociales;
– el islam es absolutamente compatible con el capitalismo más salvaje.
En realidad, esos intelectuales ven a los musulmanes de forma diferente, en función de que sean sunnitas o chiitas. Ven a los musulmanes sunnitas como progresistas y a los chiitas como reaccionarios. Así apoyaron en Egipto al ya fallecido Mohamed Morsi –miembro de la Hermandad Musulmana y rotundamente proyanqui– pero denuncian al nacionalista ex presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, a pesar de que, como presidente de Egipto, Mohamed Morsi nunca trató de mejorar las condiciones de vida de sus conciudadanos más pobres, mientras que Ahmadineyad sí lo hizo –y con éxito– a lo largo de sus dos mandatos como presidente de Irán.
Además, Mohamed Morsi logró convertirse en presidente de Egipto amenazando de muerte a los magistrados del consejo electoral y a sus familias [2], mientras que Mahmud Ahmadineyad fue electo democráticamente.
Eso demuestra que los islamo-izquierdistas occidentales no se pronuncian en función de la acción de esos líderes en los países que dirigen sino según la política exterior que apliquen. El resultado es que apoyan el islam político proestadounidense y condenan el islam político antimperialista.
El islamo-izquierdismo sólo existe en los países occidentales, con excepción de Túnez, donde el opositor exilado Moncef Marzouki apoyó a la Hermandad Musulmana y se convirtió en presidente de la República a raíz de la «primavera árabe». Marzouki sirvió así de “pantalla democrática” a Ennahdha –formación lidereada por miembros de la Hermandad Musulmana– hasta que perdió el poder, en la elección presidencial de 2014.
La estrategia de la NED:
alianza de algunos trotskistas
con ciertos islamistas
El apoyo de ciertas personalidades de izquierda a la Hermandad Musulmana y a la Orden de los Naqshbandi fue orquestado por la National Endowment for Democracy (NED), en el marco de la guerra fría, desde 1983. En aquel momento, el entonces presidente Ronald Reagan acababa de reclutar un grupo de trotskistas judíos y neoyorquinos para utilizarlos en la lucha contra la URSS.
Inspirados en el conflicto entre el probritánico Trotski [3] y Stalin, esos trotskistas se unieron a los servicios secretos de los llamados «Cinco Ojos» (Australia, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda y Reino Unido) y fundaron la NED. En medio de los escándalos alrededor de la CIA, concibieron la idea de concretar ciertos aspectos de las operaciones de esa agencia de espionaje bajo una fachada legal y reclutaron otras personalidades trotskistas a través del mundo, principalmente en los dos teatros de operaciones de aquella época: Afganistán y Líbano.
Durante su lucha contra los soviéticos en Afganistán, la NED reclutó al «french doctor» Bernard Kouchner, quien años después se convertiría sucesivamente en ministro de Salud de Francia, Representante Especial del secretario general de la ONU en Kosovo y ministro de Exteriores de Francia. Antes de Afganistán, Bernard Kouchner había sido militante de la Unión de Estudiantes Comunistas de Francia, organización que abandonó durante una purga contra los trotskistas. En Pakistán, el joven Bernard Kouchner prestó atención médica a los anticomunistas afganos y a los muyahidines árabes de Osama ben Laden, a quienes Occidente aplaudía entonces como «combatientes de la libertad».
En aquella misma época, en plena guerra civil libanesa, la NED encuentra dificultades en su labor de reclutamiento y finalmente opta por los secesionistas del Partido Comunista Sirio: Riyad al-Turk, Georges Sabra y Michel Kilo. Estos 3 personajes firman entonces un manifiesto donde presentan a los miembros de la Hermandad Musulmana como un nuevo proletariado y solicitan una intervención militar de Estados Unidos en el Medio Oriente. Para las autoridades sirias, aquello era una clara expresión de apoyo a la intentona golpista de la Hermandad Musulmana en la ciudad siria de Hama. El presidente sirio Hafez al-Assad ordena la detención de los 3 autores del texto y los mantiene en la cárcel hasta que se retractan de su manifiesto.
Durante la guerra en Bosnia-Herzegovina, la NED recluta también al ensayista francés Bernard-Henri Lévy, que se convertirá en consejero mediático del presidente bosnio Alija Izetbegovic, quien en el mismo momento adopta como consejero político al neoconservador estadounidense Richard Perle y a Osama ben Laden como consejero militar.
En el contexto de la guerra fría, es posible que todos los personajes antes mencionados hayan creído sinceramente que estaban actuando lo mejor que podían. Pero, después de la disolución de la URSS, varios de ellos continuaron en la misma vía nauseabunda.
Por ejemplo, Riyad al-Turk, Georges Sabra y Michel Kilo se convirtieron en portavoces del Pentágono durante la guerra contra Siria. Invocando su pasada militancia comunista convencieron a la izquierda europea de que Siria atravesaba una guerra civil, cuando en realidad se trataba de una invasión de yihadistas (islamistas) importados del mundo entero. Incluso lograron hacer creer que el Frente al-Nusra –rama siria de al-Qaeda– era una «organización revolucionaria» siria.
También está el caso del francés Bernard-Henri Levy, quien –luego de haber cantado loas a la cárcel estadounidense montada en Guantánamo– se convirtió en el vocero de los yihadistas libios. Este personaje presentó como una dictadura la Yamahiriya Árabe Libia –que se inspiraba en las ideas de los socialistas utópicos franceses–, apoyó los bombardeos aéreos de la OTAN contra Trípoli, la capital libia, y la nominación de un jefe histórico de al-Qaeda, Abdelhakim Belhadj, como gobernador militar de esa ciudad. Como colofón, contribuyó a lograr que este líder yihadista (islamista) fuese recibido oficialmente en París, en la sede del ministerio francés de Exteriores.
Teorización del islamo-izquierdismo
Si bien el islamo-izquierdo es en primer lugar una práctica de los servicios secretos de Occidente, en 1994 se convirtió en una teoría política, gravitando alrededor del trotskista británico Chris Harman. Militante del Socialist Workers Party (Partido Socialista de los Trabajadores), Chris Harman publicó en 1994 –en Socialism International– un artículo titulado «The prophet and the proletariat» (“El profeta y el proletariado”), donde trata de demostrar que los musulmanes no son fascistas ni progresistas sino el nuevo proletariado.
Al igual que Chris Harman, los trotskistas de Ronald Reagan abrazaron todos la teoría de Ygael Gluckstein (alias «Tony Cliff») sobre la «revolución permanente desviada», según la cual todos los Estados llamados «comunistas» (China, Corea del Norte y Cuba) son en realidad stalinianos. Esa manera de presentar las cosas permite a quien la adopta presentarse como militante de la «revolución mundial» y condenar a la vez a quienes resisten ante Estados Unidos. Los seguidores de esta corriente fueron excluidos de la Cuarta Internacional, así que no se trata aquí de sugerir que todos los trotskistas sean seguidores de esa deriva.
Todos estos elementos muestran que el islamo-izquierdismo no se explica tanto por una carrera por los votos de los musulmanes que han migrado a Europa como por una inversión de valores surgida desde la disolución de la Unión Soviética. La desaparición de los partidos comunistas dejó el terreno libre a una izquierda atlantista, que ha escogido espontáneamente la dirección ideológica de sus aliados estadounidenses, adhiriéndose a ella al extremo de participar en sus maniobras más sucias, incluyendo la utilización del islam político.
En este momento, la lógica de los servicios secretos, al igual que la lógica de las ideologías, se ve subvertida por el despertar del puritanismo estadounidense. Este último encuentra en la Hermandad Musulmana la misma búsqueda de la «Pureza» que anima los nuevos puritanos de Estados Unidos.
El 13 de junio de 2013, varios personajes que hoy son miembros de la administración Biden, participaban en la reunión del Consejo de Seguridad Nacional junto a un invitado –el jeque Abdallah ben Bayyah– allí presente como delegado oficial de la Hermandad Musulmana. Eso demuestra que existe un peligro real de que el islamo-izquierdismo se incruste de forma duradera en los partidos políticos, sobre todo porque Occidente sigue sin querer ver que todos los jefes de al-Qaeda y del Emirato Islámico (Daesh) son o han sido miembros de la Hermandad Musulmana.
[1] Es igualmente muy importante no confundir los términos “islámico” e “islamista”. El término “islámico” es el adjetivo que designa toda persona o cosa “perteneciente o relativa al islam” –la religión que practican los musulmanes. El “islamismo” es una ideología que utiliza la religión islámica en la búsqueda del poder. O sea, un “líder islámico” es un líder religioso mientras que un “líder islamista” es alguien que invoca el islam (la religión) para justificar posiciones ideológicas o políticas y obtener así el apoyo de las poblaciones musulmanas. Nota de Red Voltaire.
[2] «La Comisión Electoral egipcia cedió al chantaje de la Hermandad Musulmana», Red Voltaire, 20 de junio de 2012.
[3] No se ha demostrado que Trotski fuese agente de Londres, pero su secretaria sí era agente de los británicos. Aun sin ser un agente, Leon Trotski descabezó la marina de guerra rusa haciendo asesinar a prácticamente toda la oficialidad, para regocijo del Reino Unido.
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