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Cuando el presidente Biden me pidió mi servicio él se aseguró de que yo entendiera de que mi tarea era hacerlo por ustedes, para hacer sus vidas más seguras, crear oportunidades para ustedes y sus familias, y enfrentar las crisis mundiales que cada vez perfilan más el futuro.

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Más tarde hoy el presidente Biden compartirá lo que se denomina “guía estratégica interina” acerca de nuestra seguridad nacional y política exterior. Establece directrices iniciales para nuestras agencias de seguridad nacional para que puedan empezar a trabajar de inmediato en una estrategia de seguridad nacional más en profundidad durante los próximos meses. La guía describe el panorama mundial como lo considera la administración Biden, explica las prioridades de nuestra política exterior y cómo hemos de renovar las fortalezas de Estados Unidos para enfrentar los desafíos y aprovechar las oportunidades de nuestra época.

Por ello en mi primer discurso importante como secretario les daré a conocer cómo la diplomacia estadounidense cumplirá con la estrategia del presidente.

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Hemos establecido las prioridades en políticas de la administración Biden planteando unas pocas preguntas sencillas: ¿Qué es lo que nuestra política exterior significará para los trabajadores estadounidenses y sus familias?, ¿qué debemos hacer en todo el mundo para hacernos más fuertes aquí en el país? y ¿qué necesitamos hacer en el país para hacernos más fuertes en el mundo?

Las respuestas a estas preguntas no son las mismas que en 2017 o en 2009. Sí, muchos de los que prestamos servicio en la administración Biden también servimos orgullosamente con el presidente Obama, incluido el presidente Biden. Y llevamos a cabo mucho trabajo para restablecer el liderazgo de Estados Unidos en el mundo para lograr avances diplomáticos arduamente obtenidos, como el acuerdo que impidió que Irán produjera un arma nuclear, y el que unió al mundo para hacer frente al cambio climático. Nuestra política exterior se ajusta al momento, como debería hacerlo cualquier buena política exterior. Pero este es un momento diferente, por lo que nuestra estrategia y enfoque son diferentes. No nos limitamos a retomar lo que dejamos, como si los últimos cuatro años no hubieran ocurrido. Estamos mirando al mundo con nuevos ojos.

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… La participación y el liderazgo de Estados Unidos importan. Nuestros amigos nos lo dicen, se alegran de vernos de vuelta. Nos guste o no el mundo no se organiza solo. Cuando Estados Unidos se retira, una de dos cosas ocurre con frecuencia: u otro país trata de tomar nuestro lugar, pero no de una manera que impulse nuestros intereses o valores, o tal vez algo peor, nadie se hace cargo y entonces lo que conseguimos es el caos y todos los peligros que genera. De una u otra forma eso no es bueno para Estados Unidos.

Otro principio que perdura, es que necesitamos que los países cooperen, ahora más que nunca. Ni uno solo de los desafíos mundiales que afectan a sus vidas puede ser enfrentado por ningún país actuando en solitario, ni siquiera uno tan poderoso como Estados Unidos. Y no hay un muro suficientemente alto o suficientemente sólido que impida los cambios que están transformando nuestro mundo.

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El presidente Biden se ha comprometido a liderar con diplomacia, porque es la mejor manera de enfrentar los desafíos de hoy. Al mismo tiempo nos hemos de asegurar que seguiremos contando con las fuerzas armadas más poderosas del mundo. Nuestra habilidad para ser diplomáticos eficaces depende, no en menor medida, de la fuerza de nuestros militares.

Y en todo lo que hagamos no solamente trataremos de lograr progresos en problemas a corto plazo, sino también enfrentar la raíz de las causas y establecer el terreno para nuestra potencia a largo plazo. Como dice el presidente, no solamente construir otra vez, sino reconstruir mejor.

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En primer lugar, contendremos la COVID-19 y reforzaremos la seguridad sanitaria mundial.

La pandemia ha definido nuestras vidas durante más de un año. Para vencerla, necesitamos que gobiernos, científicos, empresas y comunidades de todo el mundo trabajen juntos. Ninguno de nosotros estará plenamente seguro hasta que la mayor parte del mundo esté inmunizada, porque mientras el virus esté replicándose puede mutar y crear nuevas cepas que pueden llegar a Estados Unidos. Así que tenemos que trabajar de cerca con socios para que el esfuerzo de la vacunación mundial continúe avanzando.

Al mismo tiempo, tenemos que asegurarnos de que aprendemos las lecciones correctas y realizamos las inversiones adecuadas en seguridad sanitaria mundial, incluyendo herramientas para predecir, prevenir y detener las pandemias, y un firme compromiso mundial para compartir información precisa y oportuna, para que una crisis como esta no vuelva a ocurrir.

En segundo lugar, derrotaremos la crisis económica y construiremos una economía global más estable e inclusiva.

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Tenemos que aprobar las políticas adecuadas en nuestro país, como el paquete de alivio al que el presidente está dando gran impulso, al tiempo que trabajamos para gestionar la economía mundial de manera que beneficie realmente al pueblo estadounidense; y con ello no me refiero sólo a un mayor PIB o a un mercado de valores en alza; para muchos hogares estadounidenses, esas medidas no significan mucho. Me refiero a buenos empleos, buenos ingresos y menores costes domésticos para los trabajadores y sus familias.

Nos basamos en las duras lecciones aprendidas. Algunos de nosotros defendimos anteriormente los acuerdos de libre comercio porque creíamos que los estadounidenses participarían ampliamente en los beneficios económicos y que esos acuerdos darían forma a la economía mundial de la manera que deseábamos. Tenemos buenas razones para pensar así. Pero no hicimos lo suficiente para entender quién se vería afectado negativamente y que se necesitaría para contrarrestar sus dificultades o para cumplir acuerdos que ya estaban en vigor o para ayudar a más trabajadores y pequeñas empresas a beneficiarse plenamente de ellos.

Nuestro enfoque ahora será diferente. Lucharemos por cada puesto de trabajo estadounidense y por los derechos, las protecciones y los intereses de todos los trabajadores estadounidenses. Utilizaremos todas las herramientas para impedir que los países roben nuestra propiedad intelectual o manipulen sus divisas para obtener una ventaja injusta. Combatiremos la corrupción, que nos perjudica. Y nuestras políticas comerciales tendrán que responder muy claramente a cómo harán crecer la clase media estadounidense, crearán nuevos y mejores empleos y beneficiarán a todos los estadounidenses, no sólo a aquellos para los que la economía ya funciona.

En tercer lugar, renovaremos la democracia, porque está amenazada.

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Cuanto más podamos, nosotros y otras democracias, demostrar al mundo que podemos cumplir, no sólo con nuestro pueblo, sino también con los demás, más podremos refutar la mentira que los países autoritarios adoran contar: que la suya es la mejor manera de satisfacer las necesidades y esperanzas fundamentales de la gente. Depende de nosotros demostrar que están equivocados.

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Utilizaremos el poder de nuestro ejemplo. Alentaremos a otros a realizar reformas clave, a derogar las malas leyes, a luchar contra la corrupción y a poner fin a las prácticas injustas. Incentivaremos el comportamiento democrático.

Pero no promoveremos la democracia mediante costosas intervenciones militares o intentando derrocar regímenes autoritarios por la fuerza. Ya hemos probado estas tácticas en el pasado. Por muy bien intencionadas que sean, no han funcionado. Han dado mala fama a la “promoción de la democracia” y han perdido la confianza del pueblo estadounidense. Haremos las cosas de otra manera.

En cuarto lugar, trabajaremos para crear un sistema de inmigración humano y eficaz.

Unas fronteras fuertes son fundamentales para nuestra seguridad nacional, y las leyes son la base de nuestra democracia.

Pero también necesitamos una solución diplomática, y simplemente decente, para el hecho de que, año tras año, personas de otros países lo arriesguen todo por intentar llegar aquí. Tenemos que abordar las raíces de las causas que hacen que tantas personas huyan de sus hogares, especialmente nuestros vecinos en América Central, para ayudarles a que tengan mejor seguridad física y oportunidades económicas para que la gente no sienta que emigrar es la única manera de ofrecer a sus hijos una vida mejor.

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Una de las piezas más importantes de nuestra identidad nacional es que somos un país de inmigrantes. El hecho de que personas trabajadoras vengan aquí a estudiar, a iniciar negocios y a enriquecer nuestras comunidades nos hace más fuertes. En los últimos años nos hemos alejado de esa parte de nosotros mismos. Tenemos que volver a ella.

En quinto lugar, revitalizaremos nuestros vínculos con nuestros aliados y socios.

Nuestras alianzas son lo que los militares llaman “multiplicadores de fuerza”. Son uno de nuestros peculiares activos. Con ellas logramos mucho más que sin ellas. Por eso estamos haciendo un gran esfuerzo para reconectar con nuestros amigos y aliados, y para reinventar las alianzas que se construyeron hace años, para que se adapten a los desafíos de hoy y de mañana.

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Tendremos claro que una verdadera asociación significa llevar las cargas juntos: que cada uno haga su parte, no solo nosotros.

En sexto lugar, abordaremos la crisis climática e impulsaremos una revolución energética “verde”.

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La crisis climática nos pone en peligro a todos y nos cuesta más cada mes, y no podemos solucionarla solos. Estados Unidos produce el 15 por ciento de la contaminación por carbono del mundo, lo cual es mucho, y necesitamos reducir esa cifra urgentemente. Pero aunque la redujéramos a cero, no resolveríamos la crisis, porque el resto del mundo produce el otro 85 por ciento. Esta es la definición de un problema que debemos resolver juntos, como comunidad de naciones.

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Y mientras lo hacemos, también debemos posicionar a Estados Unidos para prosperar y liderar el creciente mercado mundial de las energías renovables. La eólica y la solar son las fuentes de generación de electricidad más baratas del mundo en la actualidad. Ya no son las industrias del futuro: el futuro es ahora. Y otros países nos llevan la delantera. Tenemos que darle la vuelta a esta situación y crear millones de puestos de trabajo bien remunerados para los estadounidenses en el sector de las energías renovables.

En séptimo lugar, aseguraremos nuestro liderazgo tecnológico.

Ya está en marcha una revolución tecnológica mundial. Las principales potencias del mundo se apresuran a desarrollar y desplegar nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial y la computación cuántica, que podrían cambiar todo en nuestras vidas, desde dónde obtenemos la energía hasta cómo hacemos nuestro trabajo o cómo se libran las guerras.

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Pero sabemos que las nuevas tecnologías no son automáticamente beneficiosas y que quienes las utilizan no siempre tienen buenas intenciones. Tenemos que asegurarnos de que las nuevas tecnologías protegen su privacidad, hacen que el mundo sea más seguro y saludable, y hacen que las democracias sean más resilientes.

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Al mismo tiempo, debemos fortalecer nuestras prevenciones y defensas tecnológicas. Basta con mirar a SolarWinds, el gran pirateo que se hizo a las redes del gobierno de Estados Unidos el año pasado, para ver lo decididos que están nuestros adversarios a utilizar la tecnología para socavarnos.

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Y en octavo lugar, gestionaremos la mayor prueba geopolítica del siglo XXI: nuestra relación con China.

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China es el único país con el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para desafiar seriamente el sistema internacional estable y abierto: todas las reglas, valores y relaciones que hacen que el mundo funcione como lo deseamos, porque en última instancia favorece los intereses del pueblo estadounidense y refleja sus valores.

Nuestra relación con China será competitiva cuando deba serlo, de colaboración cuando pueda serlo y de adversarios cuando deba serlo. El denominador común es la necesidad de participar con China desde una posición de fuerza.

Esto requiere trabajar con aliados y socios, no denigrarlos, porque es mucho más difícil para China ignorar nuestro peso conjunto. Requiere participar en la diplomacia y en las organizaciones internacionales, porque allí donde nos hemos retirado, China ha ocupado el lugar. Requiere defender nuestros valores cuando los derechos humanos son violados en Xinjiang o cuando la democracia es pisoteada en Hong Kong, porque si no lo hacemos, China actuará con una impunidad aún mayor. Y significa invertir en los trabajadores, las empresas y las tecnologías estadounidenses, e insistir en la igualdad de condiciones, porque al hacerlo, podemos superar a cualquiera.

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Todas estas prioridades son simultáneamente cuestiones internas y externas. Y tenemos que enfocarlas así, o nos quedaremos cortos.

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Más que en ningún otro momento de mi carrera, quizá en toda mi vida, las distinciones entre política “interior” y “exterior” simplemente han desaparecido. Nuestra renovación interna y nuestra fuerza en el mundo están completamente entrelazadas. Y nuestra forma de trabajar reflejará esa realidad.