‎Las agencias de prensa han divulgado ampliamente las imágenes del encuentro ‎cumbre entre el presidente de Turquía y los principales dirigentes de la Unión Europea. Esas imágenes muestran al ‎presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, recibiendo en el Palacio Blanco al presidente del Consejo ‎Europeo, Charles Michel, y a la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Layen. Pero ‎en el gran salón sólo hay 2 butacas. La señora von der Layen inicialmente se queda de pie y ‎luego acaba sentándose en un sofá, frente al ministro turco de Exteriores. ‎

Los medios de prensa europeos interpretaron esas imágenes como un insulto del autócrata turco ‎a la Unión Europea. Muchos lo presentaron como una confirmación de su machismo, pero esto ‎último oculta un grave problema existente en el seno de la Unión Europea.‎

El encuentro habría tenido que realizarse en Bruselas pero el presidente turco Erdogan maniobró ‎para que se hiciera en la capital turca. Los preparativos se hicieron mediante contactos ‎telefónicos entre los funcionarios europeos y turcos. La disposición del gran salón donde ‎se desarrolló el encuentro correspondía a lo exigido por la Unión Europea, así que no fue el presidente turco Erdogan quien quiso humillar a Ursula von der Layen.‎

Para entender lo sucedido tenemos que relacionar el hecho con el contexto de la evolución de las ‎instituciones de la Unión Europea. ‎

El Consejo de jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea realizado ‎el 25 de marzo de 2021, en presencia del presidente estadounidense Joe Biden.

El 25 de marzo, o sea 13 días antes del encuentro de Ankara, se realizó el Consejo de jefes ‎de Estado y de gobierno de la Unión Europea. Debido a la epidemia de Covid-19, ese encuentro ‎se hizo por videoconferencia. Participaron los jefes de Estado y de gobierno de los 27 países ‎miembros de la Unión Europea, bajo la presidencia del presidente del Consejo Europeo, ‎Charles Michel, así como el verdadero jefe de todos: el presidente de Estados Unidos, Joe ‎Biden [1]. Biden confirmó ‎sin rodeos que Washington necesita una Unión Europea fuerte y que acate sus órdenes. Impartió ‎varias instrucciones, recalcando que hay que mantener buenas relaciones con Turquía a pesar de ‎los litigios pendientes entre Europa y Ankara –como la delimitación de las fronteras en el este ‎del Mediterráneo, la ocupación militar turca en Chipre, en Irak y Siria, la violación del embargo ‎de la ONU en Libia y la injerencia religiosa turca en Europa.‎

El presidente Donald Trump quería reemplazar las relaciones imperiales de Estados Unidos por ‎relaciones de orden comercial. Trump había cuestionado tanto la OTAN como la Unión Europea, ‎poniendo así a los dirigentes europeos ante sus propias responsabilidades. Pero el actual intento ‎estadounidense de regresar a la organización del mundo heredada de la Segunda Guerra Mundial ‎no encontró oposición. Todos los dirigentes europeos encuentran más cómodo que la defensa ‎de sus países siga estando bajo el «paraguas estadonidense», sin importar el precio. ‎

La Unión Europea se ha construido pasando por varias etapas:‎
 Inicialmente, en 1949, Estados Unidos y Reino Unido incluyeron toda Europa occidental en una ‎alianza desigual: la OTAN. Washington y Londres tenían como objetivo dirigir la zona de ‎influencia que habían negociado con la Unión Soviética. Después, en 1957, empujaron los 6 países ‎miembros de la OTAN –uno de ellos bajo la ocupación militar estadounidense y británica– a firmar ‎el Tratado de Roma, constituyendo así la Comunidad Económica Europea, predecesora de la ‎actual Unión Europea. La Comunidad Económica Europea (CEE) debía estructurar un mercado ‎común, imponiendo normas comerciales establecidas desde la OTAN.
Es por eso que la CEE se organizó alrededor de dos poderes: una burocracia –la Comisión–, encargada de “traducir” al ‎derecho local las normas anglosajonas de la OTAN, y un Consejo de jefes de Estado y/o de ‎gobierno, encargado de aplicar esas decisiones en cada país miembro. Todo el conjunto quedaría ‎bajo el control de una asamblea parlamentaria conformada con delegados de los parlamentos ‎nacionales.
 Dado el hecho que todo ese dispositivo de guerra fría se había concebido en contra de ‎la URSS, su finalidad misma se vio cuestionada por la desaparición de la Unión Soviética, ‎en 1991. Al cabo de múltiples peripecias, Washington impuso una nueva arquitectura: ‎el secretario de Estado del presidente George Bush padre, James Baker, anunció –antes de la ‎realización del Consejo de jefes de Estado y de gobierno de Europa occidental– que la OTAN y la ‎CEE, rebautizada como Unión Europea, aceptarían como miembros a todos los ex miembros del ‎desaparecido Pacto de Varsovia… con excepción de Rusia. Las instituciones concebidas para ‎‎6 países miembros tuvieron entonces que someterse a una serie de reformas para que ‎absorbieran 28 países o más.
 Cuando el presidente estadounidense Donald Trump decidió liberar a Estados Unidos de sus ‎‎“obligaciones” imperiales, varios dirigentes europeos concibieron la posibilidad de convertir la ‎Unión Europea en una superpotencia independiente y soberana, similar a Estados Unidos, en ‎detrimento de los países miembros. Así censuraron el presupuesto de Italia y cuestionaron los ‎gobiernos de Hungría y Polonia. Pero encontraron demasiada resistencia y no lograron convertir ‎la Comisión Europea en un súper gobierno o un súper Estado.
Ahora, con la administración Biden, el regreso del “padrino” estadounidense perfila una nueva ‎variante institucional: la Comisión Europea seguiría “traduciendo” al derecho europeo ‎las normas, cada vez más numerosas, de la OTAN y el Consejo Europeo seguiría garantizando la ‎aplicación de esas normas en cada país miembro de la Unión Europea, pero debido a la gran ‎cantidad de países miembros, habría que reconocer una función ejecutiva al presidente del ‎Consejo Europeo, cargo actualmente en manos del belga Charles Michel. ‎

Hasta ahora, el presidente de la Comisión Europea y el presidente del Consejo tenían el mismo ‎rango. El presidente de la Comisión Europea dirigía una imponente máquina burocratica pero ‎el presidente del Consejo Europeo era un personaje carente de esa envergadura, responsable sólo ‎de establecer un orden del día y de registrar las decisiones de esa instancia. Pero ninguno de ‎los dos se someten a elecciones populares, son funcionarios y tenían el mismo rango protocolar. ‎

Así que Charles Michel indicó a su compinche Recep Tayyip Erdogan su deseo de convertirse en el ‎súper jefe de Estado de la Unión Europea, relegando a la presidente de la Comisión Europea, la ‎alemana Ursula von der Layen, a la categoría subalterna de súper “primer ministro”. ‎

Charles Michel se aferra a su butaca mientras que Ursula von der Leyen ‎trata de hacerse notar emitiendo un ligero “hemm”.

Así que fue el belga Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, quien provocó el «incidente ‎protocolar» de Ankara. Y el presidente turco Erdogan estuvo seguramente muy feliz de hacerle ‎ese favor, ya que así dividió un poco más a los europeos. Si usted mira atentamente ‎las imágenes, notará que Charles Michel sube la escalinata del Palacio Blanco sin esperar a la ‎señora von der Layen, luego se apodera de la butaca junto al presidente Erdogan y se aferra ‎a ella, sin expresar ninguna solidaridad por la otra representante de la Unión Europea. ‎

En su declaración a la salida de este encuentro, Charles Michel ni siquiera menciona el incidente ‎‎ [2]. En las ‎imágenes difundidas por los medios turcos puede verse que el sofá que finalmente ocupa ‎la señora von der Layen está frente a otro, donde se sienta el ministro turco de Exteriores, ‎Mevlut Cavusoglu, conforme a las instrucciones de los responsables del protocolo de la Unión ‎Europea. Dado el hecho que Turquía ha adoptado un régimen presidencial, ya no hay ‎primer ministro en ese país –Erdogan es a la vez jefe de Estado y de gobierno–, razón por ‎la cual el ministro turco de Exteriores estaba legítimamente sentado frente a la ‎‎“primer ministro” de la Unión Europea. ‎

En resumen, lo sucedido en Ankara no fue un incidente diplomático sino un intento de ‎Charles Michel de arrogarse en el seno de la Unión Europea un poder que no le pertenece, ‎incluso en detrimento de esa institución supranacional. Pero la batalla esto es sólo el inicio de ‎la batalla. ‎

[1«Le président Biden participe au Sommet du Conseil européen», ‎Casa Blanca, Réseau Voltaire, 25 de marzo de 2021.

[2«Intervention de Charles Michel à l’issue de sa rencontre avec Recep Tayyip Erdogan», por Charles Michel, Réseau Voltaire, 6 de abril de 2021.