Tengo el honor de dejar constancia de la consternación de mi Gobierno por las injustificadas declaraciones formuladas por la Representante Permanente de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas durante la sesión a puerta cerrada del Consejo de Seguridad celebrada ayer. A ese respecto, el papel maleable y poco constructivo de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios, y especialmente su persistente posición de aventurarse en esferas que van más allá de su mandato, es desafortunado e inaceptable.

Para empezar, aclaremos los hechos. La crisis en la región etíope de Tigré estalló únicamente porque la camarilla del Frente de Liberación Popular de Tigré (FLPT), apoyada y envalentonada durante décadas por ciertas potencias, desencadenó un ataque masivo y preventivo contra todos los contingentes de todo el Mando Septentrional etíope. El objetivo de esta “guerra relámpago” era neutralizar el mayor contingente del ejército etíope, confiscar su armamento (el 80 % del arsenal total de las Fuerzas de Defensa) y tomar el poder en Etiopía mediante la violencia para posteriormente invadir Eritrea. El Comité Central del FLPT respaldó este acto de insurrección y de grave desestabilización regional, que no conoce precedentes, en su reunión de principios de mes.

El ataque no provocado por el FLPT también tuvo lugar durante los meses críticos de la cosecha en la región de Tigré. El momento escogido para el ataque demuestra la insensibilidad del FLPT, especialmente teniendo en cuenta que 1,6 millones de agricultores pobres de Tigré dependen, desde 2009, de la ayuda humanitaria de la red de seguridad global.

En las declaraciones formuladas por la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios y la Embajadora de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas, esos hechos se pasan por alto. En cambio, escuchamos falsas acusaciones sobre el “uso de la violencia sexual y el hambre como arma”. De hecho, nos horrorizan los intentos de culpar a quienes no tuvieron más remedio que recurrir a medidas legítimas de autodefensa que otros países habrían utilizado en circunstancias similares. Las acusaciones de violación y otros delitos presentadas contra soldados eritreos no solo son escandalosas, sino que constituyen un vil ataque a la cultura y la historia de nuestro pueblo.

Independientemente de la culpabilidad de la camarilla del caduco FLPT, los civiles inocentes de la región de Tigré no deben ser victimizados de ninguna manera. La ayuda humanitaria debe entregarse. Esas son las tareas urgentes del momento.

Además, al haberse frustrado en gran medida la grave amenaza, Eritrea y Etiopía han acordado, al más alto nivel, iniciar la retirada de las fuerzas eritreas y el redespliegue simultáneo de los contingentes etíopes a lo largo de la frontera internacional. Eritrea aprovecha esta ocasión para dar las gracias a los Estados miembros del Consejo de Seguridad que han insistido en el cumplimiento de las normas establecidas también en este caso.

Mucho le agradecería que tuviera a bien hacer distribuir la presente carta como documento del Consejo de Seguridad.