El 26 de mayo de 2021, la República Árabe Siria realiza una nueva elección presidencial, tanto en ‎suelo sirio como en todas sus embajadas. ‎

Estados Unidos y sus aliados calificaron de antemano la actual elección, como la anterior –‎realizada en 2014–, como «ni libre, ni justa».

Creyendo que los sirios que están fuera ‎del país –principalmente los sirios refugiados en Líbano y Jordania– son contrarios a la República, el ‎‎«régimen de Bachar» como dicen en la prensa occidental, Washington y sus aliados exigieron la ‎apertura de colegios electorales en el extranjero. ‎

Los sirios que se encuentran en el exterior comenzaron a votar el viernes 21 de mayo –menos ‎en Jordania, donde los refugiados sirios están recluidos en campamentos. Pero sí pudo verse un ‎masivo desplazamiento de sirios hacia el Líbano, deseosos de votar en la embajada de Siria ‎en Beirut. ‎

Precisamente en Líbano, matones del partido libanés Fuerzas Libanesas atacaron autobuses de ‎sirios que se dirigían a la embajada siria en Beirut, hiriendo a varios de ellos. El jefe de las ‎Fuerzas Libanesas incluso declaró que los sirios que votan por el presidente Bachar al-Assad ‎deberían ser expulsados del Líbano. ‎

Mientras tanto, el gobierno de Canadá denunció «el régimen» que «sigue aterrorizando a sus ‎electores con armas químicas» (sic). ‎

Interrogado a la salida del colegio electoral donde ejerció su derecho al voto, el presidente sirio ‎Bachar al-Assad, que busca un nuevo mandato, ridiculizó las recriminaciones occidentales y ‎recordó que todos los observadores presentes en la elección presidencial de 2014 reconocieron la ‎legalidad del escrutinio… al igual que ahora. ‎

En un nuevo cambio de retórica, las potencias occidentales argumentan ahora que el resultado de ‎esta nueva elección presidencial siria no será aceptable hasta que «el régimen» negocie una ‎nueva Constitución con la oposición… que ellas mismas financiaron, organizaron y armaron. ‎

Problema: la oposición armada ha dejado de existir. ‎