Durante los últimos días he estado en estrecho contacto con mi equipo de seguridad nacional ‎para indicarle cómo proteger nuestros intereses y nuestros valores en momentos en que ‎ponemos fin a nuestra misión militar en Afganistán. ‎

Primero: siguiendo las recomendaciones de nuestros equipos diplomáticos, militares y de ‎inteligencia, he autorizado el despliegue de unos 5 000 soldados estadounidenses para ‎garantizar que podamos proceder con orden y seguridad a la reducción del personal de ‎Estados Unidos y de países aliados así como a la evacuación de los afganos que ayudaron a ‎nuestras tropas durante su misión y de quienes corren algún riesgo particular debido al avance de ‎los talibanes. ‎

Segundo: he ordenado a nuestras fuerzas armadas y nuestros equipos de inteligencia velar ‎por qué mantengamos la capacidad y la vigilancia que nos permitan lidiar con futuras amenazas ‎terroristas provenientes de Afganistán. ‎

Tercero: he pedido al secretario de Estado apoyar al presidente Ghani y a los demás líderes ‎afganos en sus esfuerzos tendientes a evitar que se derrame más sangre y a encontrar un arreglo ‎político del conflicto. El secretario de Estado Blinken iniciará por su parte un diálogo con las ‎principales partes implicadas regionales. ‎

Cuarto: hemos hecho saber a los representantes de los talibanes en Doha, a través de nuestro ‎comandante de combate, que toda acción de parte de ellos, en suelo de Afganistán, que pueda ‎poner en peligro al personal estadounidense o nuestra misión, recibiría una respuesta militar ‎rápida y fuerte de Estados Unidos. ‎

Quinto: he encargado a la embajadora Tracey Jacobson un conjunto de esfuerzos del gobierno ‎para hacernos cargo, transportar y reinstalar a los afganos que soliciten visas de inmigración ‎especiales así como a otros aliados afganos. No olvidamos a los hombres y mujeres de ‎Afganistán que corren peligro en este momento. Trabajamos actualmente en la evacuación de ‎miles de personas que ayudaron a nuestra causa así como a sus familias. ‎

Eso es lo que vamos a hacer. Ahora, permítanme aclarar cómo hemos llegado a esta situación. ‎

Los Estados Unidos de América entraron en Afganistán hace 20 años, teniendo como objetivo ‎derrotar las fuerzas que nos habían atacado el 11 de septiembre. Esa misión llevó a la muerte ‎de Osama ben Laden, hace más de 10 años, y al debilitamiento de al-Qaeda. Sin embargo, ‎‎10 años después, cuando yo me convertí en presidente, un pequeño número de soldados ‎estadounidenses seguían aún en el terreno, en una situación peligrosa, con una fecha tope que ‎se acercaba, con vistas a retirarlos o enviarlos nuevamente a luchar. ‎

Durante los 20 últimos años en que nuestro país combatió en Afganistán, Estados Unidos envió ‎sus jóvenes más prometedores, invirtió cerca de 1 000 millardos [1] ‎de dólares, entrenó más de 300 000 soldados y policías afganos, equipó esas tropas con ‎material militar de vanguardia y dio mantenimiento a su fuerza aérea, en el marco de la guerra ‎más larga en la que nuestro país ha participado. Un año más, o incluso 5 años más de ‎presencia militar estadounidense no marcaría una diferencia si el ejército afgano no es capaz de controlar su propio país. Además, la presencia interminable de Estados Unidos en otro país, ‎en plena guerra civil, no me parecía aceptable. ‎

Cuando asumí mis funciones, heredé un acuerdo negociado por mi predecesor –acuerdo sobre ‎el cual él invitó los talibanes a venir a conversar en Camp David, la víspera del 11 de septiembre ‎de 2019– que confería a los talibanes su mejor posición militar desde el 2001 e imponía a las ‎fuerzas estadounidenses una fecha tope: el 1º de mayo de 2021. Poco antes de finalizar ‎su mandato, él redujo también las fuerzas de Estados Unidos a un mínimo vital de 2 500 ‎militares. Por consiguiente, cuando me convertí en presidente, yo tenía que optar entre respetar ‎el acuerdo, con una corta extensión que permitiera retirar sin peligro nuestras fuerzas y las de ‎nuestros aliados, o incrementar fuertemente nuestra presencia, enviando más tropas ‎estadounidenses a luchar, otra vez, en la guerra civil de otro país. He sido el cuarto presidente ‎‎–dos republicanos y dos demócratas– en lidiar con una presencia militar de Estados Unidos ‎en Afganistán. No podía concebir dejar esta guerra como legado a un quinto presidente y ‎no lo haré. ‎

[11 millardo = 1 000 millones.