Sr. Presidente, Sr. Secretario General, colegas delegados; y todos los que se dedican a la noble ‎misión de esta institución: Es un honor para mí dirigirme a ustedes por primera vez como ‎presidente de Estados Unidos.‎

Nos reunimos este año en un momento en el que se entremezclan gran dolor y extraordinarias ‎posibilidades. Hemos perdido mucho a causa de esta devastadora pandemia que sigue cobrándose ‎vidas en todo el mundo y afectando a gran parte de nuestra existencia.‎

Estamos de luto por más de 4,5 millones de personas, personas de todas las naciones y de todos ‎los orígenes. Cada muerte es un dolor individual. Pero nuestro dolor común es un profundo ‎recordatorio de que nuestro futuro colectivo dependerá de nuestra capacidad para reconocer ‎nuestra humanidad común y actuar juntos.‎

Señoras y señores, esta es la opción clara y urgente a la que nos enfrentamos en los albores de lo ‎que debe ser una década decisiva para nuestro mundo. Una década que, literalmente, determinará ‎nuestro futuro.‎

Como comunidad mundial, nos enfrentamos a crisis urgentes e inminentes, en las que hay ‎enormes oportunidades, si, si es que podemos reunir la voluntad y la determinación para ‎aprovecharlas.‎

‎¿Trabajaremos juntos para salvar vidas, derrotar a COVID-19 en todas partes y tomar las medidas ‎necesarias para prepararnos contra la próxima pandemia? Porque habrá otra. ¿O no ‎aprovecharemos las herramientas que tenemos a nuestra disposición a medida que se afianzan ‎variantes más virulentas y peligrosas?‎

‎¿Haremos frente a la amenaza de un clima cambiante que ya está asolando cada parte de nuestro ‎mundo con un clima extremo? ¿O sufriremos la marcha despiadada de sequías e inundaciones ‎cada vez peores, incendios y huracanes más intensos, olas de calor más largas y aumento del nivel ‎del mar?‎

‎¿Afirmaremos la defensa de la dignidad humana y los derechos humanos que unieron a nuestros ‎países en una causa común hace más de siete décadas y dieron origen a esta institución?‎

‎¿Aplicaremos y reforzaremos los principios fundamentales del sistema internacional, incluyendo la ‎Carta de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de Derechos Humanos, mientras ‎intentamos dar forma a la aparición de nuevas tecnologías y disuadir nuevas amenazas? ¿O ‎permitiremos que esos principios universales sean pisoteados y tergiversados en la búsqueda de un ‎descarado poder político?‎

Mi punto de vista es que la respuesta que demos a estos planteamientos en este momento; si ‎decidimos luchar por nuestro futuro común o no, repercutirá en las generaciones venideras.‎

Sencillamente, nos encontramos en un punto de inflexión en la historia. Y estoy aquí hoy para ‎compartir con todos ustedes cómo Estados Unidos pretende trabajar con sus socios y aliados para ‎responder a estas preguntas, así como el compromiso de mi nueva administración para ayudar a ‎dirigir el mundo hacia un futuro más pacífico y más próspero para todos los pueblos.‎

En lugar de seguir luchando en las guerras del pasado, estamos fijando nuestros ojos en los retos ‎que tienen la clave de nuestro futuro y dedicando nuestros recursos a: terminar con esta ‎pandemia; abordar la crisis del clima; gestionar los cambios en las dinámicas de poder mundiales; ‎dar forma a las normas de comportamiento respecto a asuntos vitales tales como comercio, ‎cibernética y tecnologías emergentes; y enfrentar la amenaza del terrorismo que se plantea en la ‎actualidad.‎

Hemos puesto fin a un conflicto de 20 años en Afganistán. Y al cerrar este período de guerra ‎implacable, estamos abriendo una nueva era de diplomacia implacable. Para utilizar el poder de ‎nuestra ayuda al desarrollo para invertir en nuevas formas de levantar a poblaciones de todo el ‎mundo. Para renovar y defender la democracia y demostrar que, por muy difícil o complejo que ‎sea el problema, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo sigue siendo la mejor ‎manera de beneficiar a todos nuestros ciudadanos.‎

Y a medida que Estados Unidos se centre en las prioridades y las regiones del mundo, como el ‎Indopacífico, que son más importantes hoy y mañana, lo haremos con nuestros aliados y socios, y ‎por medio de la cooperación en instituciones multilaterales como las Naciones Unidas, para ‎amplificar nuestra fuerza colectiva y acelerar nuestro progreso en estos desafíos globales.‎

Es una verdad fundamental del siglo XXI, dentro de cada uno de nuestros países y como ‎comunidad mundial, que nuestro propio éxito está ligado al de los otros.‎

Para cumplir con nuestro propio pueblo también debemos comprometernos profundamente con el ‎resto del mundo.‎

Y para asegurar nuestro propio futuro debemos trabajar junto con nuestros socios hacia nuestro ‎futuro común.‎

Nuestra seguridad, nuestra prosperidad y nuestras propias libertades están más interconectadas ‎que nunca. Y por eso debemos trabajar juntos como nunca antes.‎

En los últimos ocho meses, he dado prioridad a la reconstrucción de nuestras alianzas y a la ‎revitalización de nuestras asociaciones, reconociendo que son esenciales y fundamentales para la ‎seguridad y la prosperidad duraderas de Estados Unidos.‎

Hemos reafirmado nuestro sagrado compromiso con el Artículo 5 con la OTAN, y estamos ‎trabajando con nuestros aliados europeos en la elaboración de un nuevo concepto estratégico ‎que ayudará a nuestra Alianza a enfrentarse mejor a las amenazas híbridas actuales y futuras.‎

Hemos renovado nuestro diálogo con la Unión Europea, un socio fundamental para abordar una ‎amplia gama de cuestiones críticas que el mundo enfrenta en la actualidad.‎

Hemos elevado la asociación (cuadrilateral) Quad entre Australia, India, Japón y Estados Unidos, ‎para afrontar desafíos que van desde la seguridad sanitaria y el clima, hasta las tecnologías ‎emergentes.‎

Estamos colaborando con instituciones regionales, desde la ASEAN hasta la Unión Africana y la ‎Organización de los Estados Americanos, para centrarnos en las necesidades urgentes de las ‎personas para mejorar la salud y los resultados económicos.‎

Volvemos a sentarnos a la mesa en los foros internacionales, especialmente en las Naciones ‎Unidas, para centrar la atención y estimular la acción mundial respecto a desafíos comunes.‎

Volvemos a participar en la Organización Mundial de la Salud y trabajamos en estrecha ‎colaboración con COVAX para suministrar vacunas que salvan vidas en todo el mundo.‎

Nos volvimos a unir al Acuerdo Climático de París. Nos presentamos para volver a ocupar un ‎puesto en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU el próximo año.‎

Y mientras Estados Unidos trata de movilizar al mundo a la acción, lideraremos no solo con el ‎ejemplo de nuestro poder, Dios mediante, sino con el poder de nuestro ejemplo.‎

No se equivoquen, Estados Unidos seguirá defendiéndose a sí mismo, a sus aliados y a sus ‎intereses contra los ataques, incluso contra las amenazas terroristas, y estamos preparados para ‎usar la fuerza, siempre y cuando sea necesario, para defender los intereses vitales de la seguridad ‎nacional de Estados Unidos, incluso contra amenazas actuales o inminentes.‎

Pero la misión debe ser clara y alcanzable, emprendida con el consentimiento informado del ‎pueblo estadounidense. Y, siempre que sea posible, en colaboración con nuestros aliados.‎

El poder militar de Estados Unidos debe ser nuestra herramienta de último recurso, no la primera, ‎y no debe utilizarse como respuesta a todos los problemas que vemos en el mundo.‎

De hecho, hoy en día, muchas de nuestras mayores preocupaciones no pueden resolverse, ni ‎siquiera abordarse, mediante la fuerza de las armas. Las bombas y las balas no sirven de defensa ‎contra COVID-19 ni sus futuras variantes.‎

Para luchar contra esta pandemia, necesitamos un acto colectivo de ciencia y de voluntad política. ‎Tenemos que actuar ahora, para inyectar las vacunas lo antes posible y ampliar el acceso al ‎oxígeno, las pruebas y los tratamientos para salvar vidas en todo el mundo.‎

Y para el futuro, necesitamos crear un nuevo mecanismo para financiar la seguridad y la ‎preparación sanitaria mundial que esté basado en nuestra actual ayuda al desarrollo, y un Consejo ‎de Amenazas Sanitarias Mundiales que cuente con las herramientas necesarias para vigilar e ‎identificar las pandemias que surjan de modo que podamos actuar inmediatamente.‎

Estados Unidos ya ha destinado más de 15.000 millones de dólares a la respuesta mundial a la ‎COVID. Hemos enviado casi 160 millones de dosis de vacunas contra COVID-19 a otros países. Esto ‎incluye casi 130 millones de dosis de nuestro propio suministro, y las primeras porciones de los 500 ‎millones de dosis de vacunas de Pfizer que compramos para donar a través de COVAX.‎

Los aviones que transportan las vacunas desde Estados Unidos ya han aterrizado en 100 países, ‎llevando a la gente de todo el mundo una pequeña “dosis de esperanza”, como la calificó una ‎enfermera estadounidense. Una “dosis de esperanza”, directamente del pueblo estadounidense y, ‎muy importante, sin condiciones.‎

Y mañana, en la Cumbre Mundial sobre COVID-19, organizada por Estados Unidos, anunciaré otros ‎compromisos para avanzar en la lucha contra COVID-19 y rendir cuentas en torno a objetivos ‎específicos y tres retos fundamentales: salvar vidas ahora, vacunar al mundo y reconstruir mejor.‎

Este año también ha traído consigo la muerte y la devastación generalizadas debidas a la crisis ‎climática que no tiene fronteras. Los fenómenos meteorológicos extremos que hemos visto en ‎todas las partes del mundo, que todos ustedes conocen y han experimentado, representan lo que ‎el secretario general ha llamado, con razón, un “código rojo para la humanidad”. Y los científicos y ‎expertos nos dicen que nos estamos acercando rápidamente a un “punto sin retorno”, ‎literalmente.‎

Para mantener a nuestro alcance el objetivo vital de limitar el calentamiento a 1,5 grados ‎centígrados, todos los países deben presentar la mayor ambición posible que tengan cuando nos ‎reunamos en Glasgow para la COP 26. Y luego tenemos que seguir aumentando nuestra ambición ‎con el tiempo.‎

En abril, anuncié el nuevo y ambicioso objetivo de Estados Unidos en el marco del Acuerdo de ‎París de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 50 a 52 por ciento por debajo ‎de los niveles de 2005 para 2030, mientras trabajamos para lograr una economía de energía limpia ‎con emisiones netas cero para 2050.‎

Y mi administración está trabajando estrechamente con nuestro Congreso para hacer las ‎inversiones críticas en infraestructura verde y vehículos eléctricos que nos ayudarán a asegurar el ‎progreso en el país hacia nuestros objetivos climáticos.‎

Y lo mejor de todo es que hacer estas ambiciosas inversiones no es solo una buena política ‎climática: es una oportunidad para que cada uno de nuestros países invierta en sí mismo y en su ‎futuro. Es una enorme oportunidad para crear puestos de trabajo bien remunerados para los ‎trabajadores de cada uno de nuestros países y para estimular el crecimiento económico a largo ‎plazo que mejorará la calidad de vida de todos nuestros pueblos.‎

También tenemos que apoyar a los países y a las personas que se verán más afectadas y que ‎tienen menos recursos para ayudarles a adaptarse.‎

En abril, anuncié que Estados Unidos duplicaría nuestra financiación pública internacional para ‎ayudar a los países en desarrollo a mitigar los impactos climáticos, y hoy me enorgullece anunciar ‎que trabajaremos con el Congreso para duplicar esa cifra, incluyendo las iniciativas de adaptación.‎

Esto convertirá a Estados Unidos en líder de la financiación pública del clima, y con nuestro ‎compromiso añadido al mayor apoyo del capital privado y de otros donadores, podremos cumplir ‎el objetivo de movilizar 100.000 millones de dólares de las economías avanzadas del mundo para ‎apoyar la acción climática en los países en desarrollo.‎

Mientras nos enfrentamos a estas crisis, también nos encontramos con una era de nuevas ‎tecnologías y posibilidades que tienen el potencial de remodelar todos los aspectos de la ‎existencia humana, y depende de todos nosotros determinar si estas tecnologías son una fuerza ‎para empoderar a la gente o para profundizar la represión.‎

A medida que las nuevas tecnologías sigan evolucionando, trabajaremos junto a nuestros socios ‎democráticos para garantizar los nuevos avances en áreas que van desde la biotecnología hasta la ‎computación cuántica, la 5G, la inteligencia artificial y más que se utilicen para ayudar a las ‎personas, resolver desafíos y promover la libertad humana, y no para reprimir la disidencia o ‎atacar a las comunidades minoritarias.‎

Y Estados Unidos tiene la intención de hacer una profunda inversión en investigación y desarrollo, ‎trabajando con países en todas las etapas de desarrollo económico, para desarrollar nuevas ‎herramientas y tecnologías innovadoras que nos ayuden a afrontar los retos de este segundo ‎cuarto del siglo XXI, y más adelante.‎

Estamos reforzando nuestras infraestructuras críticas contra los ciberataques, desarticulando las ‎redes de secuestro de datos y trabajando para establecer reglas a seguir claras para todos los ‎países en lo que respecta al ciberespacio.‎

Nos reservamos el derecho de responder con firmeza a los ciberataques que amenacen a nuestro ‎pueblo, a nuestros aliados o a nuestros intereses.‎

Buscaremos nuevas reglas para el comercio mundial y el crecimiento económico, que se esfuercen ‎por nivelar las condiciones para que no se incline artificialmente a favor de ningún país a expensas ‎de otros y que todos los países tengan la oportunidad de competir de manera justa.‎

Nos esforzaremos por garantizar la protección de los derechos laborales básicos, las salvaguardias ‎medioambientales y la propiedad intelectual y que los beneficios de la globalización se repartan ‎ampliamente entre todas las sociedades.‎

Y seguiremos defendiendo reglas y normas de larga data que han constituido las barandillas del ‎compromiso internacional durante décadas y que han sido esenciales para el desarrollo de países ‎de todo el mundo, incluyendo compromisos fundamentales como la libertad de navegación, la ‎adhesión al derecho internacional y a los tratados, y el apoyo a las medidas de control de armas ‎que reducen el riesgo y mejoran la transparencia.‎

Nuestro enfoque está firmemente basado en la misión de las Naciones Unidas y en los valores que ‎todos acordamos cuando redactamos su Carta. Son compromisos que todos asumimos y que ‎todos estamos obligados a mantener.‎

Y mientras nos esforzamos por hacer frente a todos estos desafíos urgentes, ya sean antiguos o ‎de reciente aparición, también debemos tratar unos con otros.‎

Todas las grandes potencias del mundo tienen el deber de gestionar cuidadosamente sus ‎relaciones para que no pasemos de la competencia responsable al conflicto.‎

Estados Unidos competirá, vigorosamente, y liderará con nuestros valores y nuestra fuerza.‎

Defenderemos a nuestros aliados y amigos, y nos opondremos a los intentos de los países más ‎fuertes de dominar a los más débiles, ya sea mediante cambios en el territorio por la fuerza, ‎coacción económica, explotación tecnológica o intimidación marítima.‎

Pero no buscamos, lo diré de nuevo, no buscamos una nueva Guerra Fría, ni un mundo dividido en ‎bloques rígidos.‎

Estados Unidos está dispuesto a colaborar con cualquier país que dé un paso adelante y busque ‎soluciones pacíficas a los desafíos comunes, incluso si tenemos intensos desacuerdos en otros ‎ámbitos. Porque todos sufriremos las consecuencias de nuestro fracaso si no nos unimos para ‎abordar amenazas urgentes como COVID-19 y el cambio climático, o amenazas duraderas como la ‎proliferación nuclear.‎

Estados Unidos sigue comprometido a impedir que Irán obtenga un arma nuclear. Estamos ‎trabajando con el P5+1 para que Irán participe diplomáticamente y busque un retorno al PAIC. ‎Estamos preparados para volver al pleno cumplimiento si Irán hace lo mismo.‎

De manera similar, buscamos una diplomacia seria y sostenida para lograr la desnuclearización ‎completa de la península coreana.‎

Nosotros queremos avances concretos hacia un plan disponible con compromisos tangibles que ‎aumenten la estabilidad en la península y en la región, así como para mejorar la vida del pueblo de ‎la República Democrática Popular de Corea.‎

También debemos seguir vigilantes ante la amenaza que el terrorismo plantea a todos nuestros ‎países, ya sea que provenga desde distantes regiones del mundo o desde nuestro propio país.‎

Sabemos que el amargo dolor del terrorismo es real, y casi todos nosotros lo hemos ‎experimentado.‎

El mes pasado perdimos a 13 héroes estadounidenses y a casi 200 inocentes civiles afganos en el ‎despreciable ataque terrorista al aeropuerto de Kabul.‎

Aquellos que cometan actos de terrorismo en contra nuestra seguirán encontrando en Estados ‎Unidos a un enemigo determinado.‎

El mundo actual no es el mundo de 2001, y Estados Unidos ya no es el mismo país que era cuando ‎fuimos atacados el 11 de septiembre hace 20 años.‎

Hoy, estamos mejor preparados para detectar y prevenir amenazas terroristas, y somos más ‎resilientes en nuestra capacidad para repelerlas y responder.‎

Sabemos como establecer asociaciones eficaces para desarticular las redes terroristas al dirigirnos ‎a sus sistemas financieros y de apoyo, contrarrestar su propaganda, impedir sus viajes así como ‎desmantelar ataques inminentes.‎

Enfrentaremos las amenazas terroristas que surjan hoy y en el futuro con una gama plena de ‎herramientas a nuestra disposición, incluyendo trabajar en cooperación con socios locales, de ‎manera que no tengamos que depender demasiado de los despliegues militares a gran escala.‎

Una de las maneras más importantes con las que podemos mejorar eficazmente la seguridad y ‎reducir la violencia es mejorando las vidas de la gente en todo el mundo que considera que su ‎gobierno no esté atendiendo sus necesidades.‎

La corrupción, que impulsa la desigualdad, desvía los recursos de los países, se extiende a través ‎de las fronteras y genera sufrimiento humano. No es menos que una amenaza a la seguridad ‎nacional en el siglo XXI.‎

En todo el mundo vemos cada vez más que los ciudadanos expresan su disconformidad al ver que ‎los ricos y los que están bien relacionados se enriquecen cada vez más, aceptando sobornos y ‎actuando por encima de la ley, mientras la gran mayoría de la gente lucha por encontrar un ‎trabajo o poner comida en su mesa, o para sacar adelante su negocio, o enviar a sus hijos a la ‎escuela.‎

La gente ha salido a las calles en cada región para exigir a sus gobiernos que atiendan las ‎necesidades básicas de la población, que brinden a todos una oportunidad justa de triunfar y que ‎protejan los derechos que Dios les ha concedido.‎

Y en ese coro de voces, a través de idiomas y continentes, escuchamos un clamor común: Un ‎clamor por la dignidad. Como líderes es nuestro deber responder a ese llamado, no tratar de ‎silenciarlo.‎

Estados Unidos está comprometido a utilizar nuestros recursos y nuestra plataforma internacional ‎de apoyo a esas voces, para escucharlas, para asociarnos con ellas para hallar maneras de ‎responder que avancen la dignidad en todo el mundo.‎

Por ejemplo, hay una enorme necesidad de infraestructura en los países en vías de desarrollo, pero ‎la infraestructura de baja calidad, que impulsa la corrupción o agrava la degradación ‎medioambiental, sólo puede acabar contribuyendo a aumentar los desafíos de los países con el ‎tiempo.‎

Sin embargo, hecho de la manera correcta, con inversiones transparentes y sostenibles en ‎proyectos que respondan a las necesidades de los países y participen con sus trabajadores locales ‎para mantener las normas laborales y medioambientales estrictas, la infraestructura pueden ser la ‎base sólida que permita a las sociedades de los países de bajos y medianos ingresos crecer y ‎prosperar.‎

Esa es la idea que está detrás de la asociación Build Back Better World.‎

Y junto al sector privado y nuestros socios del G7 pretendemos movilizar cientos de miles de ‎millones de dólares en inversiones para la infraestructura.‎

También seguiremos siendo el contribuyente más importante del mundo en asistencia humanitaria ‎al llevar comida, agua, refugio, asistencia sanitaria de emergencia y demás ayuda crítica para ‎salvar vidas a millones de personas necesitadas.‎

Cuando ocurra un terremoto, un tifón o una catástrofe en cualquier lugar del mundo, Estados ‎Unidos estará listo para ayudar.‎

En un momento en el que casi una de cada tres personas en el mundo no tuvo acceso a una ‎alimentación adecuada tan solo el año pasado, Estados Unidos se comprometió a reunir a ‎nuestros socios para hacer frente a las necesidades inmediatas de desnutrición y para garantizar ‎que podamos alimentar al mundo de forma sostenible durante las próximas décadas.‎

Con ese fin estamos asumiendo un compromiso de 10.000 millones de dólares para acabar con el ‎hambre e invertir en sistemas alimentarios en nuestro país y en el extranjero.‎

Desde el año 2000, el gobierno de Estados Unidos ha proporcionado más de 140.000 millones de ‎dólares para impulsar la salud y fortalecer los sistemas sanitarios, y continuaremos nuestro ‎liderazgo para que estas importantes inversiones mejoren la vida de las personas todos los días. ‎Solo denles un poco de tiempo.‎

Y mientras seguimos adelante para mejorar la vida de las personas, debemos trabajar con un ‎renovado propósito para acabar con los conflictos que causan tanto dolor y daño en todo el ‎mundo.‎

Debemos intensificar nuestra diplomacia y compromiso con la negociación política, no con la ‎violencia, como el instrumento de primera mano para manejar las tensiones en el mundo.‎

Tenemos que buscar un futuro con una paz y seguridad más amplia para todos los pueblos de ‎Oriente Medio.‎

El compromiso de Estados Unidos con la seguridad de Israel es incuestionable. Y nuestro apoyo a ‎un estado judío independiente es inequívoco.‎

Yo sigo considerando que la solución de dos estados es la mejor manera de garantizar el futuro de ‎Israel como un estado judío y democrático que viva en paz junto a un estado palestino viable, ‎soberano y democrático.‎

En este momento estamos lejos de esa meta, pero nunca nos debemos permitir renunciar a la ‎posibilidad de hacer progresos.‎

Tampoco podemos renunciar a resolver los conflictos civiles en curso, incluyendo a Etiopía y ‎Yemen, donde la violencia entre las partes enfrentadas está causando hambruna, una horrible ‎violencia, violaciones a los derechos humanos contra la población civil, incluyendo el uso ‎incuestionable de la violación como arma de guerra.‎

Seguiremos trabajando con la comunidad internacional para presionar por la paz y poner fin a este ‎sufrimiento.‎

A medida que proseguimos con la diplomacia en todas partes, Estados Unidos seguirá defendiendo ‎los valores democráticos que van al fondo mismo de lo que somos como país y como pueblo: ‎Libertad, igualdad, oportunidad y convicción en los derechos universales para todos los pueblos.‎

Llevamos eso en el ADN como nación. Y, muy importante, esta institución lo lleva en su ADN ‎también, Estados… las [Naciones] Unidas. Algunas veces lo olvidamos.‎

Para citar las palabras de apertura de nuestra Declaración Universal de Derechos Humanos: ‎‎“Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento ‎de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la ‎familia humana”.‎

El carácter distintivo de las Naciones Unidas coloca los derechos de los individuos en el centro de ‎nuestro sistema, y esa claridad y visión no puede ser ignorada o malinterpretada.‎

Estados Unidos hará su parte, pero tendremos más éxito y más efecto si todas las naciones ‎trabajan en favor de la misión completa a la que hemos sido llamados.‎

Es por ello que más de 100 naciones unidas en torno a un compromiso común y el Consejo de ‎Seguridad aprobaron una resolución señalando cómo hemos de apoyar al pueblo de Afganistán de ‎ahora en adelante, y determinando las expectativas que plantearemos a los talibanes en lo que ‎respecta a respetar los derechos humanos universales.‎

Todos nosotros debemos abogar por los derechos de mujeres y niñas para que apliquen ‎plenamente sus talentos para contribuir económica, política y socialmente, y que persigan sus ‎sueños libres de violencia e intimidación, desde América Central y Oriente Medio, hasta África y ‎Afganistán, donde sea que se presente.‎

Todos debemos denunciar y condenar el señalamiento y la opresión de las minorías raciales, ‎étnicas o religiosas, ya sea que ocurra en Xinjiang, el norte de Etiopía o en cualquier otro lugar del ‎mundo.‎

Todos debemos defender los derechos de las personas LGBTQI de manera que puedan vivir y amar ‎abiertamente, sin temor, ya sea en Chechenia o en Camerún o en cualquier otro lugar.‎

Y a medida que dirigimos a nuestros países hacia este punto de inflexión y trabajamos para ‎enfrentar los veloces desafíos actuales en muchos frentes, permítanme ser claro: no soy un ‎agnóstico en cuanto al futuro que nosotros queremos para este mundo.‎

El futuro pertenecerá a quienes apoyen la dignidad humana, no a aquellos que la pisoteen.‎

El futuro pertenecerá a quienes apoyen el potencial de su gente, no a aquellos que lo contengan.‎

El futuro pertenecerá a aquellos que brinden a sus pueblos la capacidad de ser libres, no a aquellos ‎que buscan sofocar a sus pueblos con un puño de hierro.‎

El autoritarismo, el autoritarismo en el mundo pretende proclamar el fin de la era de la ‎democracia, pero están equivocados.‎

La verdad es que el mundo democrático está en todas partes. Se encuentra entre los activistas ‎contra la corrupción, los defensores de los derechos humanos, los periodistas, los manifestantes ‎pacíficos en las líneas frontales de su lucha en Bielorrusia, Birmania, Siria, Cuba, Venezuela y todo ‎otro lugar.‎

Se encuentra en las valientes mujeres de Sudán que enfrentaron la violencia y la opresión para ‎sacar del poder a un dictador genocida y que trabajan todos los días para defender su progreso ‎democrático.‎

Se encuentra entre los orgullosos moldavos que ayudaron a lograr una victoria apabullante para ‎las fuerzas de la democracia, con un mandato para combatir contra el soborno y establecer una ‎economía más inclusiva.‎

Se encuentra entre la gente joven de Zambia, que aprovecharon el poder de su voto por primera ‎vez, que acudieron en cantidades sin precedentes a denunciar la corrupción y fijar un nuevo rumbo ‎para su país.‎

Y si bien ninguna democracia es perfecta, incluyendo la de Estados Unidos, donde seguimos ‎luchando para cumplir nuestros más altos ideales de sanar nuestras divisiones y aplacar la ‎violencia e insurrección, la democracia sigue siendo la mejor herramienta que tenemos para ‎liberar nuestro pleno potencial humano.‎

Mis compañeros líderes, este es un momento que debemos ponernos a prueba para demostrar ser ‎iguales a quienes estuvieron antes que nosotros, con visión y valores y una fe determinante en ‎nuestro futuro colectivo crearon las Naciones Unidas, quebraron un ciclo de guerra y destrucción, ‎y establecieron los fundamentos durante más de siete décadas de paz relativa y una creciente ‎prosperidad mundial.‎

Ahora, otra vez debemos unirnos para afirmar que la humanidad inherente que nos une es más ‎grande que cualquier división o desacuerdo extraño.‎

Debemos elegir hacer más de lo que consideremos que podemos hacer solos, de manera que ‎podamos lograr lo que necesitemos, juntos: Acabar con esta pandemia y asegurarnos de estar ‎mejor preparados para la próxima; evitar un cambio climático culminante y mejorar nuestra ‎resiliencia a los impactos que ya estamos presenciando; asegurar un futuro en que las tecnologías ‎sean una herramienta fundamental para resolver los desafíos humanos y empoderar el potencial ‎humano, no una fuente de mayor conflicto y represión.‎

Esos son los desafíos que habrán de determinar cómo será el mundo que nuestros hijos y nietos ‎heredarán, y solo lo podremos hacer mirando hacia el futuro.‎

En este lugar donde estoy, por primera vez en 20 años, Estados Unidos no está en guerra. Le ‎hemos dado vuelta a la página.‎

Toda la fuerza, energía, compromiso, voluntad inigualables, y los recursos de nuestro país ahora ‎están plena y claramente enfocados en lo que está en el futuro, no en lo que quedó atrás.‎

Y sé esto: Al mirar hacia el futuro, lideraremos. Seremos líderes en los grandes desafíos de nuestro ‎tiempo, desde COVID hasta el clima, de la paz a la seguridad, la dignidad humana y los derechos ‎humanos. Pero no lo haremos solos.‎

Lideraremos junto con nuestros aliados y socios y en cooperación con todos los que creen, al igual ‎que nosotros, que está al alcance de nuestro poder enfrentar todo esos desafíos y construir un ‎futuro que sustente a toda nuestra gente y preserve el planeta.‎

Nada de esto es inevitable. Es una alternativa. Y puede decirles la postura de Estados Unidos en ‎esto. Elegiremos crear un futuro mejor. Nosotros, ustedes y yo, tenemos la voluntad y la ‎capacidad para hacerlo mejor.‎

Damas y caballeros, no podemos permitirnos desperdiciar más tiempo. Pongámonos a trabajar. ‎Hagamos nuestro futuro mejor, ahora.‎

Podemos hacerlo. Está dentro de nuestro alcance y capacidad.‎

Gracias, y que Dios les bendiga.‎