
Sr. Presidente, Sr. Secretario General, colegas delegados; y todos los que se dedican a la noble misión de esta institución: Es un honor para mí dirigirme a ustedes por primera vez como presidente de Estados Unidos.
Nos reunimos este año en un momento en el que se entremezclan gran dolor y extraordinarias posibilidades. Hemos perdido mucho a causa de esta devastadora pandemia que sigue cobrándose vidas en todo el mundo y afectando a gran parte de nuestra existencia.
Estamos de luto por más de 4,5 millones de personas, personas de todas las naciones y de todos los orígenes. Cada muerte es un dolor individual. Pero nuestro dolor común es un profundo recordatorio de que nuestro futuro colectivo dependerá de nuestra capacidad para reconocer nuestra humanidad común y actuar juntos.
Señoras y señores, esta es la opción clara y urgente a la que nos enfrentamos en los albores de lo que debe ser una década decisiva para nuestro mundo. Una década que, literalmente, determinará nuestro futuro.
Como comunidad mundial, nos enfrentamos a crisis urgentes e inminentes, en las que hay enormes oportunidades, si, si es que podemos reunir la voluntad y la determinación para aprovecharlas.
¿Trabajaremos juntos para salvar vidas, derrotar a COVID-19 en todas partes y tomar las medidas necesarias para prepararnos contra la próxima pandemia? Porque habrá otra. ¿O no aprovecharemos las herramientas que tenemos a nuestra disposición a medida que se afianzan variantes más virulentas y peligrosas?
¿Haremos frente a la amenaza de un clima cambiante que ya está asolando cada parte de nuestro mundo con un clima extremo? ¿O sufriremos la marcha despiadada de sequías e inundaciones cada vez peores, incendios y huracanes más intensos, olas de calor más largas y aumento del nivel del mar?
¿Afirmaremos la defensa de la dignidad humana y los derechos humanos que unieron a nuestros países en una causa común hace más de siete décadas y dieron origen a esta institución?
¿Aplicaremos y reforzaremos los principios fundamentales del sistema internacional, incluyendo la Carta de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de Derechos Humanos, mientras intentamos dar forma a la aparición de nuevas tecnologías y disuadir nuevas amenazas? ¿O permitiremos que esos principios universales sean pisoteados y tergiversados en la búsqueda de un descarado poder político?
Mi punto de vista es que la respuesta que demos a estos planteamientos en este momento; si decidimos luchar por nuestro futuro común o no, repercutirá en las generaciones venideras.
Sencillamente, nos encontramos en un punto de inflexión en la historia. Y estoy aquí hoy para compartir con todos ustedes cómo Estados Unidos pretende trabajar con sus socios y aliados para responder a estas preguntas, así como el compromiso de mi nueva administración para ayudar a dirigir el mundo hacia un futuro más pacífico y más próspero para todos los pueblos.
En lugar de seguir luchando en las guerras del pasado, estamos fijando nuestros ojos en los retos que tienen la clave de nuestro futuro y dedicando nuestros recursos a: terminar con esta pandemia; abordar la crisis del clima; gestionar los cambios en las dinámicas de poder mundiales; dar forma a las normas de comportamiento respecto a asuntos vitales tales como comercio, cibernética y tecnologías emergentes; y enfrentar la amenaza del terrorismo que se plantea en la actualidad.
Hemos puesto fin a un conflicto de 20 años en Afganistán. Y al cerrar este período de guerra implacable, estamos abriendo una nueva era de diplomacia implacable. Para utilizar el poder de nuestra ayuda al desarrollo para invertir en nuevas formas de levantar a poblaciones de todo el mundo. Para renovar y defender la democracia y demostrar que, por muy difícil o complejo que sea el problema, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo sigue siendo la mejor manera de beneficiar a todos nuestros ciudadanos.
Y a medida que Estados Unidos se centre en las prioridades y las regiones del mundo, como el Indopacífico, que son más importantes hoy y mañana, lo haremos con nuestros aliados y socios, y por medio de la cooperación en instituciones multilaterales como las Naciones Unidas, para amplificar nuestra fuerza colectiva y acelerar nuestro progreso en estos desafíos globales.
Es una verdad fundamental del siglo XXI, dentro de cada uno de nuestros países y como comunidad mundial, que nuestro propio éxito está ligado al de los otros.
Para cumplir con nuestro propio pueblo también debemos comprometernos profundamente con el resto del mundo.
Y para asegurar nuestro propio futuro debemos trabajar junto con nuestros socios hacia nuestro futuro común.
Nuestra seguridad, nuestra prosperidad y nuestras propias libertades están más interconectadas que nunca. Y por eso debemos trabajar juntos como nunca antes.
En los últimos ocho meses, he dado prioridad a la reconstrucción de nuestras alianzas y a la revitalización de nuestras asociaciones, reconociendo que son esenciales y fundamentales para la seguridad y la prosperidad duraderas de Estados Unidos.
Hemos reafirmado nuestro sagrado compromiso con el Artículo 5 con la OTAN, y estamos trabajando con nuestros aliados europeos en la elaboración de un nuevo concepto estratégico que ayudará a nuestra Alianza a enfrentarse mejor a las amenazas híbridas actuales y futuras.
Hemos renovado nuestro diálogo con la Unión Europea, un socio fundamental para abordar una amplia gama de cuestiones críticas que el mundo enfrenta en la actualidad.
Hemos elevado la asociación (cuadrilateral) Quad entre Australia, India, Japón y Estados Unidos, para afrontar desafíos que van desde la seguridad sanitaria y el clima, hasta las tecnologías emergentes.
Estamos colaborando con instituciones regionales, desde la ASEAN hasta la Unión Africana y la Organización de los Estados Americanos, para centrarnos en las necesidades urgentes de las personas para mejorar la salud y los resultados económicos.
Volvemos a sentarnos a la mesa en los foros internacionales, especialmente en las Naciones Unidas, para centrar la atención y estimular la acción mundial respecto a desafíos comunes.
Volvemos a participar en la Organización Mundial de la Salud y trabajamos en estrecha colaboración con COVAX para suministrar vacunas que salvan vidas en todo el mundo.
Nos volvimos a unir al Acuerdo Climático de París. Nos presentamos para volver a ocupar un puesto en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU el próximo año.
Y mientras Estados Unidos trata de movilizar al mundo a la acción, lideraremos no solo con el ejemplo de nuestro poder, Dios mediante, sino con el poder de nuestro ejemplo.
No se equivoquen, Estados Unidos seguirá defendiéndose a sí mismo, a sus aliados y a sus intereses contra los ataques, incluso contra las amenazas terroristas, y estamos preparados para usar la fuerza, siempre y cuando sea necesario, para defender los intereses vitales de la seguridad nacional de Estados Unidos, incluso contra amenazas actuales o inminentes.
Pero la misión debe ser clara y alcanzable, emprendida con el consentimiento informado del pueblo estadounidense. Y, siempre que sea posible, en colaboración con nuestros aliados.
El poder militar de Estados Unidos debe ser nuestra herramienta de último recurso, no la primera, y no debe utilizarse como respuesta a todos los problemas que vemos en el mundo.
De hecho, hoy en día, muchas de nuestras mayores preocupaciones no pueden resolverse, ni siquiera abordarse, mediante la fuerza de las armas. Las bombas y las balas no sirven de defensa contra COVID-19 ni sus futuras variantes.
Para luchar contra esta pandemia, necesitamos un acto colectivo de ciencia y de voluntad política. Tenemos que actuar ahora, para inyectar las vacunas lo antes posible y ampliar el acceso al oxígeno, las pruebas y los tratamientos para salvar vidas en todo el mundo.
Y para el futuro, necesitamos crear un nuevo mecanismo para financiar la seguridad y la preparación sanitaria mundial que esté basado en nuestra actual ayuda al desarrollo, y un Consejo de Amenazas Sanitarias Mundiales que cuente con las herramientas necesarias para vigilar e identificar las pandemias que surjan de modo que podamos actuar inmediatamente.
Estados Unidos ya ha destinado más de 15.000 millones de dólares a la respuesta mundial a la COVID. Hemos enviado casi 160 millones de dosis de vacunas contra COVID-19 a otros países. Esto incluye casi 130 millones de dosis de nuestro propio suministro, y las primeras porciones de los 500 millones de dosis de vacunas de Pfizer que compramos para donar a través de COVAX.
Los aviones que transportan las vacunas desde Estados Unidos ya han aterrizado en 100 países, llevando a la gente de todo el mundo una pequeña “dosis de esperanza”, como la calificó una enfermera estadounidense. Una “dosis de esperanza”, directamente del pueblo estadounidense y, muy importante, sin condiciones.
Y mañana, en la Cumbre Mundial sobre COVID-19, organizada por Estados Unidos, anunciaré otros compromisos para avanzar en la lucha contra COVID-19 y rendir cuentas en torno a objetivos específicos y tres retos fundamentales: salvar vidas ahora, vacunar al mundo y reconstruir mejor.
Este año también ha traído consigo la muerte y la devastación generalizadas debidas a la crisis climática que no tiene fronteras. Los fenómenos meteorológicos extremos que hemos visto en todas las partes del mundo, que todos ustedes conocen y han experimentado, representan lo que el secretario general ha llamado, con razón, un “código rojo para la humanidad”. Y los científicos y expertos nos dicen que nos estamos acercando rápidamente a un “punto sin retorno”, literalmente.
Para mantener a nuestro alcance el objetivo vital de limitar el calentamiento a 1,5 grados centígrados, todos los países deben presentar la mayor ambición posible que tengan cuando nos reunamos en Glasgow para la COP 26. Y luego tenemos que seguir aumentando nuestra ambición con el tiempo.
En abril, anuncié el nuevo y ambicioso objetivo de Estados Unidos en el marco del Acuerdo de París de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 50 a 52 por ciento por debajo de los niveles de 2005 para 2030, mientras trabajamos para lograr una economía de energía limpia con emisiones netas cero para 2050.
Y mi administración está trabajando estrechamente con nuestro Congreso para hacer las inversiones críticas en infraestructura verde y vehículos eléctricos que nos ayudarán a asegurar el progreso en el país hacia nuestros objetivos climáticos.
Y lo mejor de todo es que hacer estas ambiciosas inversiones no es solo una buena política climática: es una oportunidad para que cada uno de nuestros países invierta en sí mismo y en su futuro. Es una enorme oportunidad para crear puestos de trabajo bien remunerados para los trabajadores de cada uno de nuestros países y para estimular el crecimiento económico a largo plazo que mejorará la calidad de vida de todos nuestros pueblos.
También tenemos que apoyar a los países y a las personas que se verán más afectadas y que tienen menos recursos para ayudarles a adaptarse.
En abril, anuncié que Estados Unidos duplicaría nuestra financiación pública internacional para ayudar a los países en desarrollo a mitigar los impactos climáticos, y hoy me enorgullece anunciar que trabajaremos con el Congreso para duplicar esa cifra, incluyendo las iniciativas de adaptación.
Esto convertirá a Estados Unidos en líder de la financiación pública del clima, y con nuestro compromiso añadido al mayor apoyo del capital privado y de otros donadores, podremos cumplir el objetivo de movilizar 100.000 millones de dólares de las economías avanzadas del mundo para apoyar la acción climática en los países en desarrollo.
Mientras nos enfrentamos a estas crisis, también nos encontramos con una era de nuevas tecnologías y posibilidades que tienen el potencial de remodelar todos los aspectos de la existencia humana, y depende de todos nosotros determinar si estas tecnologías son una fuerza para empoderar a la gente o para profundizar la represión.
A medida que las nuevas tecnologías sigan evolucionando, trabajaremos junto a nuestros socios democráticos para garantizar los nuevos avances en áreas que van desde la biotecnología hasta la computación cuántica, la 5G, la inteligencia artificial y más que se utilicen para ayudar a las personas, resolver desafíos y promover la libertad humana, y no para reprimir la disidencia o atacar a las comunidades minoritarias.
Y Estados Unidos tiene la intención de hacer una profunda inversión en investigación y desarrollo, trabajando con países en todas las etapas de desarrollo económico, para desarrollar nuevas herramientas y tecnologías innovadoras que nos ayuden a afrontar los retos de este segundo cuarto del siglo XXI, y más adelante.
Estamos reforzando nuestras infraestructuras críticas contra los ciberataques, desarticulando las redes de secuestro de datos y trabajando para establecer reglas a seguir claras para todos los países en lo que respecta al ciberespacio.
Nos reservamos el derecho de responder con firmeza a los ciberataques que amenacen a nuestro pueblo, a nuestros aliados o a nuestros intereses.
Buscaremos nuevas reglas para el comercio mundial y el crecimiento económico, que se esfuercen por nivelar las condiciones para que no se incline artificialmente a favor de ningún país a expensas de otros y que todos los países tengan la oportunidad de competir de manera justa.
Nos esforzaremos por garantizar la protección de los derechos laborales básicos, las salvaguardias medioambientales y la propiedad intelectual y que los beneficios de la globalización se repartan ampliamente entre todas las sociedades.
Y seguiremos defendiendo reglas y normas de larga data que han constituido las barandillas del compromiso internacional durante décadas y que han sido esenciales para el desarrollo de países de todo el mundo, incluyendo compromisos fundamentales como la libertad de navegación, la adhesión al derecho internacional y a los tratados, y el apoyo a las medidas de control de armas que reducen el riesgo y mejoran la transparencia.
Nuestro enfoque está firmemente basado en la misión de las Naciones Unidas y en los valores que todos acordamos cuando redactamos su Carta. Son compromisos que todos asumimos y que todos estamos obligados a mantener.
Y mientras nos esforzamos por hacer frente a todos estos desafíos urgentes, ya sean antiguos o de reciente aparición, también debemos tratar unos con otros.
Todas las grandes potencias del mundo tienen el deber de gestionar cuidadosamente sus relaciones para que no pasemos de la competencia responsable al conflicto.
Estados Unidos competirá, vigorosamente, y liderará con nuestros valores y nuestra fuerza.
Defenderemos a nuestros aliados y amigos, y nos opondremos a los intentos de los países más fuertes de dominar a los más débiles, ya sea mediante cambios en el territorio por la fuerza, coacción económica, explotación tecnológica o intimidación marítima.
Pero no buscamos, lo diré de nuevo, no buscamos una nueva Guerra Fría, ni un mundo dividido en bloques rígidos.
Estados Unidos está dispuesto a colaborar con cualquier país que dé un paso adelante y busque soluciones pacíficas a los desafíos comunes, incluso si tenemos intensos desacuerdos en otros ámbitos. Porque todos sufriremos las consecuencias de nuestro fracaso si no nos unimos para abordar amenazas urgentes como COVID-19 y el cambio climático, o amenazas duraderas como la proliferación nuclear.
Estados Unidos sigue comprometido a impedir que Irán obtenga un arma nuclear. Estamos trabajando con el P5+1 para que Irán participe diplomáticamente y busque un retorno al PAIC. Estamos preparados para volver al pleno cumplimiento si Irán hace lo mismo.
De manera similar, buscamos una diplomacia seria y sostenida para lograr la desnuclearización completa de la península coreana.
Nosotros queremos avances concretos hacia un plan disponible con compromisos tangibles que aumenten la estabilidad en la península y en la región, así como para mejorar la vida del pueblo de la República Democrática Popular de Corea.
También debemos seguir vigilantes ante la amenaza que el terrorismo plantea a todos nuestros países, ya sea que provenga desde distantes regiones del mundo o desde nuestro propio país.
Sabemos que el amargo dolor del terrorismo es real, y casi todos nosotros lo hemos experimentado.
El mes pasado perdimos a 13 héroes estadounidenses y a casi 200 inocentes civiles afganos en el despreciable ataque terrorista al aeropuerto de Kabul.
Aquellos que cometan actos de terrorismo en contra nuestra seguirán encontrando en Estados Unidos a un enemigo determinado.
El mundo actual no es el mundo de 2001, y Estados Unidos ya no es el mismo país que era cuando fuimos atacados el 11 de septiembre hace 20 años.
Hoy, estamos mejor preparados para detectar y prevenir amenazas terroristas, y somos más resilientes en nuestra capacidad para repelerlas y responder.
Sabemos como establecer asociaciones eficaces para desarticular las redes terroristas al dirigirnos a sus sistemas financieros y de apoyo, contrarrestar su propaganda, impedir sus viajes así como desmantelar ataques inminentes.
Enfrentaremos las amenazas terroristas que surjan hoy y en el futuro con una gama plena de herramientas a nuestra disposición, incluyendo trabajar en cooperación con socios locales, de manera que no tengamos que depender demasiado de los despliegues militares a gran escala.
Una de las maneras más importantes con las que podemos mejorar eficazmente la seguridad y reducir la violencia es mejorando las vidas de la gente en todo el mundo que considera que su gobierno no esté atendiendo sus necesidades.
La corrupción, que impulsa la desigualdad, desvía los recursos de los países, se extiende a través de las fronteras y genera sufrimiento humano. No es menos que una amenaza a la seguridad nacional en el siglo XXI.
En todo el mundo vemos cada vez más que los ciudadanos expresan su disconformidad al ver que los ricos y los que están bien relacionados se enriquecen cada vez más, aceptando sobornos y actuando por encima de la ley, mientras la gran mayoría de la gente lucha por encontrar un trabajo o poner comida en su mesa, o para sacar adelante su negocio, o enviar a sus hijos a la escuela.
La gente ha salido a las calles en cada región para exigir a sus gobiernos que atiendan las necesidades básicas de la población, que brinden a todos una oportunidad justa de triunfar y que protejan los derechos que Dios les ha concedido.
Y en ese coro de voces, a través de idiomas y continentes, escuchamos un clamor común: Un clamor por la dignidad. Como líderes es nuestro deber responder a ese llamado, no tratar de silenciarlo.
Estados Unidos está comprometido a utilizar nuestros recursos y nuestra plataforma internacional de apoyo a esas voces, para escucharlas, para asociarnos con ellas para hallar maneras de responder que avancen la dignidad en todo el mundo.
Por ejemplo, hay una enorme necesidad de infraestructura en los países en vías de desarrollo, pero la infraestructura de baja calidad, que impulsa la corrupción o agrava la degradación medioambiental, sólo puede acabar contribuyendo a aumentar los desafíos de los países con el tiempo.
Sin embargo, hecho de la manera correcta, con inversiones transparentes y sostenibles en proyectos que respondan a las necesidades de los países y participen con sus trabajadores locales para mantener las normas laborales y medioambientales estrictas, la infraestructura pueden ser la base sólida que permita a las sociedades de los países de bajos y medianos ingresos crecer y prosperar.
Esa es la idea que está detrás de la asociación Build Back Better World.
Y junto al sector privado y nuestros socios del G7 pretendemos movilizar cientos de miles de millones de dólares en inversiones para la infraestructura.
También seguiremos siendo el contribuyente más importante del mundo en asistencia humanitaria al llevar comida, agua, refugio, asistencia sanitaria de emergencia y demás ayuda crítica para salvar vidas a millones de personas necesitadas.
Cuando ocurra un terremoto, un tifón o una catástrofe en cualquier lugar del mundo, Estados Unidos estará listo para ayudar.
En un momento en el que casi una de cada tres personas en el mundo no tuvo acceso a una alimentación adecuada tan solo el año pasado, Estados Unidos se comprometió a reunir a nuestros socios para hacer frente a las necesidades inmediatas de desnutrición y para garantizar que podamos alimentar al mundo de forma sostenible durante las próximas décadas.
Con ese fin estamos asumiendo un compromiso de 10.000 millones de dólares para acabar con el hambre e invertir en sistemas alimentarios en nuestro país y en el extranjero.
Desde el año 2000, el gobierno de Estados Unidos ha proporcionado más de 140.000 millones de dólares para impulsar la salud y fortalecer los sistemas sanitarios, y continuaremos nuestro liderazgo para que estas importantes inversiones mejoren la vida de las personas todos los días. Solo denles un poco de tiempo.
Y mientras seguimos adelante para mejorar la vida de las personas, debemos trabajar con un renovado propósito para acabar con los conflictos que causan tanto dolor y daño en todo el mundo.
Debemos intensificar nuestra diplomacia y compromiso con la negociación política, no con la violencia, como el instrumento de primera mano para manejar las tensiones en el mundo.
Tenemos que buscar un futuro con una paz y seguridad más amplia para todos los pueblos de Oriente Medio.
El compromiso de Estados Unidos con la seguridad de Israel es incuestionable. Y nuestro apoyo a un estado judío independiente es inequívoco.
Yo sigo considerando que la solución de dos estados es la mejor manera de garantizar el futuro de Israel como un estado judío y democrático que viva en paz junto a un estado palestino viable, soberano y democrático.
En este momento estamos lejos de esa meta, pero nunca nos debemos permitir renunciar a la posibilidad de hacer progresos.
Tampoco podemos renunciar a resolver los conflictos civiles en curso, incluyendo a Etiopía y Yemen, donde la violencia entre las partes enfrentadas está causando hambruna, una horrible violencia, violaciones a los derechos humanos contra la población civil, incluyendo el uso incuestionable de la violación como arma de guerra.
Seguiremos trabajando con la comunidad internacional para presionar por la paz y poner fin a este sufrimiento.
A medida que proseguimos con la diplomacia en todas partes, Estados Unidos seguirá defendiendo los valores democráticos que van al fondo mismo de lo que somos como país y como pueblo: Libertad, igualdad, oportunidad y convicción en los derechos universales para todos los pueblos.
Llevamos eso en el ADN como nación. Y, muy importante, esta institución lo lleva en su ADN también, Estados… las [Naciones] Unidas. Algunas veces lo olvidamos.
Para citar las palabras de apertura de nuestra Declaración Universal de Derechos Humanos: “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”.
El carácter distintivo de las Naciones Unidas coloca los derechos de los individuos en el centro de nuestro sistema, y esa claridad y visión no puede ser ignorada o malinterpretada.
Estados Unidos hará su parte, pero tendremos más éxito y más efecto si todas las naciones trabajan en favor de la misión completa a la que hemos sido llamados.
Es por ello que más de 100 naciones unidas en torno a un compromiso común y el Consejo de Seguridad aprobaron una resolución señalando cómo hemos de apoyar al pueblo de Afganistán de ahora en adelante, y determinando las expectativas que plantearemos a los talibanes en lo que respecta a respetar los derechos humanos universales.
Todos nosotros debemos abogar por los derechos de mujeres y niñas para que apliquen plenamente sus talentos para contribuir económica, política y socialmente, y que persigan sus sueños libres de violencia e intimidación, desde América Central y Oriente Medio, hasta África y Afganistán, donde sea que se presente.
Todos debemos denunciar y condenar el señalamiento y la opresión de las minorías raciales, étnicas o religiosas, ya sea que ocurra en Xinjiang, el norte de Etiopía o en cualquier otro lugar del mundo.
Todos debemos defender los derechos de las personas LGBTQI de manera que puedan vivir y amar abiertamente, sin temor, ya sea en Chechenia o en Camerún o en cualquier otro lugar.
Y a medida que dirigimos a nuestros países hacia este punto de inflexión y trabajamos para enfrentar los veloces desafíos actuales en muchos frentes, permítanme ser claro: no soy un agnóstico en cuanto al futuro que nosotros queremos para este mundo.
El futuro pertenecerá a quienes apoyen la dignidad humana, no a aquellos que la pisoteen.
El futuro pertenecerá a quienes apoyen el potencial de su gente, no a aquellos que lo contengan.
El futuro pertenecerá a aquellos que brinden a sus pueblos la capacidad de ser libres, no a aquellos que buscan sofocar a sus pueblos con un puño de hierro.
El autoritarismo, el autoritarismo en el mundo pretende proclamar el fin de la era de la democracia, pero están equivocados.
La verdad es que el mundo democrático está en todas partes. Se encuentra entre los activistas contra la corrupción, los defensores de los derechos humanos, los periodistas, los manifestantes pacíficos en las líneas frontales de su lucha en Bielorrusia, Birmania, Siria, Cuba, Venezuela y todo otro lugar.
Se encuentra en las valientes mujeres de Sudán que enfrentaron la violencia y la opresión para sacar del poder a un dictador genocida y que trabajan todos los días para defender su progreso democrático.
Se encuentra entre los orgullosos moldavos que ayudaron a lograr una victoria apabullante para las fuerzas de la democracia, con un mandato para combatir contra el soborno y establecer una economía más inclusiva.
Se encuentra entre la gente joven de Zambia, que aprovecharon el poder de su voto por primera vez, que acudieron en cantidades sin precedentes a denunciar la corrupción y fijar un nuevo rumbo para su país.
Y si bien ninguna democracia es perfecta, incluyendo la de Estados Unidos, donde seguimos luchando para cumplir nuestros más altos ideales de sanar nuestras divisiones y aplacar la violencia e insurrección, la democracia sigue siendo la mejor herramienta que tenemos para liberar nuestro pleno potencial humano.
Mis compañeros líderes, este es un momento que debemos ponernos a prueba para demostrar ser iguales a quienes estuvieron antes que nosotros, con visión y valores y una fe determinante en nuestro futuro colectivo crearon las Naciones Unidas, quebraron un ciclo de guerra y destrucción, y establecieron los fundamentos durante más de siete décadas de paz relativa y una creciente prosperidad mundial.
Ahora, otra vez debemos unirnos para afirmar que la humanidad inherente que nos une es más grande que cualquier división o desacuerdo extraño.
Debemos elegir hacer más de lo que consideremos que podemos hacer solos, de manera que podamos lograr lo que necesitemos, juntos: Acabar con esta pandemia y asegurarnos de estar mejor preparados para la próxima; evitar un cambio climático culminante y mejorar nuestra resiliencia a los impactos que ya estamos presenciando; asegurar un futuro en que las tecnologías sean una herramienta fundamental para resolver los desafíos humanos y empoderar el potencial humano, no una fuente de mayor conflicto y represión.
Esos son los desafíos que habrán de determinar cómo será el mundo que nuestros hijos y nietos heredarán, y solo lo podremos hacer mirando hacia el futuro.
En este lugar donde estoy, por primera vez en 20 años, Estados Unidos no está en guerra. Le hemos dado vuelta a la página.
Toda la fuerza, energía, compromiso, voluntad inigualables, y los recursos de nuestro país ahora están plena y claramente enfocados en lo que está en el futuro, no en lo que quedó atrás.
Y sé esto: Al mirar hacia el futuro, lideraremos. Seremos líderes en los grandes desafíos de nuestro tiempo, desde COVID hasta el clima, de la paz a la seguridad, la dignidad humana y los derechos humanos. Pero no lo haremos solos.
Lideraremos junto con nuestros aliados y socios y en cooperación con todos los que creen, al igual que nosotros, que está al alcance de nuestro poder enfrentar todo esos desafíos y construir un futuro que sustente a toda nuestra gente y preserve el planeta.
Nada de esto es inevitable. Es una alternativa. Y puede decirles la postura de Estados Unidos en esto. Elegiremos crear un futuro mejor. Nosotros, ustedes y yo, tenemos la voluntad y la capacidad para hacerlo mejor.
Damas y caballeros, no podemos permitirnos desperdiciar más tiempo. Pongámonos a trabajar. Hagamos nuestro futuro mejor, ahora.
Podemos hacerlo. Está dentro de nuestro alcance y capacidad.
Gracias, y que Dios les bendiga.
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