El embajador Jeffrey Feltman (a la izquierda), enviado especial del presidente estadounidense ‎Joe Biden, llega a Kartum el 24 de octubre, sólo horas antes de la destitución del ‎gobierno civil.‎

Un conflicto particularmente sangriento entre poblaciones del norte y del sur de Sudán marcó ‎la pasada década. Las apariencias de todo aquello eran engañosas ya que mercenarios ‎contratados por varias empresas estadounidenses de “seguridad”, como DynCorp International, ‎luchaban allí haciéndose pasar por combatientes locales. Finalmente, países autoproclamados ‎‎«Amigos de Sudán» (Estados Unidos, Noruega y Reino Unido) impusieron el acuerdo de Naivasha, que ‎condujo, en 2011, a la secesión de Sudán del Sur, actualmente bajo un ‎protectorado de facto de Estados Unidos e Israel. ‎

Aquella guerra, iniciada por rivalidades locales pero deseada y financiada por Estados Unidos, ‎permitió la creación de un Estado títere desde donde se amenaza y se vigila a los vecinos ‎de Israel. Desde 1950 y hasta 1970, Israel pretendió anexar territorios o crear nuevos Estados en ‎el sur de Líbano (al sur del río Litani), en el oeste de Siria (la región del Golán) y en Egipto (en la ‎región del monte Sinaí), invocando su propio «derecho a la seguridad». Posteriormente, con la ‎proliferación de los misiles de alcance intermedio, Israel prosiguió la misma estrategia pero ya ‎tratando de crear Estados títeres que pudieran atacar a los vecinos de Israel desde la retaguardia. ‎Así apareció Sudán del Sur en 2011 y se trató de impulsar la independencia del Kurdistán iraquí ‎en 2017. ‎

En abril de 2019 volvió a hablarse de Sudán, durante el derrocamiento allí de la rama rebelde de la ‎Hermandad Musulmana, dirigida por el entonces presidente sudanés Omar al-Bashir. Rápidamente ‎resultó que el poder había pasado a las manos del líder yanyauid Mohamed Hamdan Dagalo, ‎más conocido como «Hemidti», quien se había convertido en mercenario, utilizado en Yemen ‎por Arabia Saudita contra los hutis. Como estaba acusado de crímenes de guerra perpetrados durante el conflicto de Darfur –en el sudoeste del Sudán actual– Hemedti ‎prefirió actuar utilizando como pantalla al jefe del estado mayor de las fuerzas armadas ‎sudanesas, el general Abdel Fattah al-Burhan, y apareciendo sólo como su «segundo» [1].‎

En junio de 2019, Alemania, recurriendo al mismo método ya utilizado antes para dividir Sudán y ‎estimular la secesión de Sudán del Sur, organizó otro grupo informal de «Amigos de Sudán» y ‎una videoconferencia desde Berlín. Durante aquella reunión virtual “aparecieron”, como un ‎conejo sacado de un sombrero, unas nuevas reglas del juego para una «transición democrática», ‎sin que nadie supiera quién había concebido aquellas reglas. Sin embargo, las partes sudanesas las ‎aceptaron –el 17 de julio– y el 4 de agosto “apareció” un proyecto de Constitución. Detalle ‎significativo: no fue el general al-Burhan quien firmó esos documentos sino su «segundo» ‎Hemedti.‎

Hubo entonces una redistribución del poder entre civiles y militares y se constituyó un gobierno ‎alrededor Abdallah Hamdok, un alto funcionario sudanés de la ONU.‎

En febrero de 2020, el entonces primer ministro israelí Benyamin Netanyahu se reunió con ‎el general al-Burhan en Entebbe (Uganda). Israel formalizó rápidamente sus relaciones con ‎Sudán, Estados Unidos hizo que el gobierno de transición reconociera el papel que se atribuía ‎al régimen de Omar al-Bashir en los atentados de al-Qaeda contra las embajadas estadounidenses ‎en Kenya y Tanzania, cometidos en 1988… y una lluvia de dólares comenzó a caer sobre Sudán. ‎

En marzo de 2021, después de haber decidido retirar los 15 000 cascos azules que la ONU había ‎desplegado en Darfur, el Consejo de Seguridad invitó el gobierno de transición a desplegar allí ‎‎12 000 soldados sudaneses y creó una «Misión de Asistencia para la Transición» (MINUATS, ‎siglas en inglés) conformada por 300 civiles. Para sorpresa de todos, el secretario general de ‎la ONU, Antonio Guterres, designó al alemán Volker Perthes como jefe de la MINUATS. ‎

No está de más recordar aquí que Volker Perthes, ex director del think tank más importante del ‎gobierno alemán (SWP), fue el redactor del plan de capitulación que el estadounidense Jeffrey ‎Feltman pretendió imponer a la República Árabe Siria cuando era el número 2 en la jerarquía de ‎la ONU [2]. En aquel plan, Perthes abolía la soberanía ‎popular siria, disolvía todos los órganos constitucionales sirios, imponía el «juicio» y posterior ‎ejecución de los 120 principales dirigentes sirios y planteaba la división de Siria. ‎

Ahora, el presidente estadounidense Joe Biden recurre nuevamente a Jeffrey Feltman ‎designándolo como su representante especial en el Cuerno de África, incluyendo Sudán. Ya es ‎evidente que las “reglas” para la «transición democrática» en Sudán fueron discretamente ‎redactadas por Volker Perthes, en coordinación con sus amigos estadounidenses, antes de la ya ‎mencionada videoconferencia de Berlín. ‎

El embajador Jeffrey Feltman es una figura de primer plano del Deep State, el Estado Profundo ‎estadounidense. Tuvo un papel importante en el proceso “de paz” israelo-palestino y participó en ‎la creación del Kurdistán iraquí por cuenta de la «Autoridad Provisional de la Coalición en Irak», ‎entidad que en realidad era una compañía privada [3]. Después de aquello Feltman fue ‎nombrado embajador en Líbano, donde orquestó la «revolución de color» de 2005 –la llamada ‎‎«Revolución del Cedro»– y las falsas acusaciones contra los presidentes de Líbano y Siria, Emile ‎Lahoud y Bachar al-Assad, atribuyéndoles el asesinato del ex primer ministro libanés Rafic Hariri. ‎

Con Hillary Clinton como secretaria de Estado, Jeffrey Feltman se convirtió en su asistente para ‎el Medio Oriente. Luego pasó a ser director de Asuntos Políticos de la ONU, donde desvió fondos ‎de las Naciones Unidas para utilizarlos en la guerra contra Siria, incluso apoyando a los yihadistas. ‎Durante la administración Trump, Feltman optó por un perfil bajo en Estados Unidos, yendo a ‎ponerse al servicio de Qatar. ‎

En mayo de 2021, Francia organizó en París una “secuela” de la videoconferencia de Berlín. Allí ‎se habló de cuestiones financieras y se planteó asignar a Sudán 2 000 millones de dólares, ‎de los cuales 1 500 millones se destinarían al pago de sus cuentas pendientes en el Fondo ‎Monetario Internacional (FMI) [4].‎

Mientras tanto, la población sudanesa vive en la miseria y ciertas regiones de Sudán sufren ‎hambrunas. Sólo algunas tribus reconocían la autoridad del gobierno civil, con el cual esperaban ‎mejorar sus condiciones de vida. Pero otras tribus ven en el gobierno civil un enemigo tribal y ‎recurrieron a los militares para que defendieran sus intereses. Hace meses que Sudán vive un ‎inicio de guerra civil. No es por ende injustificado que los militares sudaneses, con respaldo de ‎Arabia Saudita, hayan amenazado con forzar el gobierno civil a dimitir. ‎

A principios de octubre, «preocupado por restaurar la paz», el presidente estadounidense Joe ‎Biden envía su representante especial, Jeffrey Feltman, a Kartum. Y vuelve a enviarlo allí, por ‎segunda vez, el 23 de octubre, para que se reúna con las partes. Feltman explicó a ambas partes ‎que el apoyo financiero de Occidente continuará sólo si los sudaneses se mantienen unidos. ‎El general al-Burhan se comprometió a hacer todo lo posible por preservar la unidad del país. ‎El embajador Feltman se quedó dos noches en Kartum. ‎

En cuanto despegó el avión de Jeffrey Feltman, en la mañana del 25 de octubre, el general al-‎Burhan y su «segundo», Hemidti, exigieron la renuncia del gobierno –pero no la del primer ‎ministro, Abdallah Hamdok. Como habían explicado al emisario estadounidense, querían obligarlo ‎a formar un equipo de gobierno más acorde con el necesario equilibrio entre las tribus. Pero ‎el primer ministro se negó, así que fue arrestado y puesto bajo vigilancia en su domicilio, menos ‎de una hora después del despegue del avión del enviado estadounidense Jeffrey Feltman. ‎

Inmediatamente, Estados Unidos, el Banco Mundial y el FMI denunciaron un «golpe de Estado ‎militar» y suspendieron toda ayuda financiera a Sudán. El país, ya al borde del colapso ‎se hundió rápidamente en la crisis. La Unión Africana también condenó el «golpe», pero ‎Egipto, llamando todas las partes sudanesas al diálogo, parecía satisfecho con el desenlace. ‎Al parecer, el general sudanés al-Burhan y el general presidente egipcio al-Sissi estudiaron en la ‎misma academia militar. ‎

Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos han hecho pocas declaraciones, sin mencionar su ayuda ‎financiera, tremendamente importante para Sudán. Turquía guarda silencio –ese país ha ‎alquilado, por 99 años, la isla sudanesa de Suakin para instalar allí una base militar, desde donde ‎podrá proyectar sus fuerzas hacia el Mar Rojo, contra Arabia Saudita. ‎

Estados Unidos presentó al Consejo de Seguridad de la ONU un proyecto de resolución de ‎condena contra el «golpe de Estado militar» e instaurando «sanciones». Pero Rusia ‎ha solicitado varios días para verificar las informaciones que llegan desde Sudán. ‎

Moscú no ha olvidado las mentiras que propiciaron la guerra contra Libia y sospecha que ‎esta vez también se está divulgando información sesgada para engañar a todos. El discurso ‎mediático sobre los “malvados” militares que abusan de los “simpáticos” demócratas no parece ‎especialmente creíble a los dirigentes rusos. La discusión entre los miembros del Consejo ‎de Seguridad ha ido subiendo de tono y varios han señalado que lo sucedido en Sudán no es un ‎‎«golpe de Estado militar» propiamente dicho ya que la mitad del país se ha puesto del lado ‎del ejército y que este no ha destituido al primer ministro. ‎

El hecho es que, desde agosto de este año, Estados Unidos ha retomado la estrategia Rumsfeld-‎Cebrowski ‎ [5]‎, cuya aplicación había iniciado ‎a raíz del 11 de septiembre de 2001 en Afganistán, Irak, Libia, Siria y Yemen, al precio de ‎al menos un millón de muertos [6]. En Sudán, ‎Estados Unidos no trata de favorecer a un bando contra el otro, sólo trata de llevarlos a que ‎luchen entre sí hasta que ellos mismos destruyan el Estado sudanés y que el país se vea así en la ‎incapacidad de resistirse a la explotación de las potencias extranjeras. ‎

Durante toda una década, los autoproclamados «Amigos de Siria» Volker Perthes y Jeffrey ‎Feltman nos mantuvieron en vilo en el Levante, pero acabaron derrotados y Estados Unidos ha ‎tenido que replegarse, dejando esa región bajo la protección de Rusia. Ahora, los «Amigos ‎de Sudán» Volker Perthes y Jeffrey Feltman tratan de destruir el Cuerno de África, comenzando ‎por Etiopía y Sudán. ‎

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[2«Alemania y la ONU contra Siria», por Thierry Meyssan, Al-‎Watan (Siria), Red Voltaire, 28 de enero de 2016.

[3«¿Quién gobierna Irak?», ‎por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 13 de mayo de 2004.

[4«Conférence internationale d’appui à la transition soudanaise», Réseau Voltaire, 17 de mayo de 2021.

[5‎«El proyecto militar de Estados Unidos para ‎el ‎mundo» y «La doctrina Rumsfeld-‎Cebrowski», por Thierry Meyssan, ‎‎Red Voltaire, 22 ‎de ‎agosto ‎de 2017 y 25 de mayo de 2021.‎