Destacamos la disposición, expresada por el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, durante la ‎conversación sostenida el pasado de diciembre con el Presidente Vladímir Putin, a entablar un ‎diálogo serio sobre cuestiones concernientes a la seguridad de la Federación de Rusia. ‎Ese diálogo es sobre todo necesario ahora que las relaciones entre Rusia y el Occidente colectivo ‎siguen degradándose y han llegado a un punto crítico. Al propio tiempo, durante estos últimos días ‎se escuchan numerosas interpretaciones arbitrarias de nuestra postura. En esta relación ‎consideramos necesario volver a esclarecer lo siguiente.‎

El agravamiento de la confrontación con nuestro país es absolutamente inadmisible. ‎Como pretexto se utiliza la situación en Ucrania, en relación con la cual Occidente estimula la ‎rusofobia y justifica las medidas que adopta el régimen de Kiev para hacer fracasar los Acuerdos ‎de Minsk y preparar la intervención militar en Donbass.‎

En vez de hacer entrar en razón a sus protegidos ucranianos, los países de la OTAN empujan ‎a Kiev a dar pasos agresivos. No se puede interpretar de otro modo las cada vez más frecuentes ‎maniobras no programadas de Estados Unidos y sus aliados en el mar Negro. Los aviones de los ‎países de la OTAN, incluidos los bombarderos estratégicos, realizan con regularidad vuelos ‎provocativos y hacen maniobras peligrosas junto a las fronteras de Rusia. Continúa el ‎reforzamiento militar en territorio de Ucrania, se suministran a ese país grandes cantidades de ‎armas.‎

Se ha optado por involucrar a Ucrania en la OTAN, lo que está preñado del despliegue en su ‎territorio de misiles de ataque con tiempo de vuelo mínimo hasta la parte central de Rusia y de ‎otros armamentos desestabilizadores. Semejante comportamiento irresponsable genera ‎amenazas inadmisibles para nuestra seguridad y provoca serios riesgos militares para todas ‎las partes implicadas, incluyendo un conflicto de envergadura en Europa.‎

Paralelamente se afirma que la cuestión del hipotético ingreso de Ucrania en la OTAN concierne ‎exclusivamente a Kiev y a la Alianza, sin que nadie deba intervenir en este proceso. ‎Recordemos, no obstante, que, aparte del Tratado de Washington, los países de la OTAN tienen ‎compromisos asumidos con respecto a la indivisibilidad de la seguridad en el Euroatlántico y en ‎todo el espacio de la OSCE. Este principio fue refrendado por primera vez en el Acta Final de ‎Helsinki y luego fue revalidado y reforzado, en 1990, en la Carta de París para la Nueva Europa, ‎que estipula: «La seguridad de cada uno está indisolublemente vinculada a la seguridad de los ‎demás». En 1999, en la cumbre de la OSCE, en Estambul se aprobó la Carta de la Seguridad ‎Europea en la que se recalca que «los Estados partes no reforzarán su seguridad a costa de ‎la seguridad de otros Estados».‎

Todos estos documentos fueron firmados por los máximos mandatarios de los Estados miembros ‎de la OSCE, incluidos los países de la OTAN. Pero, en violación del principio de indivisibilidad de ‎la seguridad, así como en violación de las promesas hechas a los dirigentes soviéticos, durante ‎todos estos años la OTAN estuvo avanzando constantemente hacia el Este, desestimando las ‎preocupaciones expresadas por Moscú, que señalaba que con el ingreso de cada nuevo miembro ‎la Alianza adquiría un perfil cada vez más violentamente antirruso.‎

Desde hace tiempo llamamos la atención sobre la inadmisibilidad de semejante evolución de los ‎acontecimientos. En los últimos decenios, en reiteradas ocasiones propusimos hacer ‎jurídicamente vinculante el principio de seguridad igual e indivisible, pues a todas luces Occidente ‎no se propone cumplir los compromisos políticos arriba mencionados. Siempre recibimos la ‎respuesta negativa.‎

En esta relación, según subraya el Presidente Vladímir Putin, insistimos en elaborar, en un lapso de ‎tiempo concreto y bajo el principio de seguridad igual e indivisible, serias garantías jurídicas a ‎largo plazo que excluyan cualquier ampliación ulterior de la OTAN hacia el Este y el ‎emplazamiento de armamentos que nos amenazan en las fronteras occidentales de Rusia.‎

Responde a los principales intereses de la seguridad europea anular oficialmente la decisión de la ‎cumbre de la OTAN (Bucarest 2008) de que «Ucrania y Georgia ingresarán en la OTAN» como ‎contraria al compromiso asumido por los líderes de todos los países miembros de la OSCE:
«no reforzar la seguridad propia a costa de la seguridad de los demás».‎

Insistimos en refrendar jurídicamente el acuerdo sobre el no despliegue por parte de ‎Estados Unidos y de otros miembros de la OTAN de sistemas de armas de ataque que generen ‎amenaza para la Federación de Rusia en el territorio de los países limítrofes, sean o no parte de la ‎Alianza del Atlántico Norte.‎

Insistimos asimismo en conocer una reacción concreta de la OTAN a nuestras propuestas ‎anteriormente promovidas para relajar la tensión en Europa, incluyendo, en particular:
 la retirada de las zonas de ejercicios operativos a una distancia consensuada de la línea de ‎contacto Rusia-OTAN;‎
 la conciliación de la distancia mínima de acercamiento mutuo entre los buques y aviones ‎de guerra para prevenir la actividad militar peligrosa, sobre todo en las zonas de los mares ‎Báltico y Negro;‎
 la reanudación del diálogo regular entre los ministerios de Defensa de Rusia y Estados Unidos ‎y Rusia y la OTAN.‎

Exhortamos a Washington a adherirse a la moratoria unilateral rusa sobre el despliegue ‎en Europa de misiles de alcance intermedio y corto basado en tierra, y a coordinar y adoptar las ‎medidas pertinentes para verificar el cumplimiento de los compromisos mutuos.‎

Rusia presentará próximamente los proyectos de instrumentos jurídicos internacionales sobre los ‎problemas mencionados para iniciar las negociaciones en los formatos correspondientes.‎

Presentaremos, en particular, la propuesta sobre las garantías jurídicas de seguridad en el marco ‎de los preparativos para la próxima ronda del diálogo ruso-estadounidense sobre la estabilidad ‎estratégica. Nos pronunciamos por discutir sustancialmente los aspectos militares de ‎la seguridad entre los ministerios de Defensa con la participación de las cancillerías de Rusia y ‎los países de la OTAN.‎

Consideramos necesario que la OSCE, donde están representados todos los países del ‎Euroatlántico, no esté al margen de las discusiones sobre los problemas que afectan ‎la seguridad europea.‎

Instamos encarecidamente a estudiar con atención las propuestas rusas y a iniciar negociaciones ‎serias con vistas a lograr acuerdos que aseguren un justo y estable equilibrio de intereses en ‎nuestro espacio común.‎