El presidente ucraniano Volodimir Zelenski, quien ha reconocido tímidamente que no cree en ‎la hipotética “invasión rusa”, es el gran perdedor de este juego de ajedrez. Creyó que ‎Estados Unidos le permitiría aplastar militarmente a sus conciudadanos separatistas del ‎Donbass y ahora está a punto de perder esa región. Su popularidad ha caído en picada y ‎actualmente es sólo de 23%. ‎

Mientras que la situación en el Donbass se hace cada vez más incandescente, el presidente ‎estadounidense Joe Biden convocó –por videoconferencia– lo que de hecho es el consejo de ‎guerra de la OTAN y la Unión Europea: el secretario general de la alianza atlántica, Jens ‎Stoltenberg; el primer ministro británico Boris Johnson; el presidente francés Emmanuel Macron, ‎el canciller alemán Olaf Scholz; el primer ministro italiano Mario Draghi; el presidente polaco ‎Andrzej Duda; el presidente rumano Klaus Iohannis; y el primer ministro canadiense Justin Trudeau; ‎además del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y de la presidente de la Comisión ‎Europea, Ursula von der Leyen. ‎

Ese consejo de guerra OTAN-UE declaró que «si Rusia efectúa una invasión ulterior ‎contra Ucrania, Estados Unidos, con sus aliados y socios, responderá de manera decisiva e ‎impondrá un costo inmediato y pesado». ‎

Eso fue lo que Biden dijo a Putin al día siguiente, no sólo en nombre de Estados Unidos sino ‎también de la OTAN y de la Unión Europea. O sea, rechazo categórico de toda negociación, ‎de hecho una declaración de guerra, a la cual suscribió la Italia del primer ministro Mario ‎Draghi, bajo la mirada de un parlamente italiano silencio y sumiso. ‎

Las señales de guerra se intensifican. El Departamento de Estados está evacuando la embajada ‎de Estados Unidos en Kiev y anuncia a los ciudadanos estadounidenses que deben salir de Ucrania ‎porque «no podrá protegerlos ante el ataque ruso». El ministerio de Exteriores de Italia está ‎haciendo lo mismo. ‎

El Pentágono ha retirado de Ucrania 160 instructores militares que estaban entrenando a las ‎fuerzas ucranianas. Pero quedan allí consejeros y otros instructores militares pertenecientes a las ‎Fuerzas Especiales de Estados Unidos y de otros países de la OTAN, personal que de hecho dirige ‎el ejército y la Guardia Nacional de Ucrania. ‎

En primera línea de esas fuerzas ucranianas está el batallón neonazi Azov, que ya se ha destacado ‎por su ferocidad contra los pobladores rusos del Donbass. Ese “mérito” le ha valido al batallón ‎Azov ser promovido a la categoría de regimiento mecanizado de las fuerzas especiales de Ucrania, ‎armado y entrenado por la OTAN, bajo una insignia calcada de la que identificaba a la División ‎‎Das Reich de las SS –una de las 200 divisiones hitlerianas que invadieron la Unión Soviética ‎en 1941. ‎

La Historia nos recuerda que aquellas divisiones hitlerianas fueron derrotadas. Pero aquella guerra ‎costó a la Unión Soviética 27 millones de muertos –más de la mitad civiles– o sea el 15% de la ‎población de la URSS, mientras que Estados Unidos perdió en la guerra un 0,3% de su población. ‎Además, los nazis deportaron a Alemania 5 millones de soviéticos y los invasores hitlerianos ‎destruyeron en la URSS más 1 700 ciudades y pueblos, 70 000 aldeas y 30 000 fábricas. ‎

Pero todo eso ha sido peligrosamente olvidado mientras que Rusia sigue repitiendo, como quien ‎habla con una pared, que no atacará Ucrania y denuncia la concentración de tropas ucranianas ‎cerca del Donbass habitado por pobladores rusos. El gobierno de Kiev ha desplegado allí más de ‎‎150 000 soldados equipados con vehículos lanzacohetes Grad, capaces de lanzar cada uno, en ‎una salva de 20 segundos, 40 cohetes de 122 milímetros con un alcance de 40 kilómetros cuya ‎deflagración dispara miles de fragmentos metálicos cortantes o pequeñas bombas de explosión ‎retardada. Un ataque a gran escala con ese tipo de armamento contra los pobladores rusos de ‎Donetsk y Lugansk y sus zonas circundantes sería un verdadera carnicería en una región defendida ‎por fuerzas locales que no cuentan más de 35 000 combatientes. ‎

La guerra podría iniciarse en el Donbass con una operación bajo bandera falsa (false flag) [1]. ‎

Moscú ha denunciado al respecto la presencia en el Donbass de mercenarios estadounidenses ‎equipados con armas químicas. La chispa pudiera ser una provocación, como un ataque contra ‎alguna localidad ucraniana, acción que se atribuiría inmediatamente a los pobladores rusos para ‎justificar una “respuesta” de las tropas de Kiev, numéricamente muy superiores a los defensores ‎del Donbass. ‎

Ante ese posible escenario, la Federación Rusa ha sido muy clara al subrayar que no se quedaría ‎cruzada de brazos e intervendría en defensa de los rusos del Donbass, con el evidente objetivo ‎de destruir las fuerzas atacantes. ‎

Así podría estallar, en Europa, una guerra cuyo único beneficiario sería Estados Unidos. A través ‎de la OTAN –bloque bélico que cuenta entre sus miembros a 21 de los 27 países miembros de la ‎Unión Europea– y con ayuda de la propia UE, Washington está imponiendo nuevamente a Europa ‎una situación similar –aunque todavía más peligrosa– a la que reinaba en tiempos de la ‎guerra fría, a la vez que refuerza la influencia y la presencia de Estados Unidos en ese ‎continente. ‎

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio.‎

[1Una ‎operación false flag es una provocación montada de tal manera que permite atribuir la ‎responsabilidad al bando contrario. Nota de Red Voltaire.