El presidente Biden firmará hoy una Orden Ejecutiva (Executive Order, E.O.) por medio del cual se prohíbe la importación de petróleo, gas natural licuado y carbón de Rusia a Estados Unidos; se trata de una importante medida que cuenta con amplio apoyo bipartidista y que privará en lo sucesivo al presidente Putin de los recursos económicos que emplea para continuar la guerra innecesaria que eligió librar.

Estados Unidos tomó esta decisión luego de mantener consultas directas con sus Aliados y socios en todo el mundo, y con Miembros del Congreso de ambos partidos. Estados Unidos está en condiciones de tomar esta medida gracias a su sólida infraestructura energética interna, y sabemos que no todos nuestros aliados y socios se encuentran actualmente en condiciones de hacer lo mismo. Pero estamos comprometidos con nuestros aliados y socios a trabajar en conjunto con el fin de reducir nuestra dependencia energética colectiva de Rusia y seguir aumentando la presión sobre Putin, mientras se toman medidas activas para limitar el impacto en los mercados energéticos mundiales y proteger nuestras propias economías.

Este anuncio se basa en los costos económicos sin precedentes que Estados Unidos y nuestros aliados y socios impusieron a Rusia. Como consecuencia de nuestra coordinación multilateral histórica, Rusia se ha transformado en un Estado paria en materia financiera y económica. Unos 30 países que representan más de la mitad de la economía mundial anunciaron sanciones que implican costos económicos significativos e inmediatos para Rusia, interrumpen su acceso a tecnología de avanzada, mellan su potencial de crecimiento y debilitan a sus fuerzas armadas para los años venideros. El rublo ruso vale ahora menos que un centavo de dólar y llegó a su punto más bajo después de haber perdido prácticamente la mitad de su valor desde que Putin anunció que seguiría invadiendo Ucrania. Al aislar al Banco Central de Rusia y desconectar a los principales bancos rusos del sistema financiero internacional, logramos desactivar las reservas extranjeras con las que financia la guerra y se obliga a Putin a soportar el impacto de nuestras sanciones. Los controles a las exportaciones por parte de Estados Unidos y los aliados impactan en la producción industrial en Rusia, la aviación comercial rusa y otros sectores clave de la economía del país. Estados Unidos y otros gobiernos del mundo están actuando contra los colaboradores de Putin y sus familiares identificando e inmovilizando los activos que tengan en nuestras respectivas jurisdicciones: yates, departamentos de lujo, dinero y otras ganancias de origen espurio.

El decreto ejecutivo de hoy prohibirá lo siguiente:

La importación en Estados Unidos de crudo y ciertos productos derivados del petróleo, gas natural licuado y carbón provenientes de Rusia. El año pasado, Estados Unidos importó cerca de 700.000 barriles por día de crudo y productos de petróleo refinado procedentes de Rusia; esta medida privará anualmente a Rusia de miles de millones de dólares en ingresos provenientes de consumidores y conductores estadounidenses.

Nuevas inversiones estadounidenses en el sector energético ruso, lo cual impedirá que los inversores y empresas estadounidenses apoyen los esfuerzos de Putin por expandir la producción energética dentro de Rusia.

Los estadounidenses tampoco podrán financiar ni facilitar a empresas extranjeras que realizan inversiones para generar energía en Rusia.

La brutal guerra iniciada por Putin condujo a un aumento de precios en materia energética y un incremento de los costos para los estadounidenses en nuestro país. El presidente Biden dejó en claro hoy que continuará trabajando para mitigar el perjuicio para las familias estadounidenses que implica el costo del combustible y para reducir la dependencia del país en combustibles fósiles y petróleo extranjeros:

El gobierno ya se comprometió a liberar más de 90 millones de barriles de la reserva estratégica de petróleo durante este año fiscal, y la semana pasada de anunció una venta de emergencia de 30 millones de barriles. Luego de un trabajo incansable de coordinación y consultas por parte del presidente Biden, los países miembros de la Agencia Internacional de Energía (AIE) acordaron realizar una liberación colectiva inicial de 60 millones de barriles de crudo de nuestras reservas petroleras estratégicas, y Estados Unidos comprometió la mitad de esa cantidad para la venta de emergencia. Estamos en tratativas con una gran variedad de productores y consumidores de energía con el fin de evaluar nuevas medidas que garanticen un suministro de energía estable a nivel mundial.

La producción de gas y petróleo de Estados Unidos se acerca a cifras récord, y miles de permisos de perforación en tierras federales siguen en desuso. Las políticas federales no están limitando la producción de gas y petróleo. Por el contrario, el gobierno de Biden fue contundente en el sentido de que, en el corto plazo, el suministro debe mantenerse a la par de la demanda, tanto en el país como en el mundo, mientras realizamos la transición a un futuro de energías no contaminantes y seguras. Somos uno de los principales productores mundiales con una sólida industria nacional de petróleo y gas. La producción de gas natural nunca fue tan alta y se espera que la producción de crudo alcance un nuevo récord el año próximo. Las empresas petroleras y las entidades financieras que las respaldan no deben tomar la guerra iniciada por Putin como un pretexto para imponer aumentos excesivos de precios ni para acumular ganancias y, tal como mencionaron los principales líderes de empresas del sector energético, cuentan con los recursos e incentivos necesarios para incrementar aún más la producción en Estados Unidos.

En el largo plazo, la forma de evitar los altos precios del gas es agilizar —no demorar— nuestra transición hacia un futuro con energías no contaminantes. No es la extracción de recursos la que nos permitirá lograr nuestro objetivo de dejar de depender de un producto básico mundial que es controlado en parte por Estados extranjeros y sus líderes, incluido Putin. La única forma de erradicar la capacidad de Putin y otros países productores de usar el petróleo como arma económica es reducir nuestra dependencia del petróleo. Por eso, aun cuando el presidente Biden hace todo lo que está a su alcance en el corto plazo para asegurar que podamos acceder de inmediato al petróleo y el gas necesarios para proteger a los consumidores estadounidenses y los países aliados —incluso mediante una mayor producción nacional en Estados Unidos, que se espera alcance un récord el año próximo—, esta crisis refuerza nuestra determinación de lograr que Estados Unidos tenga verdadera independencia energética, lo que significa reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Este es un objetivo que compartimos con nuestros aliados europeos y que nos proponemos alcanzar trabajando juntos.