Los invitados a la reunión de Praga fueron seleccionados porque teóricamente condenan ‎a Rusia. Pero en la práctica es diferente.‎

El presidente francés Emmanuel Macron no sabe tomar grandes decisiones para resolver las crisis ‎sino sólo mover las cartas para tratar de plantear nuevas soluciones hipotéticas. Es por eso que, ‎viendo la ausencia de discusión alrededor del conflicto ucraniano, planteó en mayo como nueva iniciativa la llamada «Comunidad Política Europea» (CPE). ‎

Después de la «Confederación Europea» de Francois Mitterrand y de la «Unión por el ‎Mediterráneo» de Nicolas Sarkozy, Emmanuel Macron ha tratado de convencer a sus socios de la utilidad de una nueva entelequia. ‎

Dicho sea de paso, Francia ya va resultando cuando menos voluble: la Confederación ‎mitterrandiana preconizaba una alianza entre el oeste y el este –desde Bruselas hasta Moscú– ‎mientras que la Comunidad macroniana propone exactamente lo contrario, la oposición del oeste ‎contra el este. ‎

Después de haber presidido el Consejo Europeo durante el primer semestre de 2022, Francia ‎lógicamente solicitó al presidente permanente de esa estructura –el ex primer ministro belga ‎Charles Michel– que participara en el encuentro de Praga. ‎

Charles Michel se apresuró a aceptar el asiento que le ofrecían, creyendo que iba a reunir a los ‎dirigentes de toda Europa alrededor de la Unión Europea y que tendría la oportunidad de ‎ir a pavonearse en detrimento de su rival Ursula von der Leyen. Pacientemente, los diplomáticos ‎franceses metieron a Charles Michel en su caja, de manera que ni siquiera estuviese en escena ‎durante la conferencia de prensa que marcó el final de la reunión. En cuanto a la señora von der ‎Leyen, la invitaron sólo para guardar las apariencias. ‎

La reunión de la Comunidad Política Europa se preparó utilizando los medios de la Unión ‎Europea, pero no en nombre de la UE. Las reuniones preparatorias ni siquiera fueron en los ‎locales de la Unión Europea sino en el castillo belga de Val Duchesse. ‎

Claro, había que evitar los locales de la Unión Europea para poder reunirse con Reino Unido y con ‎Turquía. El Londres postBrexits sigue sin querer enredarse con una estructura supranacional ‎y Ankara lleva tanto tiempo de espera en el umbral de la UE que no quiere meterse en otro ‎cuarto sin puertas. ‎

Reino Unido incluso rezongó sobre la denominación «Comunidad Política Económica», que ‎le recuerda demasiado la difunta «Comunidad Económica Europea», predecesora de la actual ‎‎«Unión Europea», mientras que Turquía exigió garantías de que su participación en la nueva ‎estructura no será una nueva distracción para prolongar su ya muy larga espera. ‎

En definitiva, 44 Estados participaron en el encuentro de Praga, o sea todos los países europeos, ‎exceptuando a Rusia y Bielorrusia, que son claramente los enemigos designados. ‎

Pero la preparación de todo el asunto demoró 6 meses. Había que reunir a todo el continente ‎frente a los eternamente malévolos rusos que habían invadido a la joven democracia ucraniana… ‎aunque algunos Estados no veían las cosas de esa manera. ‎

Turquía buscaba cuidadosamente cómo situarse en un justo medio, entre sus aliados ucranianos y ‎occidentales de un lado y su aliado ruso del otro. Algo parecido sucedía con Serbia, que, como Turquía, no aplica las sanciones contra Rusia y ‎ni siquiera disimula‎ su inclinación hacia ese país. Entre los miembros de ‎la Unión Europea, Austria y principalmente Hungría expresaban ruidosamente su amistad con ‎Moscú y cuando utilizaban el mismo discurso que los demás era sólo de dientes para afuera. ‎

Y en el último momento el presidente Putin sacó una carta ganadora con la movilización de ‎‎300 000 reservistas con experiencia combativa y la adhesión de 4 oblast ucranianos a la ‎Federación Rusa. Así que, en definitiva, fue Putin quien modificó el tablero, mucho más que ‎Macron, quien sólo trató de modificar las reglas. ‎

Así que si la OTAN sigue enviando armas, ya no estará agrediendo a las repúblicas no reconocidas ‎del Donbass y al ejército ruso –no invitado en Ucrania– sino que estará atacando directamente a ‎la Federación Rusa. Hace 30 años, hasta los británicos estaban convencidos de que Crimea, los ‎territorios de la Novorossiya y el Donbass eran en realidad rusos… y calificar su adhesión a Rusia ‎de «anexión» no cambiará la realidad. ‎

Al seguir adelante con su agresión, la OTAN estará pisoteando el derecho de los pueblos a ‎disponer de sí mismos, derecho que justifica la independencia de esas regiones y su libre adhesión ‎a la «Madre Patria». Todos los Estados que algún día fueron colonizados verán a la OTAN como ‎lo que realmente es: una coalición de revanchistas que trata desesperadamente de mantener su ‎dominación de siglos sobre el mundo. ‎

Por otro lado, si la OTAN decide que finalmente hay que retirarse del juego, sus dirigentes, que ‎durante todo este tipo no han parado de vociferar que estaban defendiendo la Paz y la Justicia, ‎se verán como «tigres de papel», según la célebre fórmula del líder chino Mao Zedong y todos ‎entenderán que ha terminado la era de la dominación occidental. ‎

El 15 de marzo, el primer ministro checo, Petr Fiala, era el primer jefe de ‎gobierno que viajaba a Kiev, junto a sus homólogos de Polonia y de Eslovenia. Eso será lo único ‎que se recordará de él. Como es un atlantista furibundo, todos prefieren olvidar sus ‎declaraciones contra los homosexuales.

La apertura de la reunión de Praga estuvo a cargo del primer ministro checo, Petr Fiala, quien ‎rápidamente marcó la pauta anti-Putin –la propaganda siempre personaliza en los políticos los ‎ataques que en realidad apuntan a los Estados–, la cual se mantendría durante todo el encuentro. ‎Como siempre, el inevitable presidente ucraniano, el actor Volodimir Zelenski, anunció por ‎videoconferencia que los tanques rusos pronto estarían «marchando sobre Praga», sede la ‎reunión, y «sobre Varsovia» (sic). Estoico, el auditorio se limitó a aplaudir cortésmente pero ‎sin entusiasmo. ‎

La Unión Europea enviará una “misión civil” a ayudar a delimitar las ‎fronteras entre Azerbaiyán y Armenia… lo cual no tiene nada que ver con el tema de la ‎cumbre de Praga. Pero ahora se quiere mostrar que se abordan problemas que habitualmente ‎se dejan de lado.

Las reuniones realizadas al margen de la cumbre terminaron casi todas en fracasos, exceptuando ‎la que se desarrolló entre los líderes de Armenia y Azerbaiyán, que comenzó en un ambiente ‎gélido pero se prolongó hasta la noche. ‎

Las sesiones temáticas permitieron saber lo que cada cual piensa en el fondo. Después del ‎sabotaje contra los gasoductos Nord Stream, se mencionó la idea de montar algún tipo de ‎protección para las infraestructuras comunes, pero no se sabe si se trató sólo de una expresión ‎de inquietud o más bien ‎de una denuncia velada del comportamiento violento del amo ‎estadounidense. Todavía no había tenido lugar la acción terrorista contra el puente de Crimea. ‎En voz baja y entre bastidores, todos coincidieron en saludar las “hazañas” de las fuerzas ‎especiales de Estados Unidos, aunque preguntándose hasta dónde llegará Washington.‎

No estaba previsto que hubiese una declaración común al final del encuentro, porque era ‎simplemente imposible redactar una. Se estableció un calendario para próximos encuentros –en ‎‎6 meses en Moldavia, en España el año próximo y después en Reino Unido– aunque nadie sabe ‎bien por qué participaría o ni siquiera si ese foro sobrevivirá hasta entonces. ‎

Los hispanoparlantes dicen que «la cabra siempre tira al monte». La reunión contó con la ‎cobertura mediática de Eurovisión, la estructura creada por la OTAN en los años 1950, cuya ‎última hazaña fue premiar a Ucrania en su concurso de la canción. ‎

Al final de este primer encuentro de la «Comunidad Política Europea» hubo una reunión informal ‎del Consejo Europeo, durante la cual los 27 países miembros de la Unión Europea deben haber ‎tratado de llegar a conclusiones sobre esta cumbre de palabreo estéril. ‎

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