El cruce de amenazas entre Irán e Israel sobre ataques devastadores y dolorosos desvía la atención de otros elementos más reales del contexto regional. El cataclismo que cada una de las partes anuncia para su adversario no se ha producido y lo que realmente está teniendo lugar es un reposicionamiento de los principales actores. Los hombres y mujeres que, por amor a la independencia de sus pueblos, lo han sacrificado todo en Gaza, en Líbano y en Yemen se ven obligados a reorganizarse sin el respaldo de quienes antes les daban apoyo.
Hace un año que venimos escuchando las declaraciones y amenazas de las autoridades de Israel e Irán. Ambas partes aseguran que todavia no hemos visto nada y que su respuesta contra el bando contrario será definitiva y dolorosa. Sin embargo, los dos ataques iraníes –las operaciones “Promesa Honesta”, del 13 de abril, y “Promesa Honesta II”, del 1º de octubre– y los dos bombardeos israelíes contra Irán –realizados el 19 de abril y el 26 de octubre– están muy lejos de haber sido definitivos. Ninguna de las partes ha tratado de destruir objetivos estratégicos del adversario.
Hace un mes publiqué un artículo [1] donde subrayaba los vínculos, profundos y numerosos, entre una parte de la clase dirigente iraní y los sionistas revisionistas israelíes [2]. Insistía en el hecho que ambos grupos son minoritarios en sus respectivos países, a pesar de que esa facción minoritaria de la clase dirigente iraní ha logrado llegar varias veces a ocupar la presidencia de la República Islámica y de que los sionistas revisionistas israelíes están actualmente en el poder en el Estado hebreo. Aunque parezca difícil de entender, ninguno de esos dos países es una democracia y sus dirigentes pueden permitirse el lujo de desplegar en público una retórica muy alejada de la realidad sin exponerse a ser expulsados del poder… aunque los iraníes derrocaron al shah hace 45 años.
Aunque los dos ejércitos tenían órdenes estrictas de no dañar significativamente al adversario, es importante señalar que no se limitaron a montar un mero espectáculo de fuegos artificiales. Tanto los militares iraníes como los de Israel aprovecharon sus andanadas de misiles terrestres –en el caso de Irán– y sus bombardeos aéreos –en el caso de Israel– para poner a prueba los sistemas de defensa antiaérea del adversario y tratar de debilitar sus capacidades ofensivas –Irán atacó la base aérea donde Israel tiene estacionados sus aviones de combate F-35 y la aviación israelí bombardeó las instalaciones que producen el combustible sólido para los misiles hipersónicos de Irán.
En este momento puede verse que las fuerzas armadas de Irán pueden golpear a Israel en cualquier lugar y sin que el Estado hebreo ni sus aliados occidentales logren derribar sus misiles hipersónicos. En cambio, la aviación israelí tiene muchos más problemas para bombardear la profundidad del territorio iraní e incluso para acercarse a las fronteras iraníes y lanzar desde allí sus misiles de largo alcance. Pero Israel sabe que puede contar con el reabastecimiento en vuelo de sus aviones, garantizado por la US Air Force, y con la pasividad de los regímenes árabes sionistas –los reinos de Jordania y de Arabia Saudita.
En el plano político, se observa que la más reciente operación israelí contra Irán –el bombardeo del 26 de octubre– fue presentada como una respuesta a la acción de la resistencia palestina realizada el 7 de octubre de 2023 (la operación “Diluvio de Al-Aqsa”). ¿Por qué? Porque Tel Aviv no podía decir que esa era su “respuesta” al ataque iraní del 13 de abril ya que este fue la respuesta de la República Islámica al bombardeo israelí contra su embajada en Siria, perpetrado el 1º de abril, acción que constituyó una gravísima violación del derecho internacional por parte de Israel. El Estado hebreo tampoco podía afirmar que estaba “respondiendo” al ataque iraní del 1º de octubre, ya que este fue la respuesta de Irán al asesinato de un líder extranjero cometido por Israel en suelo iraní (el asesinato del líder palestino Ismail Hanniyeh, perpetrado en Teherán el 31 de julio) y al asesinato del general iraní Abbas Nilforoushan, enviado especial de Irán en Líbano, muerto en el mismo bombardeo israelí que mató al líder del Hezbollah Hassan Nasrallah, el 27 de septiembre.
El problema es que para el gobierno de Israel se hace cada vez más difícil justificar de manera creíble sus acciones a la luz del derecho internacional. En el momento de la acción palestina del 7 de octubre de 2023, nadie habló de que Irán fuese responsable y desde entonces nada ha venido a justificar una acusación en ese sentido contra la República Islámica. Una acusación así sería incluso una aberración ya que la doctrina del Eje de la Resistencia, creado por el general Qassem Soleimani, estipula que cada organización nacional debe actuar por sí misma y con total independencia. Las acusaciones que presentan a Irán como instigador u organizador de los hechos del 7 de octubre de 2023 no son más que una repetición de la visión occidental, según la cual los actores nacionales del Eje de la Resistencia serían simples ejecutores de órdenes impartidas por el “imperialismo iraní”.
En Israel, el bombardeo israelí del 26 de octubre contra Irán fue presentado como el “castigo” –un año después de los hechos– por el «peor pogromo de la Historia», calificativo que el gobierno israelí atribuye a los hechos del 7 de octubre de 2023.
Debemos observar, en primer lugar, que presentar la acción de la resistencia palestina contra la colonización israelí como un pogromo, o sea como un acto antisemita, es sencillamente absurdo, como lo ha subrayado Francesca Albanese, la relatora especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967.
Obsérvese también que Tel Aviv ya había conmemorado oficialmente, el 7 de octubre de este año, el primer aniversario del ataque palestino de 2023 y que el bombardeo israelí contra Irán realizado el 26 de octubre, corresponde en realidad, según el calendario litúrgico judío, a la celebración denominada Simh’at Torah, que cae este año 3 semanas después de la que se celebró en 2023. Pero nunca antes Israel había invocado el calendario litúrgico judío. De hecho, la denominación misma del «Estado de Israel», enarbolada desde el momento de su autoproclamación por la fuerza armada israelí, el 14 de mayo de 1948, es la opción utilizada para no tener que escoger entre las de «República de Israel» –la que querían los judíos laicos– y «Reino de Israel» –la que proponían los judíos religiosos. En pocas palabras, estamos viendo una evolución hacia una teocracia asumida tanto en “Jerusalén” como en Teherán (Escribo aquí Jerusalén entre comillas porque esa ciudad no es la capital internacionalmente reconocida del Estado hebreo).
La actitud de Irán es incomprensible para sus aliados regionales. El gobierno iraní no golpeó a Israel con toda la fuerza que había anunciado y se negó a prestar ayuda al Hezbollah libanés ante la agresión israelí. Incluso avisó a las potencias occidentales para que están pudieran interceptar sus misiles y hoy continúa sus negociaciones con Estados Unidos. Con esa actitud, el propio Irán pone fin al “Eje de la Resistencia”.
Simultáneamente, Teherán empujó el Hezbollah a designar, en primer lugar, a Hachem Safieddine como sucesor del asesinado Hassan Nasrallah. Y al ser asesinado Safieddine, opta por el jeque Naim Qassem. Hachem Safieddine era ante todo «el hombre de Téhéran» y Naim Qassem es «el hombre de los molás». Ninguno de los dos tenían, por muy respetables que sean, la estatura necesaria para mantener la independencia del Hezbollah. Con Irán o no, la resistencia libanesa se mantendrá, nadie lo duda, pero habrá que ver cuál será en lo adelante la actitud del Hezbollah.
El presidente de Irán, Masoud Pezeshkian, implementa el cambio de actitud de su país, repitiendo constantemente que «si los musulmanes están unidos» (de hecho, no lo están) el régimen sionista no podrá seguir cometiendo sus crímenes.
El cambio ya es perceptible en el Hamas. Todavía no se sabe quién es el sucesor de Yahya Sinwar, pero es probable que la organización tenga como principal dirigente en Gaza a Khalil Hayyé, un ferviente seguidor de la Hermandad Musulmana. Así, el Hamas volvería a ser lo que ya fue antes de 2017: un partido político islamista que luchaba contra el laico Al-Fatah (o sea, contra otros palestinos) y no una red de resistencia contra la colonización israelí.
Una vez más, asistimos a uno de esos momentos históricos de recomposición de alianzas, ya que la lógica de las instituciones no corresponde a la de las causas que dicen defender.
[1] «Irán e Israel», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 8 de octubre de 2024.
[2] «Cuando el velo se desgarra: las verdades ocultas, de Jabotinsky a Netanyahu», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 23 de enero de 2024.
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