Serge Marchand
Periodista en Réseau Voltaire.

La capital siria, Damasco, y el espacio rural al este de esa ciudad, la Ghouta Oriental, son teatro de cruentos combates entre los yihadistas de al-Qaeda –respaldados por el Reino Unido y Francia– y las fuerzas de la República Árabe Siria. Esta última está tratando de liberar a la población de 7 años de ocupación y de imposición de la sharia. Pero las potencias coloniales se oponen a esos esfuerzos.

Aunque la prensa ha dejado de mencionar el Medio Oriente desde la caída de Raqqa, hecho que interpreta erróneamente como la derrota final del yihadismo, los magistrados franceses trabajan ahora sobre dos escándalos vinculados a esa parte del mundo: el presunto financiamiento de la campaña electoral del ex presidente francés Nicolas Sarkozy con dinero proveniente del Guía libio Muammar el-Kadhafi y la supuesta compra de petróleo a Daesh por parte de la transnacional francesa Lafarge, dos casos que no han abordado –al menos hasta ahora– la verdadera sustancia de los hechos.

Siete nuevos Estados, provenientes todos del antiguo Pacto de Varsovia, acaban de integrarse a la OTAN. Estructurada por Estados Unidos para combatir a la Unión Soviética, la Alianza Atlántica es actualmente una organización sin objetivos que Washington utiliza como instrumento de sus ambiciones. Esta ampliación de la OTAN acrecienta su capacidad de intervención a la vez que diluye aún más su razón de ser inicial. A no ser que se considere que la URSS era peligrosa no por soviética o bolchevique sino por rusa.

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