Guillermo Fabela Quiñones

Es incuestionable que la violencia en el país continúa igual o peor que en el sexenio pasado, aunque la información sobre el flagelo no fluya con la misma rapidez que cuando el responsable directo del fenómeno, Felipe Calderón Hinojosa, estaba en Los Pinos y no ponía limitaciones a la misma; y no por respeto a la libertad de prensa, sino por su desdén a los medios de comunicación, con la notoria excepción de los electrónicos. Podría decirse que el único cambio ocurrido en este nuevo gobierno respecto del tema de la violencia es la restricción de información oficial, porque por lo demás continúa, como si no hubiera habido un cambio de funcionarios responsables de tomar decisiones.

En su 21 Asamblea Nacional Ordinaria, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) definió el rumbo que habrá de seguir en el futuro. Se confirmó que llegó nuevamente al poder para apuntalar los intereses de la minoría que detenta más del 80% de la riqueza del país, sin importar que la pobreza del grueso de la población se habrá de magnificar, con las terribles consecuencias que derivarán de tan insensata y absurda estrategia política. Esto lo saben sus dirigentes reales, lo sabe la oligarquía, pero no les preocupan los riesgos que se habrán de desprender de una mayor injusticia social. Al fin que, suponen, seguirá siendo viable la táctica de ofrecer mendrugos a la población mayoritaria.

En apenas 2 meses, el gobierno encabezado por Enrique Peña Nieto nos mostró a plenitud su verdadero rostro. Ahora no hay duda de que sus principales compromisos son con la elite empresarial y no con “los que menos tienen”, como les gusta decir a los tecnócratas. Esto ya lo veíamos venir quienes contamos con más información, y la marcha de los acontecimientos nos confirma que no estábamos equivocados. El sexenio de la “modernización” será una prolongada agonía para quienes tenían esperanza de que al dejar el poder los panistas, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) llegaría a componer las cosas dada su experiencia y capacidad política.

Es de celebrarse el acuerdo al que llegaron el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el Congreso estadunidense para evitar el “abismo fiscal”, cuyas repercusiones hubieran sido fatales para nuestro país. Sin embargo, los riesgos de un colapso no se han superado, porque la raíz de los problemas económicos de México está aquí mismo, aun cuando la fuerte dependencia de nuestra economía a la estadunidense influye cada vez más en que los problemas externos repercutan aquí con más fuerza.

Los tres principales partidos políticos en México preparan un “gran acuerdo nacional”, en el que empleo, seguridad y justicia serían los ejes básicos. Desde luego, los acuerdos son indispensables para superar conflictos, pero deben partir de puntos de convergencia que, por ahora, son inexistentes. Y no ya entre los propios partidos, sino en la sociedad, tan dividida por una lucha de clases cada vez más violenta por las ambiciones de los sectores más privilegiados, y favorecida por una política económica deshumanizada y ajena a los intereses fundamentales de todo el país.
Ciudad de México (México) | 22 de febrero de 2010
La realidad siempre acaba imponiéndose, así que las mentiras demagógicas pronto pierden vigencia. De esta manera lo patentiza la decisión gubernamental de aumentar hasta 22 por ciento los precios del gas natural, y en porcentajes menores los de las gasolinas, con lo que se pone punto final al insustancial lema sexenal “Para vivir mejor”.
La realidad siempre acaba imponiéndose, así que las mentiras demagógicas pronto pierden vigencia. De esta manera lo patentiza la decisión gubernamental de aumentar hasta 22 por ciento los precios del gas natural, y en porcentajes menores los de las gasolinas, con lo que se pone punto final al insustancial lema sexenal “Para vivir mejor”.
Ciudad de México (México) | 5 de enero de 2010
La simulación y la demagogia campean por todo el país, ante la incapacidad de la clase política para superar las consecuencias de tres décadas de crisis social, política y económica. De ahí que cada vez surjan más voces pidiendo se refunden instituciones y organismos diversos, como si de esa forma pudieran superarse las consecuencias de una forma de ejercer el gobierno de espaldas a la sociedad nacional.
La simulación y la demagogia campean por todo el país, ante la incapacidad de la clase política para superar las consecuencias de tres décadas de crisis social, política y económica. De ahí que cada vez surjan más voces pidiendo se refunden instituciones y organismos diversos, como si de esa forma pudieran superarse las consecuencias de una forma de ejercer el gobierno de espaldas a la sociedad nacional.
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