El primer ministro de Irak, Nuri al-Maliki, solicitó a Estados Unidos que ordene bombardeos aéreos contra los yihadistas del Emirato Islámico en Irak y el Levante (EIIL o Daesh) para detener el espectacular avance de ese grupo armado en el norte del país.

El príncipe saudita Abdul Rahman al-Faisal –verdadero jefe del EIIL, hermano del ministro saudita de Relaciones Exteriores y embajador en Washington–decidió utilizar a los yihadistas de esa organización contra Bagdad como medio de consolidar la posición de Arabia Saudita ante Irán con vista al inicio de las negociaciones entre Riad y Teherán.

La operación con el EIIL en territorio iraquí se inició desde hace meses pero en los últimos días los yihadistas se han hecho repentinamente indetenibles gracias al armamento fabricado en Ucrania, armamento que recibieron en mayo a través de Turquía y con ayuda del gobierno de Ankara.

Pero lo más importante es que la ofensiva del EIIL se ha visto favorecida además por la deserción de al menos 150 000 soldados iraquíes, lo cual ha dejado la región iraquí de Ninive en manos de los yihadistas.

Según William Lacy Swing –ex embajador de Estados Unidos en Sudáfrica y en la ONU y actual director de la Oficina de Migraciones Internacionales (OMI)–, el avance del EIIL ha desatado un éxodo de al menos medio millón de iraquíes, tanto miembros de las minorías regionales como sunnitas que se oponen a los yihadistas takfiristas.

El primer ministro iraquí también pidió a las milicias confesionales de su país que ayuden a su gobierno a detener el avance del EIIL. El líder chiita Moktada al-Sadr ya anunció que está dispuesto a luchar contra los yihadistas y a coordinar las acciones de sus hombres con las fuerzas del Estado iraquí.

En este momento resulta evidente que la ofensiva EIIL fue preparada en coordinación con Washington y para perjudicar los intereses de Irán en Irak, aunque todo indica que los yihadistas ya han sobrepasado con creces los objetivos de su misión y que actualmente se hallan fuera de control.